La confianza según la Real Academia Española (RAE) es la “esperanza firme que se tiene de alguien o algo” y que subyace en creer en la capacidad de actuar de manera adecuada en una determinada situación, independientemente de las circunstancias. La confianza se verá más o menos reforzada en función de las acciones y los valores, y se convierte con ello en un bien inmaterial preciado por la mayoría de las personas.
Sin embargo, la desconfianza ciudadana está en aumento, aspecto que genera una desconexión entre sociedad e instituciones públicas, poniendo así en riesgo la cohesión social y debilitando el contrato social, asimismo generando dificultades importantes en la gobernanza y el buen desarrollo de las políticas públicas que puedan ofrecer mejor calidad de vida y oportunidades a sus ciudadanos, además, provocando un desinterés por lo público y lo político, que puede verse reflejado en un menor control social, una menor participación y una puerta abierta a la corrupción.
En Latinoamérica los ciudadanos tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos, el informe Perspectivas Económicas de América Latina 2018 nos muestra que tres de cada cuatro personas no confían en su gobierno y alrededor de un 80% cree que la corrupción se encuentra en las instituciones públicas, una desconfianza que viene creciendo de los últimos años, ya que en 2010 esta cifra oscilaba entre el 55% y 67%.
Colombia no es ajena a la crisis de confianza en las instituciones, el 72% de los ciudadanos considera que los líderes gubernamentales tratan de engañar a la población, según el Barómetro Edelman Trust, el país pasó del número 53 en el 2020 al 48 en el 2021 en el índice de confianza general aspecto que muestra una reducción de 5 puntos en tan solo un año, generando un mayor alejamiento entre Estado y sociedad.
La impopularidad del Presidente según la última encuesta que realiza la firma Cifras y Conceptos es del 71%, y, de los alcaldes de las principales ciudades del país como Bogotá, Cali Y Medellín se sitúan en 46%, 74% y 41% respectivamente, lo cual, demuestra que los gobiernos cada vez más se alejan de la ciudadanía y se acentúa una inconformidad generalizada hacía los organismos que representan a la población, lo que dificulta la capacidad para canalizar el pensar colectivo. Estas cifras se encuentran en línea con una marcada tendencia a la desafección política e insatisfacción con el funcionamiento de la democracia.
Por lo anterior, los líderes políticos, económicos y sociales debemos trabajar en el fondo y las formas para buscar recuperar la confianza de los ciudadanos, tanto los que están en nuestra línea de pensamiento ideológico como quienes piensan diferente. Es fundamental trabajar en liderar y gobernar con el buen ejemplo en acciones que reflejen sinceridad, compromiso, disciplina, coherencia, y transparencia en el actuar.
Los ciudadanos hoy reclaman personas cercanas que fortalezcan la cohesión social, restablezcan la confianza institucional que es crucial en el diseño e implementación de reformas económicas, ambientales y sociales orientadas a incrementar la calidad de vida de los ciudadanos. Cuando generamos confianza podemos generar valor con el fin de promover principios de cooperación entre los agentes económicos, sociales y gubernamentales, lo que posibilita formas eficientes de organizaciones económicas que reducen los costos de transacción y negociación, con impactos positivos en el desempeño de las instituciones, resolución de conflictos de bienes públicos y crecimiento económico.
Por lo tanto, tenemos el reto de avanzar hacia instituciones más confiables, más capaces, más abiertas e innovadoras para continuar con una senda de mayor desarrollo inclusivo y un mejor desempeño económico.
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