“La implicación de Irán en el conflicto Hamás-Israel es un componente esencial de una estrategia regional más amplia destinada a contrarrestar la influencia económica, política y militar de Estados Unidos en el Oriente Medio.”
Breve contexto del conflicto entre Israel y Hamás
La historia del conflicto entre Hamás e Israel abarca más de 25 años. Momentos de particular gravedad incluyen la primera Intifada en 1987, conocida como la «Guerra de las Piedras», y el período entre 2000 y 2005, marcado por la segunda Intifada. Este último evento resultó en el estancamiento de los Acuerdos de Oslo de 1993 y en el fracaso de los Acuerdos de Camp David de 2000, mediados por Estados Unidos. Sin lugar a duda, el ataque de Hamás y la subsiguiente y dura respuesta del gobierno israelí han llevado al máximo la violencia entre ambos bandos. A la fecha, los secuestrados ascendieron a 240 israelíes, de los cuales 69 fueron liberados en el marco de la tregua declarada el 24 de noviembre. Aproximadamente 1.200 ciudadanos judíos fueron asesinados a manos de los militantes de Hamás, así como cerca de 17.400 palestinos (al 09 de diciembre) por parte del ejército israelí, según datos de la ONU y Al Jazeera.
El papel de Irán
Irán desempeña un papel crucial en el conflicto entre Hamas e Israel, al ser protagonista de primer orden del llamado «Eje de la resistencia». El cual lo integran Irán, Siria, Afganistán, Pakistán, Hezbolá en el Líbano, milicias chiitas en Irak (organización Badr, Kataeb Hezbolá, Asaib Ahl al Haq), Hamás y Yihad Islámica en Gaza y los Hutíes en Yemen. Sus integrantes comparten la afiliación a la rama chiita del islam, una de las dos principales corrientes junto con el sunismo. La única excepción en este caso son las organizaciones palestinas, que son de orientación sunita, pero que, debido al conflicto con el Estado de Israel, han encontrado afinidad en la esfera de influencia de Irán.
Los objetivos declarados del Eje abarcan destruir el Estado de Israel y contrarrestar la influencia estadounidense en Medio Oriente. Además, Irán utiliza a sus aliados como instrumentos para socavar las negociaciones que pondrían en peligro sus intereses estratégicos en la región, tales como los esfuerzos de normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel bajo los Acuerdos de Abraham de 2020. Los acuerdos, que inicialmente incluyeron a Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos y fueron mediados por Estados Unidos, son percibidos por Teherán como amenazantes, ya que podrían abrir la puerta a que el resto de la Liga Árabe reconozca al Estado de Israel. Por su parte Estados Unidos busca con dichos acuerdos privilegiar a Israel, aumentar sus vínculos con otros países árabes, impulsar a Arabia Saudita como potencia regional y, de este modo, aislar a Irán.
Con respecto a la relación de Teherán con Hamas y Hezbolá, la inteligencia estadounidense no ha encontrado evidencia. El Departamento de Estado de Estados Unidos ha sostenido que Irán proporciona a ambas organizaciones la mayor parte de su financiación, así como entrenamiento, armas, explosivos, apoyo político y diplomático. Sospecha que toma fuerza con el reciente ataque de Hamas a Israel. Según Michael Herzog, embajador israelí en Estados Unidos, su gobierno considera que las acciones están relacionadas con «influencias iraníes». Asimismo lo dejó entrever el embajador de Israel ante las Naciones Unidas, Gilad Erdan, al informar en el pleno de la organización que el presidente iraní, Ebrahim Raisi, se reunió con los líderes de Hamás en Siria y Líbano. Por otro lado, Antony Blinken, Secretario de Estado estadounidense, mencionó a CNN que, aunque aún no hay evidencia directa que vincule a Irán con este ataque específico, hay, sin duda, una relación de vieja data entre Irán y Hamás.
Según The Wall Street Journal las fuerzas Al Quds, el brazo internacional de la Guardia Revolucionaria de Irán (GRI), junto con el grupo Hezbolá, aliado militar de Irán en el Líbano, desempeñaron un papel fundamental en la preparación y logística de dicho asalto. Sostiene este medio que Ismail Qaani, líder de Al Quds, se reunió periódicamente en Beirut con figuras clave como Hassan Nasrallah (Hezbolá), Ziad al-Nakhala (Yihad Islámica) y Saleh al-Arouri, jefe militar de Hamás.
