América Latina tiene suficiente información acerca de cómo terminan los regímenes populistas en los países que han optado por esa forma de gobierno. Quizás tan relevante como el relato de las consecuencias de esos experimentos es la descripción de lo que sucede antes de su inicio. Los acontecimientos recientes en Turquía y en Italia son ilustrativos.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan ha estado presionando al banco central para que reduzca la tasa de interés, no obstante una inflación del 11% anual. Anticipando su triunfo en las elecciones convocadas para el mes de junio, anunció que se proponía tomar el control de la política monetaria, una típica medida populista. La resultante fuga de capitales y la fuerte devaluación de la lira obligaron al banco central a hacer una drástica elevación de la tasa de interés, en condiciones de crisis cambiaria.
En Italia, las elecciones favorecieron a una coalición populista, con una actitud hostil hacia la Unión Europea. Antes de que se hubiera logrado conformar el nuevo gobierno, se desvalorizaron los bonos de la deuda soberana italiana y se elevó el costo del financiamiento externo. En ambos casos, los mercados financieros reaccionaron antes de que se hubieran implementado las agendas populistas anunciadas. Las expectativas de que en el futuro próximo se adoptarían políticas populistas tuvieron consecuencias económicas inmediatas.
Estas reflexiones sirven para hacer lo que los alemanes denominan un denken experiment acerca de lo que sucedería en Colombia en la eventualidad del triunfo del programa populista identificado con la admiración por Hugo Chávez, la estatización de la economía y la política internacional del Foro de Sâo Paulo.
Si bien una perspicaz analista internacional sostiene que los colombianos no se suicidan, entre otros motivos, por tener cerca el espejo de Venezuela, es útil prever lo que sucedería si cambian de parecer. Lo que a continuación se sugiere es que, justificada o no, la reacción de los inversionistas a un triunfo electoral populista estaría condicionada por la experiencia venezolana, y sería inmediata.
Por una parte, quienes le dieron el beneficio de la duda a Chávez, confiando en que lo que sucedió en Cuba no podía pasar en Venezuela, han tenido razones para arrepentirse. Eso explica que en Colombia haya menos disponibilidad a esperar para que un gobierno populista demuestre que esta vez será diferente.
Por otra parte, el sector financiero colombiano tiene cierto tamaño: $420 billones de depósitos en los bancos y entidades similares; $230 billones administrados por los fondos de pensiones; y US$26.000 millones de inversión de portafolio extranjera en TES. Estas sumas tienen como respaldo común la confianza en que el manejo de la economía colombiana seguirá siendo prudente, confiable, predecible y aburrido. La pérdida de esa confianza las tornaría volátiles.
Un triunfo populista provocaría una salida masiva de capitales, acompañada de una corrida de depósitos bancarios, a partir del 18 de junio. Los dirigentes de un eventual régimen populista iniciarían labores con preocupaciones aún más apremiantes que las del cambio climático.