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A nivel regional, somos el cuarto país en producción, superados únicamente por Brasil, México y Argentina. Somos grandes productores, sin duda, pero enfrentamos la dicotomía de ser pobres consumidores. Según un estudio de la Universidad Nacional, para 2023 el consumo per cápita de leche en Colombia era de 140 litros y, desde entonces, la cifra ha descendido.
Sumado a este desalentador panorama para los productores, está también la escasez de compradores. Analac (Asociación Nacional de Productores de Leche) alertó sobre la reducción en la recepción de leche en las fincas por parte de Alpina y Alquería, dos de las industrias procesadoras líderes en el país.
Para rematar y herir de gravedad al sector lechero, se estima que para junio de 2024 se importaron 34.000 toneladas de leche y derivados, equivalentes a 293 millones de litros. Estos productos, en su mayoría, provienen de Estados Unidos con beneficios arancelarios y bajo subsidios del gobierno estadounidense, dejando en desventaja al productor nacional. Al tener un menor costo, las industrias procesadoras se ven tentadas a comprarles a los estadounidenses, mientras los productores colombianos sufren.
Ante esta difícil situación, el presidente ejecutivo de Fedegán, José Félix Lafaurie, se ha pronunciado en busca de alternativas que permitan frenar la crisis del sector lechero.
En una columna de opinión, Lafaurie Rivera planteó al gobierno nacional la necesidad de incentivar el consumo de leche y sus derivados a través de sus programas sociales e instituciones.
»Que las compras públicas ayuden, que la leche sea obligatoria en los menús de guarniciones militares y, sobre todo, por su importancia para el crecimiento, en los hogares infantiles del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el Programa de Alimentación Escolar (PAE)», propuso el presidente ejecutivo de Fedegán para aumentar el consumo.
Sin duda alguna, este sería un mecanismo que promovería el consumo del producto, generando un alivio para la comercialización y estabilizando el precio, un factor que golpea con fuerza el bolsillo de miles de familias campesinas en el país.
No es solo leche, es la esperanza de miles de familias en la Colombia rural y profunda de la que tanto habla el gobierno. Es también seguridad alimentaria y salud para centenares de hogares en condición de vulnerabilidad, donde un litro de leche o un derivado lácteo podría hacer la gran diferencia.
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