Crítica |Tres películas colombianas, tres masculinidades regionales: Un poeta (2024), Selva (2025) y Por qué nadie me lo dijo (2025)

Como parte de las reseñas de cine mensuales , por primera vez nuestro columnista y corresponsal en Bogotá Jhon Jairo Armesto realizará la crítica simultánea a tres películas colombianas estrenadas el presente año y cuyo nivel de publicidad, presupuesto, temática e impacto aunque pueden ser diferentes en cuanto a contexto regional, pero las unen las narrativas de la identidad de las masculinidades y su rol social en la modernidad y la sociedad actual. Una mirada diferente al cine nacional.

“El santo no es un nuevo tipo de hombre, es una nueva especie humana”

“Inteligencia sin prejuicios es la que sabe cuáles tiene”

“Hoy para ser puritano basta tener gusto”

“El hombre se refugia en el lenguaje”

Nicolás Gómez Dávila, filósofo y políglota. Cofundador de la Universidad de los Andes (1913-1994)

2025: EL MARAVILLOSO AÑO DEL CINE NACIONAL

 Nunca en toda mi vida, desde que mi primo me llevó a ver con su esposa como regalo de cumpleaños, hace casi veinte años en cine “Soñar no cuesta nada” (2006), y que muchos años después vi “Litigante” (2019) únicamente porque como protagonista estaba una de mis escritoras vivas colombianas favoritas, la maestra Carolina Sanín que con su clase dignifica a mi amada localidad de Chapinero -golpeada, herida y olvidada del poder-. Desde allí, lo poco que he visto ha sido en el cine comercial o en la Cinemateca Distrital -una joya del cine de autor y de la cultura para la el centro de la ciudad, un remanso de paz como pocos-, donde he tenido el honor de ver producciones principalmente europeas pero también americanas y latinas. Cine colombiano ví en 2024, donde “La Piel en primavera” (2023) me llegó al alma como todas las historias realizadas en Antioquia -nunca la fotografía y la narrativa han tratado tan bien las escenas eróticas sin que sean forzadas y el contexto de las comunas de Medellín por fuera del ámbito violento o miserablista tan magistralmente como esa cinta, a la que le debo una reseña-. “Petro” (2023), la ví por RTVC Play (el tiempo que fue gratis y después en cine y finalmente la compran por derechos de autor…las vueltas del bobo) y la analicé en su momento en reseña en este medio para ustedes, mi amada audiencia de Antioquia.

Pero nunca he visto tanto cine ni he cubierto tanto cine -y ojalá siga siendo así lo que queda del año- como en 2025. Y prueba de ello ha sido que el crecimiento de la producción nacional de películas ha dado una multiplicidad de estrenos -estrenar más de diez películas nacionales hace veinte años era una locura que daba risa-. Y que las tres películas, de varias nacionales y extranjeras que he visto este año, tres sean de alto impacto en mi transición de periodista independiente, que de alguna manera habla de cine en estas páginas que Antioquia, generosamente me presta, sino que ahora sea creativo de cine nacional. ¿Para hablar de qué? De historias y de reivindicación de la masculinidad colombiana, y de paso, mi futura carrera en el cine nacional -sin saber si tendrá comienzo o futuro- sea para contribuir a que se hablen narrativas regionales pero también, que no haya absolutos conceptuales de un bando político y estético que históricamente ha dominado las artes locales.

Es la posición de Luis Ospina: solo se aprende cine viendo cine o haciendo cine. Y yo ya he visto mucho…

“UN POETA” (2025): EL HOMBRE ARTISTA “FRACASADO”

La maestra Carolina Sanín en uno de sus típicos “Monólogos” que utiliza como video-columnas para la revista Cambio realizó hace algunas semanas una reseña muy personal y a su estilo sobre esta película. Así que omitiré muchos aspectos sobre su concepción de la masculinidad, primero porque soy otra persona y segundo porque al ser hombre heterosexual, orgulloso de sí mismo, de su género y sexo biológicos y de nacimiento, y que los reafirmo racional y culturalmente -al igual que mis orígenes europeos-, mi enfoque sobre la trama es muy distinto de lo que se ha dicho sobre ella.

Aquí mi juicio hacia las películas, no solamente a ésta  -que es la más mediática, porque al contar con la productora de Dago García, y por lo tanto con el aparato promocional de Caracol Televisión, Cine Colombia y por lo tanto VALOREM, se encuentra más en el inconsciente colectivo ese morbo, esnobismo y curiosidad al tiempo de a ver de que trata-, sino de las tres de esta crítica, lo común es que son colombianas, son excelentes producciones y tienen narrativas diferentes pero genuinas de las masculinidades colombianas en diferentes momentos y modos existenciales.