El líder supremo de la república islámica de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, ha rechazado tales especulaciones. No obstante, Teherán no ha ocultado su simpatía por los actos de Hamás, que ha calificado como «defensa propia». De igual modo Raisi respaldó esta perspectiva, elogiando los esfuerzos de «resistencia» de dicha organización y destacando el apoyo de Irán a la legítima defensa de la nación palestina. Mientras que el ministro iraní de Relaciones Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, ha subrayado el respaldo «inquebrantable» de Irán al «Eje de la resistencia».
El apoyo de Irán a sus aliados, como ya se mencionó, va más allá de los simples espaldarazos trascendiendo a la preparación militar y ayuda financiera. Amir Ali Hajizadeh, comandante de la Fuerza Aeroespacial de la GRI, explicó que su enfoque se centra en capacitar a aliados y amigos para adquirir habilidades y tecnologías de misiles en lugar de proporcionar soluciones directas. Los mismos altos mandos de Hamás y Hezbolá han admitido públicamente el apoyo material de Irán. Mahmoud al-Zahar, miembro de la dirección de Hamás, reveló en diciembre de 2020 haber recibido 22 millones de dólares (unos 21,6 millones de euros) en efectivo durante una reunión celebrada en 2006 con Qassem Soleimani, excomandante de la Fuerza Quds.
¿Pero cuál podría ser el papel de Irán a futuro en el marco de los nuevos acontecimientos? En este sentido, se vislumbran dos posibles escenarios de actuación. El primero es que este país decida enfrentarse directamente a Israel, desencadenando así un conflicto de proporciones mundiales insospechadas. El segundo, que mantenga un protagonismo en la “sombra”, respaldando a sus aliados en la región y jugando estratégicamente para neutralizar la influencia de Estados Unidos y su principal aliado, Israel; ello en asocio de potencias como China y Rusia.
Escenario 1: Intervención directa de Irán
Irán amenazó con una intervención directa en caso de una operación terrestre israelí en Gaza. Aunque hasta el momento ello no se ha materializado, muy a pesar del avance del ejército israelí en el norte de Gaza desde la noche del 27 de octubre. No obstante, dicha posibilidad no debe descartarse. Este escenario podría desencadenar una escalada significativa, involucrando a países como Irak, Siria y Líbano, y, por supuesto, a Estados Unidos, con consecuencias catastróficas tanto a nivel regional como global, afectando la economía y la seguridad mundiales.
Hezbolá se percibe como la primera línea de defensa de Irán contra posibles ataques a sus instalaciones nucleares. Las milicias chiíes que habitan el sur del Líbano cuentan con un vasto arsenal de cohetes y misiles, en gran parte proveído por Teherán, lo cual agrega más complejidad al conflicto. Esta conexión estratégica genera riesgo de una conflagración más amplia, pues cualquier ataque a este grupo podría desencadenar una respuesta escalonada por parte del ejército iraní. La demostrada voluntad del gobierno iraní de desarrollar capacidades militares avanzadas, como misiles de largo alcance y sistemas no tripulados, presenta un desafío sustancial para la región y la comunidad internacional en su conjunto.
La advertencia sobre posibles consecuencias catastróficas, no solo para el Medio Oriente sino para el mundo entero, subraya la gravedad de la situación. La posibilidad de una gran guerra allí se vislumbra ya con múltiples actores listos para escalar el enfrentamiento. De hecho, ciertas acciones demuestran que esto ya podría estarse dando. Los Hutíes entraron en la confrontación al lanzar varios misiles desde Yemen hacia Israel (12 de diciembre) y amenazaron con atacar cualquier barco que se dirigiera a Israel en respuesta a los ataques en Gaza. Además, la Milicia Resistencia Islámica de Irak ha atacado bases militares estadounidenses (14 de noviembre) en el noreste de Siria, concretamente en la provincia de Deir Ezzor.
