Al Poniente conversó con Iván Duque, actual senador y pre-candidato presidencial por el Centro Democratico, acerca de economía naranja, política, sociedad y lo que sería su visión general para el país en caso de ser elegido como presidente de los colombianos en las elecciones del 2018.
¿Quién es, hoy, Iván Duque?
Iván Duque, hoy, es un aspirante a la Presidencia de la República de Colombia, comprometido con un país distinto, comprometido con representar una generación que quiere pasar las páginas o algunas páginas de nuestro pasado. Un candidato comprometido con cinco conceptos. En primer lugar la legalidad, donde están la seguridad y la justicia, y donde podamos sembrar en el país un rechazo total a cualquier forma de violencia y romper con esa página histórica de siempre buscar razones para premiar, atenuar o perdonar conductas que son muy graves. Segundo, la equidad, la cual podemos tratar de aproximar llevando salud, educación y acceso a la cultura de calidad, empezando por las zonas más apartadas de nuestro país. Tercero, defender un capitalismo consiente y emprendedor, donde podamos fomentar empresas y donde podamos buscar que ese fomento empresarial vaya acompañado de producir resultados importantes en materia social. Innovación, cuarto concepto, que va desde lo social hasta el diseño de nuestras ciudades y, el quinto elemento, la sostenibilidad ambiental de nuestro país. Esos conceptos son los que hoy quiero llevar en este proyecto para la Presidencia de la República.
¿Qué nos garantiza a los colombianos que su hoja de vida es acorde a lo que necesita el país? ¿Qué cargos ha tenido usted para que el colombiano confíe en su debut en lo público?
Yo creo que la experiencia no es la acumulación de cargos públicos, la experiencia es la acumulación de conocimientos y acumulación de ejecutorias que muestren que uno tiene capacidad, coherencia, congruencia y compromiso. Yo he sido senador durante tres años, he sacado adelante cuatro proyectos de ley, antes de eso fui jefe de la división de Cultura, Creatividad y Solidaridad en el Banco Interamericano de Desarrollo, donde pude liderar proyectos de impacto cultural en distintas regiones de América Latina, liderar una agenda de promoción de industrias creativas y generar en el BID una cultura de responsabilidad social corporativa. Antes de eso fui asesor del presidente Álvaro Uribe en Naciones Unidas y del ex Primer Ministro en Nueva Zelanda, Geoffrey Palmer, manejando uno de los conflictos más difíciles de la historia reciente del medio oriente como fue el conflicto entre Israel y Turquía, a raíz de lo que aconteció con la embarcación “Mavi Marmara”. Antes de eso fui, durante 9 años, uno de los representantes de Colombia ante la Junta Directiva del Banco Interamericano de Desarrollo, antes de eso fui asesor del Ministerio de Hacienda, consultor de la CAM, he sido profesor universitario, autor de 5 libros y he procurado tener una formación académica que me ha permitido tener las credenciales para la aspiración que tengo hoy; tengo una maestría en Administración Pública de la Universidad de George Town, tengo una maestría en Derecho Internacional Económico en American University, tengo varios estudios ejecutivos en resolución de conflictos y en promoción empresarial y soy abogado de formación y, sobre todo, creo que tengo la convicción de ejercer toda mi vida profesional con transparencia y con ética, lo cual me hace sentir muy orgulloso del tipo de vida que he llevado.
¿Cuál es su concepto de cultura?
Para mí la cultura es el patrimonio más importante que puede tener una sociedad, porque es la reivindicación de los ancestros, es, al mismo tiempo, el acoplamiento del talento, la propiedad intelectual y el hecho de saber transmitirla de generación en generación. Entonces, para mí, la cultura es una de las cosas más importantes de mi plataforma política y de mi vida. Yo fui jefe de la División de Cultura del Banco Interamericano de Desarrollo y siempre entendí que cuando uno lleva cultura a los lugares más apartados, cuando uno lleva cultura a la sociedad, está sembrando realmente un sentimiento de paz, a partir del rechazo a la violencia.
¿Cómo llegarle al país? ¿A esos lugares donde el Estado no ha sido capaz de llegar y terminan siendo captados por grupos criminales?
