A escasos tres meses del final de su mandato, Juan Manuel Santos se apresta a entrar a la historia como el presidente menos popular en mucho tiempo. Errores de su gobierno, pero también una feroz oposición, hicieron que su credibilidad y obra se vean diluidos en el pesimismo y en una campaña electoral que ha estado dominado por un discurso en contra de Santos y que raya en lo antisistema. Pero creo que el país corre un alto riesgo de elegir a un presidente cuya bandera esté sustentada en desconocer cualquier avance que haya tenido la sociedad colombiana en los últimos ocho años, porque impide la continuidad de lo bueno, mejorar lo malo y ajustar lo que deba ser ajustado.
¿Cuáles son, entonces, los elementos más destacables de la obra de Juan Manuel Santos en sus ocho años de presidencia? Es importante mencionar que tales elementos no son sólo la marca de su gobierno sino que han ido impregnando un cambio sustancial en el país, toda vez que replantearon las prioridades de la sociedad, tendrán una incidencia directa en la economía y marcaron hitos que plantean nuevos retos, en detrimento de los viejos. El primer gran elemento que deja el Gobierno de Santos es, sin duda alguna, el acuerdo de paz con las FARC. El desarme de cerca de siete mil hombres, su reintegración y el abandono de casi 200 municipios por parte de este ejército ilegal es un avance significativo que plantea un reto que el país no había considerado de forma distinta en los últimos cincuenta años: la presencia integral del Estado con provisión de bienes públicos que potencien el desarrollo y cierren la brecha regional. Sin ese acuerdo, sería difícil plantearse este reto y el próximo gobierno no sólo debe mantener las condiciones para los excombatientes y el silencio de los fusiles, sino que resulta esencial avanzar en la consolidación del Estado en estas regiones.
El segundo gran elemento es la construcción de infraestructura. No es un asunto de poca monta duplicar en ocho años el número de dobles calzadas construidas en Colombia en toda su historia. Lamenta uno que algunos candidatos a la presidencia no reconozcan la necesidad de mantener una política que se ha visto traducida en una ampliación de la capacidad instalada del país. Hace falta y existen retos sobre cómo lograr la sostenibilidad del modelo 4G, cómo se evitan los retrasos en la construcción y se planea mejor la envergadura de las obras, pero negar que Colombia avanzó en ese campo sería mezquino. Por supuesto, hace falta profundizar en vías secundarias y terciarias, en aeropuertos regionales como el de Buenaventura y rehabilitar la red ferroviaria. Pero aquí, hace falta gallardía para aceptar que es imperativo que el próximo presidente construya, literalmente, sobre lo construido.
El tercer gran elemento ha sido la reducción de la pobreza. Con una adecuada coordinación institucional, el Gobierno de Santos consolidó los esfuerzos realizados por su antecesor en reducción de la pobreza y de la pobreza extrema. No sólo incorporó el indicador de medición de la pobreza multidimensional, sino que adelantó la tarea en materia de ampliación de la cobertura de subsidios, jornada única escolar, mejoramiento y construcción de vivienda social, acueducto y alcantarillado y el esfuerzo por recuperar y sanear el sistema de salud, que aún tiene deficiencias. Falta un gran recorrido en este sentido, pero el avance debe consolidarse en los próximos cuatro años.
Nada más peligroso para una democracia que cuando quien gobierna ignora y desconoce el legado de quienes han gobernado. Hay realidades incontestables y una de ellas es que con el esfuerzo de los últimos gobiernos, Santos ha construido unas bases más sólidas que deben aprovechar los gobernantes venideros. Me niego a creer en el éxito de un país que cada cuatro años apuesta por el fatalismo, la fracasomanía y por ignorar su pasado. Por eso, invito al próximo presidente a aceptar los tres elementos más importantes del legado de Juan Manuel Santos que aquí señalo y construya sobre ellos.