“¿Cómo hemos llegado al punto en que el terrorismo de Israel, con el que sistemáticamente extermina al pueblo palestino, se percibe como algo “normal”? Es una realidad que urge cuestionar. No se trata solo del ataque a un barco con ayuda humanitaria cargado por líderes sociales europeos. Es también la restricción total al ingreso de alimentos y medicinas en Gaza, una situación que ya supera los 60 días. Este asedio no es otra cosa que un intento de exterminio”.
El pasado 2 de mayo, el buque “Conscience”, parte de la Flotilla de la Libertad, navegaba en aguas internacionales cerca de Malta, rumbo a Gaza con suministros esenciales. Su destino: aliviar un poco el sufrimiento de una población asfixiada por un bloqueo que ya dura décadas. Pero su viaje terminó abruptamente cuando drones, presuntamente de Israel, lo atacaron en territorio europeo. ¡Sí, en territorio europeo! El resultado: daños estructurales, un incendio y una misión humanitaria convertida en un símbolo de lo que la comunidad internacional elige ignorar.
¿Y qué ha dicho la Unión Europea al respecto? Nada. Ni una sola palabra de Úrsula von der Leyen ni de los líderes europeos. Porque, aparentemente, cuando Israel, aliado de los europeos y principal socio armamentista, ataca territorio europeo o su extensión territorial en el mar, el silencio se vuelve la mejor respuesta. Este mutismo resulta indignante, más aún cuando se trata de defender principios tan básicos como la soberanía y los derechos humanos.
Ahora bien, hagamos un ejercicio imaginativo: ¿qué pasaría si cambiamos los nombres? Si en lugar de Palestina dijéramos Ucrania y, en lugar de Israel, Rusia. ¿Sería el silencio internacional igual de ensordecedor? ¿Los medios evitarían cubrir esta tragedia con titulares indignados? Estas preguntas no son meros juegos retóricos; nos llevan a una reflexión profunda: la guerra en Gaza, ¿se nos ha convertido en paisaje?
¿Cómo hemos llegado al punto en que el terrorismo de Israel, con el que sistemáticamente extermina al pueblo palestino, se percibe como algo “normal”? Es una realidad que urge cuestionar. No se trata solo del ataque a un barco con ayuda humanitaria cargado por líderes sociales europeos. Es también la restricción total al ingreso de alimentos y medicinas en Gaza, una situación que ya supera los 60 días. Este asedio no es otra cosa que un intento de exterminio, una estrategia deliberada del gobierno de Netanyahu para borrar del mapa al pueblo palestino y seguir colonizando su territorio, en violación flagrante de los acuerdos internacionales.
Mientras tanto, el mundo mira hacia otro lado. Los titulares se pierden entre otras noticias, y el terrorismo israelí se vuelve parte del trasfondo, un ruido blanco que ya no despierta indignación. Este olvido colectivo es peligroso porque naturaliza la violencia y legitima la inacción. Por eso, debemos resistirnos al silencio. Hablar, recordar y denunciar no es solo un acto de solidaridad, es una obligación moral.
El exterminio del pueblo palestino no puede seguir siendo invisible. Gaza no puede ser solo un paisaje de guerra; tiene que ser una llamada de atención al mundo. Porque olvidar es permitir que estos actos se repitan, y prestar atención es el primer paso para detenerlos.
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