Hay que llegar con legalidad, el concepto de legalidad es muy importante. Y el concepto de legalidad no es solamente un concepto que se construye con la fuerza. La legalidad también necesita tener una cultura ciudadana, donde desde temprana edad formemos a los niños en respetar los valores, la ética, respetar al prójimo, respetar a la mujer, entender que la vida no es por el camino fácil, que la vida debe ser de laboriosidad y entrega. Entonces, creo que llegar a esas regiones implica llegar con educación, con salud, con cultura y tener una gran presencia de seguridad y de justicia simultáneamente.
¿Por qué acuñar el término de “economía naranja” con un país con una rigidez económica tan alta?
Porque la economía naranja es Colombia en uno de los grandes potenciales que tenemos. La economía naranja aporta al producto interno bruto colombiano más de lo que aporta el café o la minería, genera más de 620 mil empleados directos e indirectos, tiene un gran potencial exportador, es una fuente de empleo para la juventud y tiene, además, el enorme valor de concentrar patrimonio ancestral, cultura, talento, propiedad intelectual y vocación emprendedora.
¿Qué papel juega la economía naranja, con postura, frente a la minería?
Yo creo que un país debe saber aprovechar la riqueza del subsuelo para enfrentar la pobreza del suelo, es decir, cuando uno tiene un potencial extractivo minero energético pues debe saberlo emplear, pero hay que hacerlo con los mejores estándares sociales y los mejores estándares ambientales. Yo lo que he rechazado es que nos quedemos exclusivamente dominados por los sectores extractivos, mucho más, porque nosotros no somos un país con grandes reservas de petróleo y tenemos reservas para menos de siete años, entonces yo lo que sueño es con una Colombia que sea capaz de tener un aparato productivo diverso donde pueda convivir la minería, hecha con rigor, con las industrias creativas, con el desarrollo agropecuario, con el desarrollo de servicios, con el desarrollo de comercio, con el desarrollo de plataformas colaborativas, es decir, que tengamos una economía lo suficientemente diversa y creo que la economía naranja juega un papel fundamental en esa diversificación.
¿Se consideraría usted como un regulador estricto en la economía o partidario de una total libertad?
Yo siempre he creído que uno debe permitir la libertad de los mercados, hasta donde sea posible, y regular hasta donde sea necesario, porque cuando hay excesos de regulación éstos generan corrupción, generan inoperancia y generan, inclusive, intimidación, amedrentamiento o desesperanza del emprendedor. Así que yo creo que la regulación debe tener un punto óptimo y es no interferir en el libre desarrollo de las empresas, pero garantizarles mejores estándares.
¿Considera usted que pagar un salario mínimo contribuye a que se cree una tasa de desempleo informal?
Desde el punto de vista de la teoría económica siempre se ha dicho eso, siempre se ha dicho que al tener un salario mínimo esa limitante impide que lleguen más personas al mercado laboral. Yo entiendo los argumentos de los economistas, pero yo también creo que en Colombia, cuando uno ha vivido el país, el país real, uno entiende que hay algunas normas que es necesario tenerlas para garantizarles. Si nosotros pretendemos que no haya salario mínimo, eso no necesariamente quiere decir que vamos a optimizar los niveles de contratación en el país, entonces yo creo que es importante que haya un muy buen balance entre lo que el mínimo salario establece, pero sobre todo que vaya asociado con mejor productividad y una mejor formalización del mercado laboral.
¿Considera que hay muchas barreras para que se cree industria en el país?
Sí. Además yo lo he dicho públicamente, por eso yo tengo un compromiso como presidente de los colombianos y lo he dicho, en los primeros cien días vamos a hacer un análisis de todos los trámites del sector privado ante el Estado y vamos a tratar de hacer una agenda para reducirla a su mínima expresión, quedarnos con los tramites que son verdaderamente importantes y crear una ventanilla única de comercio y emprendimiento, que facilite los trámites y que una persona que tiene un negocio, en lugar de tener que ir a seis o siete oficinas de manera permanente, pueda ir a un solo punto donde la información, utilizando plataformas tecnológicas, sea capaz de agilizar los trámites en un solo lugar.
¿Qué papel cree usted que pueden jugar las notarías a futuro en el país? ¿Deben permanecer o acabarse?
Yo creo que las notarías tienen un valor en nuestro país, son guardines de la fe pública. Creo que las notarías deben también ir haciendo un proceso evolutivo y llegará el momento donde tengamos las notarías totalmente virtuales, donde tengamos sistemas de reconocimiento dactiloscópico o biométrico que permita acceder a firma electrónica y mejorar el trámite de documentos en el país. Yo creo que las notarías no deben acabarse sino reinventarse.
