Los países de América Latina han sido referente de cambios tanto a nivel estructural como coyuntural, entre finales del siglo XIX y hasta el periodo de la segunda guerra mundial, los cambios fueron significativos en sus estructuras productivas y en la forma como se movilizaba entonces el capital y la mano de obra, en una publicación sobre la historia del Desarrollo económico de América Latina, su autores Luis Bértola y José Antonio Ocampo hacen un gran trabajo por trazar la historia hasta nuestros días.
Sobre ese desarrollo es que tenemos que hablar, me refiero al planteamiento de las políticas para el desarrollo que se dictaminan desde los Gobiernos nacionales, pero también desde la base social, el empresariado, la academia y en general aquellos que propenden por un pensamiento de justicia social. Resulta insensato hablar de desarrollo cuando acogemos discursos populistas que se distancian de la historia económica y social y que no se concilian con las políticas fiscal y monetaria, comercial también, ese discurso de estamos mal porque sí, sin siquiera conocer un atisbo de historia de los países latinoamericanos que tantas batallas han librado, unos mejores que otros, y que desde aquella formulación del mercado dirigido por el estado hasta el libre mercado han sido útiles a los procesos de crecimiento económico pero que lamentablemente no nos han hecho fuertes en la sostenibilidad de las tasas de crecimiento del PIB y en el fortalecimiento del sector productivo con alta intensidad en mano de obra.
Por estos días, la CEPAL ha venido haciendo un trabajo titánico respecto de la concepción del desarrollo económico a partir de las condiciones actuales que muestran una región desigual con afectaciones sobre el nivel de crecimiento económico y por ende de desarrollo, para el secretario general de la CEPAL: América Latina y el Caribe está en una crisis del desarrollo que se expresa en tres trampas: una de baja capacidad para crecer; una de alta desigualdad y de baja movilidad y cohesión social; y una de baja capacidad institucional y de gobernanza poco efectiva.
Siguiendo las tres trampas que plantea José Manuel Salazar, encontramos una región colapsada por múltiples frentes que se terminaron de mostrar desde la pandemia, pero que hoy se reconoce que sin crecimiento sostenido no podemos continuar en la lucha contra la pobreza, la búsqueda del desarrollo, la diversificación productiva y el financiamiento, todo en armonía institucional que permita retomar la cohesión social a través de políticas sanas de evidente resultado.
Así las cosas, la crisis institucional y de gobernanza esta suscitada por la diferencia de pensamiento y la inaceptable capacidad hacia lo efectivo, cambiando discursos por sentimientos y sentimientos por votos, no es el camino, como tampoco reformar de un trazo todo, como buscando un borrón y cuenta nueva, pueden cambiarse elementos fallidos del Estado en concordancia con la independencia de poderes siempre que se permita transitar hacia un mejor estado de Derecho, de más no se debe afrontar directamente la institucionalidad con el discurso de las movilizaciones, porque es precisamente esto último lo que provoca las crisis de gobernanza.
Todos los países que hacen parte de América latina ye l caribe pasan por un momento de preocupación que tiene que ver con la recuperación de la senda del desarrollo, promoviendo acciones nuevas de la política económica y social en el modelo de desarrollo para la región. Y es que tras 200 años de un proceso histórico de cambios y ajustes, nuevamente estamos en una condición difícil: primero, no logramos converger hacia países de economías desarrolladas, segundo, porque estamos haciendo las cosas más, obrando en contra del camino de lo fundamental, estamos socialmente desequilibrados mientras que las políticas se devuelven a buscar métodos que ya no son tan efectivos, en otras palabras estamos en una crisis multidisciplinar por decirlo así.
En este momento, hablar de desarrollo debe despolitizarse para poder avanzar en una agenda académica que plantee el camino que podrían seguir los legisladores si están de acuerdo en la recuperación de la institucionalidad, plantear reformas no puede ser una lucha de poderes entre gobiernos de turno, ampliar la cobertura en programas sociales no debe verse como un éxito político, llamar a las movilizaciones a favor y en contra no puede ser un camino que conduzca a la justicia social.
Finalmente, la capacidad de discernimiento respecto de la crisis del desarrollo se debe experimentar desde la visión global, un país como Colombia es uno de los que conforma la regional latinoamericana y otro de los que Europa, Asia, África, Oceanía tendrán siquiera una visión por su comercio o quizás pase desapercibido en conversaciones industriales debido a la rigidez de su mercado. No, el desarrollo es un proceso que hace tan solo unos 10 años se pensaba como un término perdido de la teoría económica de los años 70 o de la tesis estructuralista, hoy es la reformulación del desarrollo moderno lo que nos va a salvar.
Reitero: sin agendas legislativas autónomas no hay camino para la formulación de política social, sin legisladores capaces no tenemos oportunidad. El populismo hace daño al desarrollo.
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