En los próximos días se realizará un plebiscito ratificatorio por la fusión de los partidos Convergencia Social y Revolución Democrática, el cual se realizará los días 9 y 10 marzo de manera online y que puede verse como un paso fundamental para un sector político de izquierda en Chile que necesita devolverle la esperanza a un país, ya que luego del fracaso del proceso constituyente, la unidad se vuelve una obligación.
Lo planteo en esos términos, al encontrarnos en un momento histórico en el país y en el mundo, de crisis de legitimidad de la política, aprovechado por sectores de ultraderecha que están en una verdadera guerra y cruzada contra quienes creemos en un mundo más justo, que redistribuya el poder en distintos ámbitos, que permita democratizar la democracia y construir formas de vivir mucho más sostenibles.
De ahí que la unión de Convergencia Social y Revolución Democrática no solo responde a una historia y mirada común del país, iniciada con las movilizaciones estudiantiles del 2011 y de la creación del Frente Amplio el año 2017, sino también como respuesta a un contexto político de crisis institucional y de malestar ciudadano, que necesita una fuerza que dispute los sentidos y horizontes del país de manera articulada.
Quienes cuestionan el proceso de fusión del partido único podrán decir que ha sido todo muy rápido, apresurado y que han faltado más instancias de diálogo y discusión ideológica, lo que puede ser cierto, pero en la política y en la vida uno no elige las condiciones que le tocan, por lo que buscar otro momento o que reúna todos nuestros requerimientos como militantes; es ver el tema desde nuestros propios ombligos personales.
También se podrá decir que los principios presentados en los nuevos estatutos del partido único (1), no están lo suficientemente desarrollados y que les falta una bajada en muchos sentidos, pero hay que verlo como un piso, el cual deba llevarnos a construir desde las bases un nuevo proyecto político que se conecte con las necesidades de las y los chilenos, y que dé una alternativa diferente al país.
En cuanto a los principios propiamente tal, me parece un buen comienzo para esta nueva fuerza, como lo son el ser un partido democrático, socialista, feminista, ecologista, popular, descentralizado, diverso, patriótico, latinoamericanista, internacionalista, que aboga por la paz, que proclama la libertad, que promueve la probidad y transparencia, así como estar fundado en la esperanza.
Pero lo que más me gustó de los principios de los nuevos estatutos, fue rescatar el pensamiento, la acción, el legado y la memoria histórica de grandes personajes de Chile como Francisco Bilbao, Teresa Flores, Luis Emilio Recabarren, Elena Caffarena, Eugenio González, Olga Poblete, Clotario Blest, Julieta Kirkwood, Salvador Allende y de tantas personas que han luchado contra la dictadura y siempre por la democracia.
Me parece que desde ahí, se pueden abrir nuevas discusiones que permitan recoger la experiencia histórica de todos ellos y del presente, de manera de pensar el modelo económico que quisiéramos impulsar en Chile, ante la persistencia de un sistema neoliberal y extractivista, que no se sostiene ni social ni ambientalmente en el país, dado la crisis climática imperante, evidenciado con los incendios recientes en la Región de Valparaíso.
Ante esto, hay que ver esta posibilidad de fusión de partidos como una oportunidad de construir una izquierda que no caiga en los vicios de muchas izquierdas corruptas, autoritarias y totalitarias en el mundo, como ha pasado en algunos países de la región, pero también de los vicios de otras izquierdas que han terminado por ser meros administradores del modelo neoliberal, siendo incapaces de instalar nada, o muy poco, en el mejor de los casos.
Pero lo más urgente, es frenar la llamada batalla cultural que está dando la ultraderecha o fascismo libertario en el mundo y en Chile en particular, en donde sus voceros más conocidos, como es el caso de los hermanos Kaiser (2), plantean explícitamente una batalla contra el mal, el satanismo, la oscuridad y el degeneramiento, que vendrían a ser todos aquellos que nos identificamos con la izquierda y creemos en un mundo más justo.
En consecuencia, ante discursos tan fanáticos y escalofriantes de este tipo, llenos de odio y desprecio por lo diferente, desde una supuesta pureza y verdad absoluta, tenemos que estar organizados y preparados y nunca subestimarlos, ya que lo que pasó en Argentina con Javier Milei, en Brasil con Jair Bolsonaro o en Estados Unidos con Donald Trump, nos debiera movilizar más que nunca como militantes.
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