¿Cree que la Reforma Tributaria quedó bien hecha?
No, no creo, porque es improvisada. Este país cometió un error muy grande y es que se sintió petrolero sin serlo, entonces el país durante el gobierno del presidente Santos se expandió, los gastos permanentes, pensando que tenía el petróleo de Arabia Saudita y que no iba a caer el precio por debajo de los cien dólares. Creo que eso es un gran error y nosotros hemos debido ahorrar para la época de vacas flacas. Como no ahorramos cuando se cayeron los precios del petróleo, la torpeza que hizo el Gobierno fue tratar de sustituir petróleo por impuestos, entonces, introdujo unas reformas que incrementaron tanto la tasa de tributación, tanto en empresas como consumidores, que se ha visto representada en una gran desaceleración de la economía. George Marshall, que fue una de las figuras más importantes de la historia política de Estados Unidos, decía que el poder de gravar es el poder de destruir, así, una política tributaria debe estar asociada con ahorro, con inversión, con competitividad, productividad y formalización, y aquí no va con ninguna de las cinco y creo que la Reforma, en lugar de tratar de mejorar eso como se esperaba —una reforma estructural—, realmente lo que hizo fue agravarlo.
Si usted llegara a la Presidencia y planteara una nueva reforma tributaria ¿Cuáles serían los cinco aspectos fundamentales?
La expresión “reforma tributaria” es tan escalofriante como una película de terror. Yo creo que, más que llamar una reforma tributaria, yo lo que quiero hacer es una reingeniería tributaria ¿Qué quiere decir? Alineemos el sistema tributario a los objetivos que queremos como país: inversión, ahorro, competitividad, productividad y formalización, entonces, eso implica tener un código mucho más simple. Segundo, poder bajar tarifas corporativas sobre la base de eliminar gastos innecesarios de la administración y ser más efectivo en la lucha contra la evasión de renta y de IVA implica diferenciar las tarifas entre la micro, la pequeña, la mediana y la gran empresa, para que pueda haber mayor formalización empresarial; implica, de pronto, que pensemos en bajar la tarifa del IVA, ampliando bases y buscando mecanismos de devolución a los lugares más vulnerables, a través de tarjetas bancarizadas que ponderen el consumo mensual de canasta familiar para las familias más vulnerables. Entonces, creo que se pueden pensar reformas donde tengamos un sistema tributario que cumpla con el objetivo de ayudar al desarrollo del país y, el más importante, que no entorpezca el desarrollo empresarial para generar empleos formales en Colombia.
¿Usted aceleraría una plataforma digital en la que uno mismo declare la renta?
Sería mucho más fácil. Hoy en teoría se puede, el problema es que sigue siendo muy complejo. La forma en la que se llenan los códigos tributarios es complejo, entonces, creo que eso lo dificulta. Sería mucho más fácil que se basara, además, en la confianza. Pero sí, lo óptimo es poder tener un servicio donde el ciudadano pueda entrar y, sin una formación demasiado profunda, pueda llenar su propia declaración y poder hacer sus impuestos. Eso me parece que sería lo óptimo a lo cual podríamos aspirar.
¿Qué prefiere usted? ¿Gravar patrimonio o gravar ingresos?
A mí lo que me parece de gravar patrimonio como premisa es que muchas veces termina castigando al que más ha invertido, entonces, por ejemplo, hay empresas que tienen una gran base patrimonial, pero todavía no están en la etapa productiva, entonces los estamos castigando por haber invertido y eso me parece que es un error. Es mucho más transparente gravar ingreso y creo que uno podría pensar, de manera excepcional, en tener algún tipo de gravamen al patrimonio —patrimonios superiores a cinco mil millones de pesos— donde, obviamente, ese recaudo vaya dirigido a alguna gran aspiración nacional que se vaya pagando contra resultados. Cuando el presidente Álvaro Uribe introdujo el impuesto a la riqueza, en el año 2002, lo hizo para financiar la seguridad y, si usted ve, todas las personas que pagaron ese impuesto —que pagaban una base a partir de tres mil millones de pesos— vieron que la seguridad les llevó un bienestar que fue la valorización de los activos. Eso quiere decir que lo que las personas recibieron a cambio de lo que pagaron fue muchísimo más grande, y yo creo que hay que tratar de buscar cuál sería la mejor inversión de una plataforma similar.
