El año pasado, me correspondió ser el encargado de investigar y relatar la realidad sobre el partido político Colombia Humana en el especial Izquierda sin Máscaras. Un trabajo que me llena de orgullo ya que, a pesar del aluvión de odio recibido por las hordas de fanáticos, sirvió a mucha gente para dejar claro que ese “partido” no es más que un culto a un peligroso megalómano.
NOTA: La imagen de esta columna la extraje de la cuenta del usuario de Twitter @PapiNostra. Todo el reconocimiento a su incansable trabajo por luchar contra el populismo más rampante de este país.
Hoy, a casi más de un año del lanzamiento de la columna en referencia (ESPECIALES EL BASTIÓN: Colombia Humana, un culto a la megalomanía), la tesis sostenida no sólo se ha mantenido intacta sino que, ahora, existe más y mejor evidencia de ella, como por ejemplo: el escandaloso evento en mi ciudad natal Barranquilla el pasado 10 de septiembre.
Sin embargo, esta vez no pretendo convencer a los posibles incautos extasiados por la entusiasta retórica del megalómano, sino poner a reflexionar a los que ya saben la verdad sobre el petrismo: sobre catalogarlo como una enfermedad dentro de la democracia colombiana.
Para ello, dejo aquí unos puntos a consideración.
Con “P” de populismo
Sin duda alguna, el populismo es el síntoma más característico del petrismo como enfermedad, entendiendo al populismo como la constante mención de propuestas políticas poco realistas que gozan de gran aceptación entre las masas. Al día de hoy no existe un “gran discurso” de Petro sin alusión a alguna de su ya conocidas –y disparatadas– propuestas. Cosa de correr las bases de la democracia.
Pero aquí me permito señalar que esto está cambiando. Como bien dejé claro en otra columna (El Fundamentalismo de Estado), los populistas modernos viven mutando sus delirantes propuestas como una función natural y permanente del Estado. Esto es lo que les ha permitido avasallar en redes sociales y, obviamente, en la academia. Un movimiento cuanto menos, astuto y sagaz, porque los reviste de un aura falsa de intelectualidad, empatía y progreso.
Ello distorsiona el sano y propositivo debate que se genera dentro de una democracia saludable, volviéndola un manojo de insultos, pasiones y discusiones sin sentido que transforman el ecosistema electoral para que el megalómano llegue más fácil al poder. Algo como lo que dicen las abuelas: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Con “P” de partidismo radical
Si el populismo es la primera característica, el partidismo radical es la segunda. Es irreal el nivel de fanatismo al que pueden llegar los seguidores de Petro, más si es en su defensa. Tampoco es natural su respuesta ante las críticas –objetivas o no– que las hacen desde diferentes ángulos, llegando al punto de tomarlas como una ofensa personal. Lo peor es que reaccionan en grupos organizados, lo que le garantiza al crítico una horda de ataques sin descanso.
La mayor evidencia de ello lo registré en otra columna llamada El Petrosplaining, la cual, es una aproximación a ese fenómeno de reescribir o justificar alguna afirmación falsa que dijo Petro. Allí consigno varios ejemplos, sugiero una definición más completa y evidencio que no es un evento aislado o fortuito de “x” o “y” persona, sino un comportamiento generalizado de sus seguidores.
A pesar de lo dañino que puede ser el populismo, para mí, esta es más riesgosa, ya que deja en claro que cualquier crítica, comentario u objeción hacia lo dicho por Petro en su hipotética administración, será justificación para un masivo escrache por parte de sus lacayos y adeptos, o bien, causa suficiente para ser censurado y castigado por vías legales.
Con “P” de peligroso
Pero en resumidas ¿Qué tan peligrosa es esta enfermedad? Pues sólo basta ver a Argentina para tener una imagen vivida de lo que sería Colombia en manos de Petro. Con una pobreza superior el 50%, una inflación desatada, mucha inseguridad y una crisis social innegable, Argentina –después de la tragedia venezolana– es un país fallido gracias a las mismas ideas que el megalómano propone.
Es común escuchar a los políticos de allá que la inflación no es un fenómeno monetario sino multicausal, y que es la avaricia del empresario, y no la emisión inorgánica, la causante del alza generalizada de precios ¿Les suena parecido?
Otra gran similitud en las propuestas es la ampliación desmedida del Estado vendiéndolo como sinónimo de mejoría social. Para hacer referencia a un tema específico, está el del sistema de salud, en el que se muestra la salud pública como la panacea que nos salvará del COVID-19 mientras que, la salud privada, es una condena de muerte hecha por el mismísimo Lucifer. Cosa rotundamente falsa, ya que países con salud con prevalencia del sector privado, como lo es Corea del Sur –gran aliado de Colombia–, han sabido sortear esta crisis de mejor forma que países con mayoría de salud pública, como la propia Argentina, que tiene más fallecidos que Corea del Sur. Lo anterior, sin contar además que Corea del Sur tiene más contacto con el país epicentro del brote vírico.
El desastre de Argentina es un caso dramático que no debemos olvidar, porque es el primer país en vías de destrucción bajo las banderas del progresismo –como se autodenominan los partidos gobernantes–, mismo que abandera Gustavo Petro.
Posdata
Como barranquillero, me alegró ver la forma en que la ciudadanía ni se inmutó ante el lanzamiento de su campaña electoral. La mayoría de los participantes eran foráneos que poco o nada tienen que ver con nosotros y, mucho menos, representan alguna significancia en las elecciones locales.
Barranquilla sabe lo que está en juego, y no volverá a los 12 años de atraso que trajeron las alcaldías “alternativas” como la del cura Hoyos. #BarranquillaNoEstáConPetro
Este artículo apareció por primera vez en nuestro portal aliado El Bastión.
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