Cortinas de humo

Costumbre se volvió para el gobierno del cambio fabricar noticias eclipse, escándalos convenientes, que salen al rescate de su mandatario, tapan los exabruptos que poco a poco se conocen, y dan un aire de tensa calma a las incongruencias que acompañan a la izquierda en el ejercicio del poder.


Mirada sesgada e ideológica que se propone sobre los temas coyunturales de Colombia impide retornar a una estabilidad política y social, normalidad frente al diario vivir que impulse la construcción de futuro al tiempo que se hace frente a la crisis económica que acompaña al colectivo ciudadano. Ambiente de polarización, que se respira en los diferentes rincones de la geografía nacional, aflora el torbellino, la tensión que se teje frente al tránsito de las reformas en el legislativo y la estrategia política que seguirá el gobierno, esa que ya fue delineada por Gustavo Francisco Petro Urrego en las marchas de los últimos días. Punto de inflexión que significó el llamado público al orden para los ministros, el cierre al diálogo con los jefes de los partidos políticos, la radicalización del discurso que habla de un golpe blando y el uso de la calle como un recurso político son el reflejo de lo que está por venir, desestabilización de la democracia comandada por su presidente.

Estrategia de exacerbar las pasiones resulta peligroso, táctica de su mandatario de llamar a asambleas populares, soportadas en los sindicatos, los cabildos indígenas, las primeras líneas y los movimientos estudiantiles, se le puede revertir y ahondar en un caos que lejos está de ser solucionado por una Asamblea Nacional Constituyente. Intención de constituir una Guardia Pretoriana, entorno a la figura de Gustavo Francisco Petro Urrego, no es más que la desesperada reacción del ejecutivo ante el emplazamiento, que se hace desde la oposición, para que se ejerza un constante y minucioso control político a las acciones que se gestan desde el Pacto Histórico. Estigmatización que se tiende sobre la prensa, y los medios de comunicación masiva, solo busca cegar el análisis frente al desasosiego, que se propaga en la esfera social, descontento con la apuesta de cambio que está marcada por la parquedad con que la administración Petro Urrego asume los escándalos del día a día.

Soberbia autoritaria de su presidente, que busca excitar en Colombia la discusión reduciendo todo a un problema de clases, llama a volver costumbre el leer entre líneas cada pronunciamiento que trae consigo el obscuro ejercicio del poder regido por Twitter. Construcción de cortinas de humo, desde el smartphone de su mandatario en los escenarios sociales, busca atenuar la gravedad de los acontecimientos. Antes que juegos psicológicos que avivan pasiones como efecto eclipse para tapar o disfrazar los elementos propios de la política moderna, el país requiere una administración pública con los pies en la tierra, un gobernante que asuma sus funciones a cabalidad y concentre su agenda en recomponer el rumbo social de la nación. Pildorita para la memoria llama a recordar que solo quién conoce sus antecedentes puede aprender de los errores del pasado y refundar de manera correcta el camino a seguir.

Sin el ánimo de polemizar y revivir los escándalos del pacto de la Picota, los dineros dudosos que envuelven a Nicolás Petro, los viáticos de Verónica Alcocer, el derroche de dineros públicos por parte de su vicepresidenta, las chuzadas a las empleadas de la Jefe del Gabinete, el proceder de Armando Benedetti, el misterioso suicidio del teniente coronel Óscar Dávila, por solo mencionar algunos, lo que ocurre al interior del gobierno es supremamente grave y debe trascender el ser un bochinche de momento. Si bien el país está plagado de noticias, no se puede perder en la memoria el indelicado actuar de una propuesta política que habló de cambio y está haciendo más y peor de lo mismo que decía combatir. Corrillos de hostilidad que, desde el artilugio de la palabra, buscan captar la atención y pasión de “idiotas útiles” que caen en el juego que propone la izquierda bajo el sofisma de una propuesta de vivir sabrosito.

La tarea de desprestigiar el periodismo, y atajar el libre derecho del ejercicio profesional en la construcción de opinión pública, es la peligrosa frontera que existe entre la democracia y una dictadura. Al gobierno del cambio no lo desprestigian los periodistas, y quienes se atreven a expresarse en las plataformas sociales, el daño se lo hacen quienes fungen como ilustres y “honorables” cabildantes, adalides de la verdad, la bondad y las buenas costumbres, que atropellan los medios de comunicación porque, según ellos, actúan como caja de resonancia contra el ajedrez político que quiere imponer el partido de gobierno. La revolución social, que se propone por parte de su presidente, se diluye entre los tradicionales politiqueros que transitan entre partidos y movimientos, sin sonrojarse, y tienen sumida a la nación en la peor crisis de inequidad social, económica y política de la historia democrática de los colombianos.