El 89% de las empresas manifestaron que entre enero y junio no alcanzaron el presupuesto de ventas para el año 2017 ¿A qué cree que se debe esto?
A la desconfianza que se ha sembrado, porque el consumidor se siente golpeado. Un consumidor que tiene que pagar un IVA del 19% se siente golpeado pero, adicionalmente, un industrial que tiene una tasa de renta corporativa por encima del promedio también se siente golpeado. Así que yo creo que las malas —o desacertadas— decisiones económicas han generado esa desconfianza que se traduce en un debilitamiento de los indicadores económicos.
Sigue una reforma que es también muy importante para el país, la Reforma Pensional ¿Le preocupa esta reforma?
Lo que me preocupa cuando hablamos de pensiones es que nosotros tenemos, hoy en Colombia, cinco millones de mayores de sesenta y cinco años, en el año 2050 vamos a tener quince millones. Si miramos la encuesta de empleo del DANE, si le preguntan: “señor o señora ¿Ha trabajo usted al menos una hora con o sin remuneración?” y usted contesta que sí, lo incluyen en la población ocupada, o sea, a veintidós millones. Los que contribuyen a pensión y salud son ocho millones, pero ojo, la contribución a pensión se considera que se hace si se ha efectuado un aporte al menos una vez en el último semestre, y los pensionados son menos de dos millones. Eso quiere decir que tenemos una gran informalidad a largo plazo y, para que usted lo vea en términos de recursos, la nación se está gastando al año cerca de setenta y dos billones de pesos en subsidios sociales, donde el mayor rubro es pensión y lo que ocurre es que la asignación de los subsidios pensionales se queda, principalmente, en las personas de más alto ingreso. Entonces, yo si creo que se necesita una reforma pensional que permita, por un lado, eliminar la competencia innecesaria entre los dos regímenes, que podamos concentrar los programas de subsidios en la población más vulnerable, que garanticemos un creciente número de personas contribuyendo y que podamos darle vida a una propuesta nuestra que es el fondo de ingreso mínimo garantizado, para que los programas de “Colombia Mayor” puedan estar pre-financiados de la siguiente manera: Por cada niño que nace en los niveles 1, 2 y 3 del Sisbén, se apropian tres millones de pesos, aproximadamente, en un fondo de administración concursal, en cabeza del Ministerio de Hacienda, pensada en una rentabilidad real entre el 5% y el 7%; cuando ese niño llegue a la edad de jubilación, si subsiste bajo la línea de pobreza, puede estar recibiendo, de manera pre-financiada, el equivalente a un salario mínimo legal vigente. Eso es muchísimo mejor que esperar a que el país siga creciendo su población superior a los sesenta y cinco años y no tengan una base fiscal para cubrirlo.
¿Cree que, hablando de pensiones, se debe igualar la edad de las mujeres y la de los hombres?
Esa es una discusión muy difícil. Es una discusión internacional muy difícil porque quienes lo han sugerido lo han hecho, no para afectar a las mujeres, sino para que las mujeres realmente puedan cumplir con las semanas de cotización. Yo, personalmente, creo que en este momento no es lo más importante, creo que lo más importante en este momento es eliminar la competencia entre regímenes y hacer una mejor focalización de los subsidios para que no se queden en los quintiles de mayor ingreso
¿Cómo recortaría el gasto nacional?
Yo creo que hay que, por un lado, entender que lo primero es focalizar bien el gasto social. Segundo, hay que entender que el 60% del presupuesto de inversión no es para inversiones económicamente activas; luego hay que clasificar mejor. Tercero, hay que eliminar los gastos innecesarios como los de publicidad y eventos, llevándolos realmente a lo estrictamente necesario y hay que pensar si el crecimiento de la nómina de la rama ejecutiva ha sido lo suficientemente consistente, lo cual yo no creo y hay muchas agencias de responsabilidad vertical que se han creado en los últimos años que podrían, perfectamente, estar operando dentro de un ministerio. Yo creo que eso son cosas que vale la pena ser revisadas e, insisto, hacer una revisión profunda sobre el programa de subsidios sociales en el país para garantizar que se concentre en los más vulnerables.
Se está discutiendo en Antioquia la creación de la provincia de Cártama ¿Qué piensa usted del modelo de centralización de áreas metropolitanas y provincias?
