“Hoy podemos decir que Uribe es un delincuente. Le guste a quien le guste: la presunción ya no va más.”
Como era de esperarse, aquellos que, desde la derecha, apoyan al expresidente Uribe iban a criticar a la juez que se atreviera a condenarlo. Y si pasaba lo contrario, estoy seguro de que los de izquierda estarían en la misma posición.
Personalmente, siempre he visto a Uribe como un mal necesario para Colombia. Sí, un mal necesario. Porque establecer un status quo que estabilizara al país después de los desastres causados por sus antecesores —especialmente los tres anteriores— requería de medidas extraordinarias. Pero la fuerza también debe ser legítima. Hoy, cuando se analiza la historia en retrospectiva y se identifica el efecto rebote que actualmente está impactando la seguridad en todo el territorio, puedo concluir que esa supuesta seguridad no fue más que un espejismo. O si no, que lo digan las madres de los falsos positivos.
Parece que esa falsa sensación, de algún modo, nos sacó adelante en un momento coyuntural, en el que la única ley válida era la violencia de los grupos armados, del narcotráfico y de la corrupción.
Esta columna no se trata de Uribe, porque ya la justicia dijo lo que tenía que decir. Y aunque aún no está ejecutoriada la sentencia, hoy podemos decir que Uribe es un delincuente más. Le guste a quien le guste: la presunción ya no va más.
Lo preocupante es la seguridad y honorabilidad de la juez Sandra Heredia y de la fiscal del caso, Marlene Orjuela, quienes, desde el inicio, tenían una suerte de espada de Damocles sobre sus cabezas, esperando ser lanzada sobre ellas para decapitarlas por hacer su trabajo.
Estoy seguro de que lo más fácil habría sido dejar pasar el tiempo y que todo terminara en una prescripción. Pero no: decidieron darle trámite y hacerle frente al reto de dejar claro a todos los colombianos que nadie está por encima de la justicia.
A ellas, mis respetos. Y si por algún motivo la sentencia es revocada o fallada en sentido contrario, la imagen de Colombia ante el mundo ya ha quedado reivindicada, porque es deshonroso que se piense que la impunidad presidencial es una virtud democrática.
P.D. No dude en escribirme sus comentarios a mi cuenta de X @sanderslois
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