Escena de “Un poeta” (2025). Foto: Revista Cambio

 

¿Parece complejo no? Pero no. Compleja es la cháchara de ciertas carreras profesionales.

Un historiador graduado hacia la década de los noventa, cuyo talento para la poesía le dio en su momento la oportunidad de ganar premios de poesía pero que por su idealismo, falta de guía en la vida no puede ser reconocido ni brillar en la poesía. Y además, no logró consolidar una relación con su hija nacida de una relación de esa juventud prometedora ya ida. Viviendo en la casa de su mamá, con los respectivos problemas de convivencia con su hermana y cuñado, debido no solamente a su desempleo sino a su problema de adicción al alcohol y de perder al tiempo ya sea discutiendo sobre su obsesión sobre la obra y muerte del poeta bogotano José Asunción Silva, su aversión a Gabriel García Marquez a quien consideraba adicto a la fama…o perdiendo dinero en estafas tipo el príncipe de Nigeria o el banco suizo ficticio -por increible que parezca una familiar mía tiene un señor arrimado en la casa que la tramó con ese cuento y le debe dos años de renta y nada que le paga…pero me echó antes del año a mí de la casa…-.

Antes de seguir: todos los que vimos la película no dejamos de tener atención en que conocemos en nuestro contexto social, familia o amistades alguien con esas características (o tal vez nosotros mismos hemos pasado por ahí).

La hermana, mamada de tener borracho y vagando al poeta -como lo muestra el clásico diálogo de “usted no es un poeta, usted es un desempleado” moviendo influencias le consigue puesto de profesor de español en un colegio privado, donde descubre en unos alumnos pertenecientes a las clases populares de las comunas altas de Medellín, a una niña con talento para la poesía y el dibujo con gran sensibilidad, proveniente de una familia con gran cantidad de hermanas jóvenes con embarazos adolescentes, una madre que trabaja como empleada del servicio de la clase alta y una abuela y tíos que suplen al padre y madre ausentes de ese hogar. El poeta con sus contactos promueve que se capacite y de a conocer los poemas e incluso a que participe en el Premio de Poesía, lo que sale tremendamente mal, y donde se conoce la verdadera cara de las apariencias sociales, la doble moral, el vicio y la hipocresía normalizadas en el ambiente cultural, la cooperación internacional -el masoquismo del progresismo europeo ante el miserablismo y la estafa social latina- y las tendencias “progres” juveniles que hablan de una inclusión en la que no creen. Salvándose de una extorsión y de un malentendido de acoso sexual, sin trabajo, pobre, el protagonista puede llegar a reconstruir lo más importante de todo: la relación con su hija, algo en que ayuda su ex ahijada artística.

“SELVA” (2025): EL HOMBRE NIHILISTA Y AUTODESTRUCTIVO

Escena de “Selva” (2025). Foto: Proimagenes Colombia

Un bogotano -de esos que tienen un acento pretencioso e impostado para creerse mejor que el resto de la república- de clase media alta, no se sabe por qué, pero caído en desgracia que tiene que trabajar en un call center de cobranza de créditos bancarios -con todas las dinámicas y presiones sociales, explotación laboral y lógica perversa de ese ecosistema laboral-, ve que el propósito de los demás no lo llena. Una compañera de colegio con la que salía se va para Medellín a un mejor empleo para crecer, algo a lo que no le ve sentido ni a su intento de relación de pareja; su ex novia, diseñadora gráfica con grandes contratos y que vive con su novia -y lo invita cuando no está- le indica que lo sigue queriendo sin que a él le importe; y su madre, a la que visita cuando se va a ir para siempre, siguiente supuestamente una especie de disfraz de su frustración con la lectura de la Vorágine de José Eustacio Rivera -publicada hace cien años en 1924- y tras el vuelo de los flamingos que llegan a Bogotá por accidente de su vuelo migratorio cerca de 2019 generando un caos en la ciudad -se evidencia que la película empezó a ser grabada en esa época por las imágenes del lema “Bogotá Mejor para todos” de la segunda Administración Peñalosa (2016-2020), por la venta callejera masiva de minutos a celular, actividad casi desaparecida en Bogotá y el viejo sistema de buses pagos en efectivo que gradualmente se fue desmontando en la ciudad hasta su finalización en 2021-.

