Por fin concluye el octenio de Juan Manuel Santos Calderón, excepto que algo sobrenatural suceda en las últimas horas. Su despedida ha sido tan prolongada que da la impresión contraria.
Desde que el país se enrutó en las elecciones para Congreso y Presidencia, Santos empezó a intervenir abierta y, sobre todo soterradamente, tratando de incidir en los resultados. En el colmo del indecoro le solicitó a Iván Duque, su sucesor, que cuidara su legado y, desafiante, le dijo que nadie podría modificar el acuerdo de paz que firmó con las Farc.
Pero, no me voy a referir a la escenografía de su larga y tediosa despedida en la que abunda en viajes internacionales, ego-publicidad, campañas de auto elogio y hasta fruslerías y trivialidades como la que protagonizó como proyecto Youtuber bajo la dirección de Daniel Samper, uno de los bufones de su corte.
Quisiera aprovechar este espacio para expresar algunas opiniones sobre eso que él llama su “legado”, no en lo que tiene que ver con cifras y resultados cuantificables en que otros comentaristas han sido pródigos, sino en lo atinente a cuestiones de orden cualitativo.
El mejor diagnóstico al respecto lo hizo el exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia, Jesús Vallejo Mejía, que en reciente escrito (blog Pianoforte) acotó: “Colombia se acerca a lo peor que puede sucederle a una comunidad política: una profunda crisis de legitimidad capaz de desquiciar su edificio institucional”.
Muy grave que se haya deteriorado a fondo la imagen de la figura presidencial en un país presidencialista, que haya caído en picada la confianza en las instituciones que nos han regido, porque es en la confianza hacia ellas tejida a lo largo de la historia en donde reside la condición de posibilidad de existencia del cuerpo social civilizado.
No es carreta ni odio ni exageración lo que ha llevado a casi el 80 por ciento de las gentes a tener una imagen negativa de Santos y su gobierno. No es por Uribe ni el Centro Democrático ni la Oposición que en sana ley como en cualquier democracia están en su derecho de criticar y oponerse, mientras Santos se hace el desentendido, se queja y pone cara de víctima e incomprendido.
El país que nos deja Santos no puede ser peor no porque “mi dios es muy grande” sino porque este país, sus instituciones y su población, a pesar de todas las carencias, tragedias, injusticias y engaños poseen fortalezas nada fáciles de destrozar
La lista de sus desastres no es corta, aquí algunas:
1. Traicionó el mandato que le entregaron en 2010 después de cabalgar a lomo de los votos y de la popularidad de Álvaro Uribe.
2. Declaró al dictador Hugo Chávez su “nuevo mejor amiguis”.
3. Se quedó lelo e inmóvil ante el arrebato de más de 75mil km cuadrados de mar continental a manos del dictador nica Daniel Ortega.
4. Defendió y agradeció al sanguinario dictador Nicolás Maduro y a última hora toma distancia.
5. Mintió en materia grave sobre las concesiones hechas a las Farc: justicia, representación política, reformas a la Constitución, cultivos ilícitos, etc.
6. Desconoció el resultado del plebiscito, es decir, la voluntad del constituyente primario, se negó a un pacto nacional para mejorar el acuerdo dividiendo a la población entre amigos de la paz y partidarios de la guerra.
7. En 2010 y en 2014 hubo ingreso de dineros de Odebrecht a sus campañas.
8. Llevó a extremos inconcebibles la repartición de puestos públicos y prebendas (la mermelada) para ganarse el favor y el voto de congresistas y jueces.
9. Gastó sumas exorbitantes en publicidad oficial para ganarse el apoyo de los grandes medios.
10. Realizó ingentes gastos en sus innumerables viajes internacionales dedicados a vender su paz mientras se distanciaba de sus connacionales.
11. Su relación con los otros poderes públicos no se dio en el marco del respeto y colaboración sino en el de las sombras, intrigas, montajes, intercambios, cuotas burocráticas y nombramiento de magistrados leales a él no a la nación ni a la constitución.
12. Manipuló el Congreso afectando su función legislativa y su independencia.
13. El caos político e institucional que germinó con sus políticas fue el caldo de cultivo del auge del líder populista y de la opción castrochavista que estuvo cercana a obtener el poder.
14. Deja una producción récord de cultivos de coca que nos ubica en el deshonroso primer país productor de cocaína en el orbe.
15. La violencia propiciada por bandas criminales, microtráfico, ELN, EPL, disidencia de las Farc, alcanza niveles de alarma.
Esto y mucho más es lo que constituye para la mayoría de los colombianos que así lo han manifestado en muchísimas encuestas su “legado”.
Cree Santos que la historia será más benévola con él que sus críticos y opositores del presente, desconoce que la Historia académica no es juez del pasado sino su intérprete y que nadie puede asegurar que dirán los historiadores dentro de 50 o más años.
El país que recibe Iván Duque Márquez es el que acabamos de describir con ingredientes nada digeribles en materia económica, ambiental, relaciones internacionales, violencia, etc., un lastre que no le será fácil subsanar.
El Espectador, Bogotá, agosto 6 de 2018.