En el contexto de un conflicto a gran escala, Estados Unidos podría enfrentarse a la necesidad de destruir el programa nuclear de Irán. El cual se encuentra en una etapa crítica de desarrollo, acercándose peligrosamente a la capacidad de producir armas nucleares, según agencias de inteligencia europeas. Sin embargo, Irán ha persistido en su desarrollo nuclear a pesar de la presión internacional, defendiendo la naturaleza pacífica de su programa en concordancia con los derechos reconocidos por el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), al que está suscrito. Una posible guerra nuclear llevaría a un escalamiento sin precedentes al conflicto en Medio Oriente, con costos insospechados en vidas humanas y pérdidas para la economía del mundo.
La eventual participación directa de Estados Unidos en la región no solo acarrearía costos económicos y políticos, sino que también presentaría desafíos con repercusiones en múltiples áreas. Aunque es innegable que una acción militar a gran escala conllevaría consecuencias económicas sustanciales, vinculadas a los gastos para financiar la guerra y la posterior reconstrucción de infraestructuras afectadas, se hace imperativo sopesar igualmente el impacto político interno. La administración del Presidente Biden se vería sometida a una carga política significativa en caso de intervención militar, sobre todo en vista de las elecciones presidenciales de 2024. El riesgo de comprometer el capital político del Presidente en un conflicto de tal magnitud podría influir en la toma de decisiones, impulsando un enfoque más cauteloso y diplomático con el objetivo de evitar confrontaciones directas.
Además, el contexto económico desempeñaría un papel crucial en la decisión de intervenir. En un momento en que la economía estadounidense se encuentra en proceso de lenta recuperación, el Congreso podría mostrar reticencia a asumir los costos financieros asociados con una guerra. Los recursos destinados a la recuperación económica y otros programas internos podrían ser redirigidos hacia el conflicto, generando tensiones en el ámbito doméstico.
Escenario 2: Irán como espectador activo
La implicación de Irán en el conflicto Hamás-Israel es un componente esencial de una estrategia regional más amplia destinada a contrarrestar la influencia económica, política y militar de Estados Unidos en el Oriente Medio. Escenario que podríamos denominar como el de la geopolítica regional. En este Irán podría seguir respaldando a Hamas, pero evitaría un papel de liderazgo directo en el conflicto y un aumento significativo de su participación militar. Estrategia que podría ser vista como más sostenible a largo plazo, evitando un excesivo costo humano y político.
El objetivo central de Irán sería el de abrir múltiples frentes contra Israel, tanto desde el norte con Hezbolá y la Yihad Islámica en el Líbano, como desde el sur con Hamás. Los combatientes de Hezbolá disponen de un arsenal de 150.000 cohetes que pueden utilizar contra las principales ciudades israelíes. En efecto, dicho grupo se ha reivindicado unos once ataques a bases militares en el norte del territorio judío, específicamente en las regiones de Ramya y Metula, acciones que han sido respondidas con relativa contundencia por parte del ejército israelí.
Estados Unidos ha mantenido una sólida alianza con Israel, proporcionando un respaldo constante tanto en lo diplomático como militar. La firmeza de este apoyo, bajo la administración de Biden, se ha evidenciado recientemente con el despliegue en el Mediterráneo (15 de octubre) de dos de los portaaviones más avanzados de Estados Unidos, el USS Gerald R Ford y el USS Eisenhower. El despliegue se ha complementado con la presencia de escuadrones de aviones de combate F-15, F-16 y aviones de ataque A-10, así como el envío de equipo adicional y municiones.
El papel de Washington hay que mirarlo desde una perspectiva geoestratégica asociada al acceso a recursos energéticos en esta zona del mundo. Washington tiene enfocada su visión en controlar tres puntos clave de la península arábiga, entre el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, como son: los estrechos de Ormuz y Bab el-Mandeb así como el Canal de Suez. El control de esta área es capital para gestionar el flujo de petróleo y gas hacia el mercado global. Dada la importancia de estas rutas marítimas, Washington busca preservar su acceso y estabilidad, lo que se traduce también en una presencia militar significativa en la región. Presencia que busca no solo proteger los intereses económicos, sino también mantener un equilibrio de poder que favorezca la agenda política y económica de Estados Unidos en Medio Oriente.
