“La Religión —cualquier religión— ha sido instrumento de manipulación, que se deriva en una dominación ciega sobre un grupo de individuos, los cuales conforman La Sociedad Civil.”
Si hay algo que este país preserva es su creencia en Dios, acompañada de un conservadurismo radical -por algunos sectores de la política- derivado a su mala y, quizá, maquiavélica interpretación sobre los textos y prácticas bíblicas. Esto es algo completamente ambiguo. ¿Cómo un país tan creyente, disciplinado y fiel a Jesús (el Cristo), es tan violento y contrario a sus prédicas? Una conjetura mía con respecto a esto es: La Religión —cualquier religión— ha sido instrumento de manipulación, que se deriva en una dominación ciega sobre un grupo de individuos, los cuales conforman La Sociedad Civil.
Con base en lo anterior, hemos observado como grandes líderes, inspirados por su paupérrimo intelecto, pero con una viveza mordaz, se han autoproclamado “elegidos”; tal es el caso del pacifista, conciliador y dignísimo candidato presidencial Santiago Botero, un hombre de pulso firme, que no es de “armas tomar”, sino que las armas se “va a tomar”; argumentando que será “el” quien dará, dizque, “justicia divina”
¿Esto es en serio? Eso que dice ese tipo es un sofisma. Según los pasajes de los evangelios, estoy seguro que Jesús no tendría nada en común con Botero “el justiciero divino”.
Para continuar con la ilustración de desadaptados políticos, traigo a colación un líder mundial —del cual, mi duda sobre su cabello es la misma sobre la legitimidad de su mandato déspota—. Es el imponente Donald, un tipo que tiene atemorizado a más de medio planeta debido a sus políticas exteriores. Este señor hace algo, aun, más peligroso que lo que hace Botero; Trump convence a su electorado que son elegidos por Dios. Este es un verdadero manipulador, pues la narrativa que usa es sorprendente, ya que, al usar las emociones, como medio de comunicación, despierta nuestra necesidad de pertenecer a algo.
Ya hemos visto dos ejemplos: El primero usa a Dios —o la iglesia— para exaltarse a si mismo, mientras el segundo, usa a Dios —o la iglesia— para mover una multitud. Sin embargo, quiero añadir un ejemplo más, pero este, a diferencia de los anteriores, causa lastima con el fin de manipular.
El protagonista de este ejemplo es un tipo ruin, decrépito, fanfarrón y, posiblemente, delincuente. Este señor es Álvaro Uribe (Recordemos que Uribe está en juicio y, en el momento en el que escribo, está a punto de irse a la cárcel por lo más bajo que ha hecho, según las acusaciones en su contra en diversos procesos)—., el cual, sin pena alguna, quiere presentarse de mártir: va a la iglesia y tiene a Dios constantemente en sus trinos. En conclusión, un “santo”. Uribe acude a dar pena, con el fin de que todo lo que ha hecho pase por alto, y, todavía, pueda manejar su barco —que es el CD— en las próximas elecciones. Personalmente, espero que este tipo pague por lo que ha hecho y se vaya a la cárcel, lugar que se merece.
En últimas, ya hemos visto como se usa a Dios —o la iglesia— con fines políticos, cuando no debería ser así. Las prédicas de las iglesias deberían ser contrarias a estas peroratas populistas. Por eso, debe existir una emancipación hacia estos discursos, por lo contrario, esa gente seguirá jugando con nuestras convicciones.
Esas creencias son importantes en Colombia, pues la mayoría del país tiene su credo en algo divino. Gracias a eso nuestra mayor conjetura está en manos de La Iglesia Católica, que últimamente ha tenido un papel admirable, siendo conciliador y mediador sobre los discursos políticos de odio. Ese debe ser el verdadero papel de la religión en la política.
Actos como el mencionado anteriormente tienen similitud con una fuente teológica hermosa que es: La Teología de la Liberación. Una fuente de pensamiento católico basado en lo que Jesús predicó principalmente: La comprensión y ayuda sobre los oprimidos.
Colombia es un país donde abundan estas personas agobiadas, y el papel fundamental de la iglesia debe ser la ayuda sobre ellos. De esta forma, se reduce gradualmente la instrumentalización de la religión y cualquier otra como medio de manipulación con fines políticos.
Un ejemplo de esto es un sacerdote, el cual Petro lo nombra siempre que puede, y es Camilo Torres Restrepo, un personaje polémico por su decisión de tomar las armas, pero con ideas basadas en el bien común.
Por eso, sin importar la religión y evitando caer en manipulaciones, enfoquémonos en lo importante que es ayudar a quien lo necesita, de esa forma construiremos país. Así que los invito a que practiquemos el amor, no solamente el amor del sexo ni el amor de las palabras. Practiquemos un amor colectivo, un amor verdadero, un AMOR EFICAZ.
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