El país está en un punto de la historia en el que debe concentrarse en lo crucial, y no caer en el juego distractor de quienes quieren ahondar en las diferencias ideológicas y la confrontación llevada a la violencia. Colombia, lejos de la polarización y el descontento ciudadano, está llamada a bajar el tono y los ánimos, tomar acciones concretas para reconocerse y aceptar al otro desde sus diferencias. Encontrar el espacio de cada uno al interior de la cultura nacional sin caer en el activismo y desviar la atención en temas secundarios. Incendiario panorama, que se percibe en la nación frente a los horrendos estereotipos de la odiosa corrupción, la manipulación y demás malquerencias que acompañan al gobierno de su mandatario, difícilmente trascenderán las innumerables cortinas de humo que se tienden para atacar al adversario y desviar la atención de lo coyuntural.

Estratégico resulta para su presidente el salpicón informativo de las plataformas sociales, apelar a la impresión selectiva de la población para posicionar temas relevantes y diluir hechos circunstanciales que están llamados a mostrar las consecuencias de un inadecuado comportamiento. Disfraz que se emplea de cara al país para hablar de “dignidad” olvida que el argumento proviene de las ideas y no de la violencia de pensamiento, palabra, o acción. Invitación al odio solo altera el problema, y es muestra de la incoherencia de su mandatario que día a día aumenta las tensiones y acrecienta la desigualdad social de un pueblo sumido en el hambre. Crisis económica sustentada en el nerviosismo que produce, en el mercado, un caudillo populista con ausencia de ética, falta de sentido común, y escaso compromiso con el país.

Problema para las fuerzas de izquierda fue aferrarse al antagonismo incoherente de quien estructuró la visión de futuro desde la mitomanía que lo caracteriza, sectarismo político que le impide reconocer el centro y aportar al respeto por las diferencias. Sabio pensador del ejercicio político colombiano que, haciendo uso de los micrófonos mediáticos y los escenarios sociales, sesgó peligrosamente a la opinión pública hacia el socialismo progresista. Prócer político que con falsos señalamientos busca eclipsar las investigaciones que pesan sobre sus familiares, núcleo cercano y los íconos del Pacto Histórico. Cumplimiento de la ley, proverbio que poco y nada se ajustaba a la izquierda populista, es el que se necesita en este momento que se requiere actuar en concordancia con la lógica, la razón y la responsabilidad que conducirá al salvamento de la patria. Responsable con los ciudadanos será ejercer con compromiso el poder, alejarse de la mentira, la traición, la incapacidad, la arrogancia y la oscuridad que tiene sumida a la gente en una doble moral que no la dejaba avanzar.

En la política todo vale, todos, absolutamente todos, tienen larga cola que se les puede pisar. Normalización de los comportamientos non santos atizan los señalamientos y agudizaban la crisis de credibilidad en la clase política colombiana. Lejos de una descontextualización de la realidad, los graves señalamientos que salen a flote requieren de la acción inmediata de la justicia y un pronunciamiento claro, directo y firme de los implicados. Silencio e incómodo ruido que acompaña a su presidente, siembra serias dudas sobre un proyecto político que apostaba por un giro de 180º en el ejercicio del poder y la política social de la nación. Conexidad de movimientos y personajes cuestionados, por sus nexos con las maquinarias, radicalizan un gobierno que lejos está de las propuestas de campaña y está enfrascado en una cacería de brujas que explota la rabia, exalta la corrupción, desata la violencia y avivaba los odios que ahondan la polarización que desviaba la atención sobre lo verdaderamente importante, el futuro del país.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/andresbarriosr/

Andrés Barrios Rubio

PhD. en Contenidos de Comunicación en la Era Digital, Comunicador Social – Periodista. 23 años de experiencia laboral en el área del periodística, 20 en la investigación y docencia universitaria, y 10 en la dirección de proyectos académicos y profesionales. Experiencia en la gestión de proyectos, los medios de comunicación masiva, las TIC, el análisis de audiencias, la administración de actividades de docencia, investigación y proyección social, publicación de artículos académicos, blogs y podcasts.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.