¿Cuántas más?

Hace unos días ocurrió un hecho que, aunque cueste admitirlo, es la realidad de muchas personas en su día a día, en especial las mujeres. Este hecho, o este acto, que en esencia es ruin y miserable, refleja claramente la necesidad de adoptar una política de protección y seguridad a las víctimas contra la violencia sexual.

Leía hace un tiempo que la violencia sexual tiene nombre de niña, debido a que sus matices tienden a mostrarse desde la vulnerabilidad del individuo —bien sabemos que esta se da con mayor certeza durante los primeros años, donde hay sumisión y no existe defensa— y surgen a través del deseo egoísta e incapaz del agresor. Es así como nuestra sociedad ha ido reprochando y rechazando con mayor vehemencia todo acto que atente contra la integridad, la moral, la dignidad y la conciencia de una persona.

La historia que hoy traigo es tan solo una de las muchas que se presentan actualmente. Todo comenzó en el sector de la carrera 15 con calle 82, cerca al Centro Andino de Bogotá, en un edificio cuyo nombre desconozco, pero que fue objeto de dos situaciones reprochables e indignantes.

La primera situación que se denuncia es el acceso de un delincuente al edificio, quien atenta contra una joven —amiga de una gran amiga mía y quien cuidaba el edificio en la recepción durante los hechos— y la indispone con el fin de dar acceso a otros dos delincuentes más.

Mientras la joven estaba sometida en una habitación, estos bárbaros aprovecharon y hurtaron objetos valiosos y dinero de las oficinas de aquel edificio, no bastándoles con su acto vergonzoso y despreciable, uno de ellos, como segunda situación, golpea a la joven y abusa sexualmente de ella.

No se puede pretender hablar de un tema sin conocerlo, ni mucho menos si se trata de violencia sexual. Hoy las mujeres son víctimas de este delito que atenta contra los derechos humanos. ¿Cómo es posible que se presenten casos así y no exista la más mínima medida seria contra los agresores? ¿Qué políticas existen actualmente que protejan a las víctimas? ¿Cómo puede una mujer sentirse segura cuando estos actos miserables tienden a ser el día a día de muchas y así mismo una posibilidad de todas? ¿Cuántas más tendrán que ser objeto de violencia sexual para que las autoridades competentes actúen con la seriedad y el compromiso que dicen tener y del cual carecen? ¿Cuántas más tendrán que soportar el abuso de personas miserables para que los colombianos dejemos de ser indiferentes al tema?

La violencia sexual contra las mujeres y niñas es una realidad que no puede ocultarse ni desconocerse en nuestro panorama social. Según el artículo de la Revista Semana sobre la encuesta de prevalencia de violencia sexual contra las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano, “cada hora 16 mujeres son víctimas de violencia sexual en Colombia”, lo cual representa una cifra anual promedio de 145.906 mujeres.

Lo anterior quiere decir que, “entre 2010 y 2015, un total de 875.437 mujeres declararon haber sido víctimas de violencia sexual en el país”, pero, no dejando de ser grave esta cifra, también se estima que “620.418 mujeres guardaron silencio por miedo a sus agresores o por no saber dónde denunciar”.

Igualmente, El Tiempo publica un artículo titulado “Tres casos de abuso sexual son reportados cada hora” , donde se evidencia un número de casos menor a lo que refleja la encuesta de prevalencia de violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado, esto debido a que el contexto y la magnitud es diferente a lo expuesto en el Informe de Medicina Legal sobre la violencia sexual el cual es fuente de ese artículo.

Según este informe, el abuso sexual ha sido un delito que incrementó entre el mes de enero y el mes de septiembre de 2016 (15.988 casos reportados) frente al mismo periodo del año 2017 (17.412 casos reportados) en un 8,9%, cifra que, sin tener todos los sectores y factores incluidos, deja un panorama alarmante y crítico sobre la realidad de las mujeres en nuestro país.

Violencia sexual no implica solo el acceso carnal violento, sino que se presenta, según la Instituto Nacional de Medicina Legal, en diferentes maneras, por ejemplo: el acoso verbal, la manipulación de genitales y otras partes del cuerpo y, como se dijo antes, la penetración.

No quise haber representado a las víctimas en cifras, pero es lo que hay para mostrarle al país y hacerle un llamado de atención y de acción a las autoridades locales para que ejecuten prontamente actividades que eviten este tipo de actos que generan más que impotencia al no poder actuar sobre ellos y temor a quienes son más vulnerables ante estos casos.

Mi llamado también es para aquellas víctimas que han sido objeto de violencia sexual para que denuncien. No se queden calladas, el silencio de hoy puede ser la carga emocional del mañana. No dejen que sus agresores, bastardos, despreciables y abanderados del temor y la “superioridad” queden impunes. Es claro que la justicia colombiana corre lento, pero es el primer paso para comenzar a dar fin a estos actos.

Los amigos más cercanos de la joven tuvieron la iniciativa de crear un HT en twitter para hacerse escuchar y decir a las demás víctimas que no teman, que no están solas. Que existen colombianos dispuestos a apoyarlas y a resguardarlas. Si usted quiere hacer el cambio, mi invitación es para que use este HT: #MeIndigna y refleje su actitud y opinión frente a esta realidad absurda y denigrante por la que tienen que pasar muchas personas.

La violencia sexual no debe ser un tema ajeno a nosotros, hoy son ellas, mañana podría ser usted, sus hijos o hijas.

Gustavo Malagón

Ibaguereño. Administrador de empresas; Especialista en evaluación y desarrollo de proyectos de inversión, columnista