Es un modelo que está por probarse. A mí me parece innovador lo que se ha hecho en el Área Metropolitana de Medellín, me parece que está, por lo menos, acorde con pensar hacia el futuro. Cada vez más siento que la integración ciudad-región es necesaria, es algo que yo celebro mucho del pueblo antioqueño. En Antioquia siempre hay un sentido de pensar colectivamente, yo no veo lo mismo, por ejemplo, en Bogotá. Si usted mira a Bogotá está veinte años delante de lo que tiene que ver con Mosquera, Madrid, Chía, Soacha, entonces uno debería estar pensando en cuál va a ser esa gran Bogotá, esa gran área metropolitana, pero uno no ve el mismo grado de entendimiento y cooperación, de los municipios y sus alcaldes, pensando en ese futuro. Antioquia sí lo está haciendo y en cuanto a la parte de provincias me parece que todavía es muy difícil uno decir que son óptimas o no óptimas. Yo creo que es un mecanismo que está dentro del ordenamiento territorial colombiano y lo que toca es, pues, una apuesta de innovación de alguna manera. Lo que hay que ver es que eso se pueda traducir realmente en un mejoramiento de las condiciones sociales de los municipios que hacen parte de esa región.
¿Cómo lograr la calidad de cooperación de los concejales y de los diputados de Colombia?
En esto la rueda ya está inventada. Usted se presenta para ser mensajero en una empresa, le piden que sea bachiller y ojalá hable inglés, que sepa manejar Excel, Word y le ponen unos requisitos. La participación en Colombia no tiene requisito alguno, solamente la edad, entonces, si usted quiere tener concejales que tengan un mayor nivel de preparación, usted tiene que poner la exigencia, es la única manera. Lo mismo para ser senador, para ser representante y, ojalá, para ser alcalde, gobernador y hasta presidente si es el caso. Pero el país necesita que nosotros reflexionemos. La apertura democrática no es para que se construya en elites, yo creo que en el mundo en el que estamos viviendo hoy, donde uno ve que cualquier persona —por humilde y vulnerable que sea—, está pensando en su formación personal, me parece incongruente que no tengamos exigencias para desempeñar cargos públicos de elección popular en Colombia.
Senador ¿Qué libros lo han marcado y les recomienda a los lectores de Al Poniente?
Libros, ahí me toca muchas fibras. Ahí hay de todo. Hay un libro que a mí toda la vida me ha gustado, es un libro que yo leí muy joven sobre el saber vivir que se llama “Siddhartha” de Herman Hesse. Es un libro donde están los buscadores y los encontradores en la vida, ese libro me marcó. Me gustó mucho un libro de Milan Kundera, “El libro de la risa y el olvido”, es un libro de historias cotidianas, pero que también lo hace a uno entrar en reflexiones muy profundas sobre el “yo”. Me gustó mucho “Auto de fe” de Elías Canetti, es una novela sobre un hombre que está ensimismado y que está muy metido en su biblioteca y esa lucha del hombre interior. Los cuentos de Borges me han marcado mucho, particularmente me gusta mucho la “La Biblioteca de Babel” y “La Intrusa”. Hay autores, ya de filosofía, que yo he seguido con atención a lo largo de mi vida. Me gusta mucho Michel de Montaigne, lo he leído y cada vez trato de releerlo y entenderlo; Ludwig Wittgenstein me gusta mucho. Y de los autores colombianos hay varios. Hay un libro, por ejemplo, de Osorio Lizarazo sobre Gaitán que me marcó, es un libro que ya tiene una etapa importante de vigencia. La obra de Luis López de Mesa sobre Colombia. Son muchos libros, yo la verdad soy malo para esa pregunta porque me empiezan a revolcar la cabeza, pero hay muchos libros que para mí son importantes.
Y una canción…
Me gusta mucho “Cambalache”, es un tango muy ameno y hay uno que me encanta que es “Mano a mano” de Carlos Gardel.
Senador ¿Qué le dice la frase “A pensar de todo”?
Que ese es el verdadero sentido de la vida. Yo creo que los seres humanos hemos perdido mucho con el concepto de especialización y, cuando la vida se lleva a un grado tan estricto de especialización, se pierde un concepto fundamental en la vida que es el humanismo. El humanismo es tener esa capacidad de pensar de todo, de todo lo que involucre lo humano, de botánica, de arquitectura, de planeación urbana, de arte, de cine, de deporte, entonces, a mí me gusta andar pensando de todo.