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La perspectiva geopolítica debe considerar un ingrediente adicional: la relación de Teherán con China y Rusia. Dos actores que no pueden ignorarse en el ajedrez actual en que se ha convertido el Oriente Medio. Ambas naciones introducen mayor complejidad en el actual escenario. La presencia creciente de China en la región ha sido gestionada mediante una actitud cautelosa y pragmática hacia los desafíos políticos y de seguridad. La conciencia de Pekín sobre la importancia del fortalecimiento de sus relaciones con actores clave como la Liga Árabe, Irán, Turquía e Israel, destaca su intención de desempeñar un papel estratégico en la configuración futura de toda la región.
El respaldo chino frente a la solicitud de Irán para obtener membresía plena en el BRICS[1], sugiere una alianza estratégica que podría tener repercusiones significativas en la dinámica regional. La colaboración entre Irán y China presenta desafíos tanto para la estabilidad de esta parte del mundo como para los intereses occidentales allí. La visita del presidente iraní a China en febrero, su encuentro con el presidente Xi Jinping durante la XV Cumbre del BRICS en agosto y la solicitud de Irán para unirse a la Organización de Cooperación de Shanghái[2] en la cumbre de Samarkanda (celebrada en septiembre), destacan la importancia de esta relación bilateral. Otra consideración sobre este asunto fue el anuncio del líder chino sobre la reapertura de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní, hecho que resalta el interés de Pekín en la estabilidad y la resolución pacífica de conflictos en Medio Oriente.
China muestra una disposición que no confronta directamente la estructura de seguridad liderada por Estados Unidos en Oriente Medio. Aunque busca lograr objetivos geopolíticos importantes, el Gigante oriental evita desempeñar un papel central en la política regional. La prudencia china se manifiesta en su creencia de que, dado que Estados Unidos ha asumido la responsabilidad de la seguridad en la región, debería abordar con cierto distanciamiento los conflictos geopolíticos que se dan en territorio árabe.
La estrategia del «Collar de perlas» de China, con su red de bases militares y puertos, revela la ambición del país asiático de asegurar sus suministros y ejercer control sobre las naciones vecinas. Esta estrategia tiene como objetivo proyectar su influencia y poder desde el mar de China Meridional hasta el cuerno de África. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) hace parte de tal proyecto, con la que el gobierno chino pretende conectarse con el sudeste y el sur de Asia, Asia Central, el Océano Pacífico, África y Europa, a través de una serie de inversiones en infraestructura de transportes y comunicaciones. Aunque de manera menos intensiva, la estrategia de Estados Unidos ha sido contener a China mediante su propio «collar». Ambos collares se basan en doctrinas de contención, cada uno con sus intenciones fundamentadas en sus propias capacidades militares, económicas y políticas.Fuente: https://elordenmundial.com/
De manera simultánea, la estrecha relación entre Irán y Rusia, caracterizada por el intercambio de armamento avanzado, presenta un desafío adicional y considerable para los intereses occidentales en la región. Antes del conflicto en Ucrania, Rusia era el principal proveedor de armas y equipamiento a Irán. Ahora, observamos un cambio de dinámica, con Irán suministrando a Rusia drones, equipos, municiones de artillería y tecnologías más avanzadas. Además, Moscú ha apoyado los esfuerzos para que Irán se integre a la Organización de Cooperación de Shanghái y a los BRICS.
A modo de conclusión
La influencia determinante de Irán en el conflicto entre Hamas e Israel emerge como un elemento clave que configura los posibles caminos futuros de esta crisis. Su papel protagónico en el «Eje de la resistencia» no solo refleja una conexión estratégica con diversos actores regionales, sino que también introduce la posibilidad de escenarios que van desde una intervención directa hasta una participación estratégica más prudente pero decidida. La relación de Irán con China y Rusia añade un complejidad geopolítica, sugiriendo que las ramificaciones de este conflicto pueden extenderse más allá de la región del Medio Oriente. Ante estos desafíos, la comunidad internacional se encuentra ante la urgencia de abordar de manera efectiva las tensiones en curso y buscar soluciones diplomáticas que puedan allanar el camino hacia una salida negociada al conflicto Israel-palestino.
[1] Acrónimo para referirse al grupo de países conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
[2] Integrada actualmente por ocho Estados miembros: China, India, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán.
Felicitaciones por tan juicioso análisis. Es importante ver los sucesos desde varias ópticas. Gracias por presentarla así.