¿Por qué odio a este infeliz personaje ficticio? Pues no al nivel de la película “La sociedad del semáforo” (2012) que me parece la peor porquería de pornomiseria, izquierdismo barato y lástima que se ha hecho en el cine colombiano y de la que realicé una reseña hace tiempo. Por cuatro razones que muestra en la película en ese entramado del hombre nihilista que es el autismo emocional y la identidad de víctima: 1) su egoísmo y abandono de su madre: solamente almuerza y se despide para regañar, dar quejas y dejar La Vorágine y hacer que escucha sus sueños y los cuentos que lee, pero la deja en el total y absoluto abandono viviendo solo como un fantasma que hace muy buenas pistas musicales, sin hacer nada con ellas; 2) un perdedor absoluto con las mujeres: aquí entro en dos terrenos polémicos, porque no es porque tenga la típica imagen del macho con varias mujeres alrededor, sino que no es capaz de dar valor, entendimiento y sabiduría a sus relaciones personales con entendimiento de la complejidad de las mismas. No pudo con la compañera de colegio porque su no saber qué hacer con su vida veía con envidia, celos y resentimiento hacia ella por lograr su objetivo o meta -algo legítimo- con respecto a su fracaso y falta de propósito -y de ahí, sumado a una sexualidad masculina satanizada y reprimida tanto por las taras judeocristianas como por la nueva inquisición “progre” donde la hombría es casi un pecado, convierte a las nuevas generaciones en futuros psicópatas y sociópatas con mayor y más concentrada misoginia en sus comportamientos no solamente verbales, sino de violencia física y sexual-; y, por si fuera poco, lo deja su reciente novia por una mujer…sí, y así las feministas y los que se las dan de tener “mente abierta” (que no la tienen nunca) digan lo contrario, a mujeres y hombres, la traición y el que los dejen de manera formal por alguien de su mismo sexo les duele más que con el sexo contrario…los reto a que hagan una encuesta fuera de sus burbujas digitales o de nicho de confirmación de prejuicio. Y 3) su estupidez total y amor estúpido a la marginalidad como vicio. Ni Fiodor Dostoievski hubiese definido tan bien a un idiota que anda tras una persona que su vocación es la mala vida como la amiga a la que le regala las pistas que compone para que haga sus líricas de “rap consciencia” -el mercadeo del resentimiento y la economía de la mendicidad de los transportes urbanos- con una gran habilidad con la que abre la película. El imbécil, ya que se va a ir a morir a la selva -lo que probablemente pasó, porque Calamar, Guaviare ha sido zona roja toda la vida y a un idiota que se va sin machete, agua, comida ni guía no le quedan muchas esperanzas-, en vez de dejar sus ahorros económicos (no es sorprendente que tuviera plata sin novia, almorzando gratis donde la mamá, sin mascotas, y viviendo en un sobrevalorado chochal del centro de Bogotá de los futuros “microapartamentos” fomentados por el desarrollismo galanista) a su mamá o a un proyecto serio o a algo útil, le regala la plata a la resentida mujer con la que no tiene -ni tendría relación- por ser su amiga que le escucha al son de la marihuana y hablar basura sus miserias, y que al ser echada del trabajo, se pone a hacer malabares en los semáforos…y adivinen qué hace con más de 8 millones de pesos en efectivo que el cretino protagonista le deja en una tula en la portería: seguir haciendo malabares en un semáforo…

La prueba de que un dios no existe es precisamente que son los cretinos, los chupasangre, los mantenidos y los vagos quienes triunfan, tienen plata y siguen drenando a la sociedad, a su entorno y llevando a la autodestrucción a todo a su paso.

Lo positivo: mi primera parodia de una película colombiana será de “Selva”. Alguien tiene que cobrar factura de esta visión mediocre del hombre bogotano -por increible que parezca no todos somos así-.

“¿POR QUÉ NADIE ME LO DIJO” (2025): LA RESURRECCIÓN DE UN GRAN HOMBRE

Escena de “¿Por qué nadie me lo dijo” (2025). Foto: Proimagenes Colombia

Nunca, salvo la vez en que conocí a la anterior agregada de negocios y embajadora encargada de la gran República de Rumanía -primer nación libre, con legislación anticomunista y las mujeres más bellas de toda Europa oriental- y ver esta película y ganar la confianza y amistad de Agamenón Quintero, que fuera de tener la conexión Caribe de la raigambre de la familia materna -sí, los Armesto pudimos llegar como una epidemia de Antioquia a Ocaña, de Ocaña al sur de Bolívar, a  Atlántico a Córdoba-, nos hermana la tragedia del abuso de la figura de la defensa de la mujer para el uso de la persecución profesional, periodística e incluso para destruir la honra de un hombre.

Él lo sufrió a través de una relación tóxica con una mujer que aparte del daño normal con que lamentablemente la cultura actual está deformando la naturaleza femenina, efectivamente tenía problemas mentales que la hacían una paciente psiquiátrica. La historia se encarna a Jordi (con el actor español Uri Callau) donde el director español con origenes y raices en Colombia, concretamente en Córdoba tanto cultural como de carrera cinematográfica trata de recuperar su vida en medio del acoso mediático, los escraches realizados por la red venenosa y muy eficiente del activismo feminista y progre que le generó cancelaciones de festivales, conferencias y proyectos, sumados al robo y manipulación por parte de la clase política local -algo que lamentamos los descendientes y la diáspora ante la riqueza infinita de la región Caribe, pero preferimos por no perder tiempo del propósito de la vida…o la vida construir en otras tierras-.

Yo, -por primera vez en la historia de mi vida como comunicador cuento esto- en 2021, fui víctima de un intento de falso positivo judicial, en plena rueda de prensa de Corferias para el Agroexpo de ese año. La complicidad de una persona que trabajó en una de las agencias de relaciones públicas del recinto ferial, sumada a mi torpeza de ser “amable” con las personas de servicio general y seguridad sin malicia por ser mi forma de ser y por crianza familiar; y la torpeza de dar a entender a la mente retorcida de esa mujer que yo presuntamente la estaba grabando o “acosando”, soy interceptado por la coordinadora de monitoreo de la SIJIN de la Policía -que me conoce por trabajos que he realizado de periodismo de orden público y seguridad, como mucha gente en la comunidad de inteligencia-, y no se consumó un arresto inminente. ¿Por qué? Porque colaboré con las autoridades -siendo una injusticia-, no fui grosero, no tengo nada que esconder y soy conocido en mi ámbito. ¿Resultado? ABSOLUTAMENTE NADA. Entré a Agroexpo 2021 y fui al 2023 y al 2025. E innumerables escenarios de humillaciones públicas, acoso en eventos estatales y persecución por ser opositor a la Administración Duque (2018-2022), por no querer trabajar subpagado o gratis para medios que ponen la bandera de lo “alternativo” o lo “solidario” para pisotear a los otros con lo más sagrado: su sustento y la honra del trabajo que es el pago justo. Eso me ha convertido en blanco de todo tipo de ataques por no ser dueño de un medio de papel para extorsionar a la ETB, a Canal Capital, a EPM o al Gobierno del Cambio para que me den plata por fingir ser gobiernista o hacer contenidos mediocres. Represento y representaré a El Nodo Colombia, Al Poniente y Kien y Ke siempre porque son quienes confiaron en mí. Y cuando tenga la capacidad económica y de tener un medio de comunicación alternativo que pague decentemente y dignamente, lo haré, cuando primero mi vida personal esté a la altura como ejemplo. Antes no. Y si me toca tener una emisora digital unipersonal, un blog, o un video-podcast: ¡que así sea!

El valor de Agamenon en esta obra de alter ego biográfica, divertida pero que también nos exorciza muchos prejuicios, y nos replantea la reivindicación de la honra y la dignidad humana, también un diálogo justo entre los cambios que debemos hacer como hombres con respecto a la valoración de la mujer cultural y socialmente, pero también impidiendo que los nuevos totalitarismos incuben mediante categorías como “cine feminista”, “cine de los derechos”, “cine-consciencia”, “cine comunitario”…que todo esto, como un gran amigo que tuve del Valle en la Universidad decía: “puro chirretismo organizado”. El cine es cine, el arte es arte, y son infinitos y son para representar, hacerse preguntas y no debe estar condicionado a caprichos de los déspotas de nuevas inquisiciones.

Creo que más allá de mi identidad con la película -y la de muchos hombres y mujeres valiosas y conscientes-, es que el mensaje más grande es este.

A MANERA DE EPÍLOGO

El cine colombiano progresa. El mismo año tres películas de diferentes ángulos con un núcleo común es algo que se debe celebrar desde el punto de vista de la crítica, y de la ejecución de los presupuestos de cultura para financiación del cine -que salen principalmente del pago de las boletas del cine comercial de salas-. Hay narrativas diferentes, hay un gran reto para los nuevos cineastas para crear, escuchar y adaptar inteligentemente y con nuevos equipos para que esas nuevas historias, que son nuestra memoria viva, nuestra identidad, nuestras confluencias y debates internos, muchas veces invisibles, silentes y silenciados se logren, expresar, sin miedo, en un cine y un arte que no tenge etiquetas, ni prejuicios, pero si identidad: la del cine nacional colombiano.

Jhon Jairo Armesto Tren

Con estudios en Administración ambiental de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas-Bogotá. Veedor ciudadano en presupuesto electoral de la Universidad desde 2011 hasta hoy registrado ante la Personería de Bogotá. Columnista de opinión en varios medios de comunicación digitales desde 2013. Actualmente director publicitario de El Nodo Colombia y columnista habitual, además en El Quindiano (Armenia) y Diario La Piragua (Montería, Córdoba)

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