El 19 de julio de 2026 el partido Comunes pasará a medirse bajo las reglas ordinarias del sistema político. Concluye así un periodo transicional que, en el corto plazo, facilitó el tránsito de las Farc-ep a movimiento político legal, y en el mediano plazo, su participación en el Congreso de la República con diez curules directas, cinco en Cámara y cinco en Senado; una financiación excepcional y no sujeta a su participación en corporaciones públicas; la creación de un centro de pensamiento y el asiento con un delegado -con voz pero sin voto- en el Consejo Nacional Electoral.
El largo plazo, el que definirá el futuro del partido político que surgió de la guerrilla más poderosa que alguna vez se haya conocido en el hemisferio occidental, se disputará sin transición o excepcionalidades, será con las reglas y procedimientos formales de un sistema político que no se pudo cambiar en virtud del acuerdo de paz. Que se encuentra cooptado por la corrupción y el clientelismo.
Pensando en ese escenario, analizaré lo que se podría venir para Comunes a partir de dos afirmaciones.
Primera: sin personería jurídica, se acaba la reincorporación
Falso. La personería jurídica solo otorga unos derechos de habilitación mientras que la reincorporación, sin remitirse exclusivamente a lo electoral, comprende una serie más amplia y espaciada de procesos. No todos los firmante son militantes de Comunes, pero todos los firmantes sí están en una ruta de reincorporación que comprende, además de lo político, las dimensiones económicas y sociales. Con avances notables, como la creación de una red de cooperativas, y con grandes frustraciones, como el abandono de algunos proyectos productivos debido al desplazamiento forzado.
La personería jurídica solo garantiza su continuidad en el sistema de partidos como una fuerza política nacional. Ni más, ni menos. Pero ¿Qué deben hacer los comunes para no perder la personería a partir de 2026?
Tienen, por lo menos, tres caminos.
El primero camino implicaría integrarse al partido único que se viene proponiendo desde Colombia Humana, perdiendo de facto su personería jurídica y convirtiéndose en una tendencia. Esto conllevaría a que sus dirigentes deberían negociar con las otras tendencias lo relativo a: la otorgación de avales, la posición en las listas -sea abiertas o cerradas-, la distribución de la financiación para acciones específicas y el asiento en instancias de dirección. De entrada, perdería su autonomía ingresando en un permanente estado de negociación en razón de una personería jurídica compartida.
El segundo se relaciona con una eventual participación en “Unitarios”, plataforma de confluencia de sectores políticos y sociales más bien pequeños -enanos entre enanos- que no le copian a la propuesta del partido único -la cual es asumida como una mera ampliación de la Colombia Humana- y que de cara al 2026 buscarán presentarse con lista propia al Senado. Si Comunes opta por integrarse a esa lista y está termina superando el umbral electoral -que estará fijado para el 2026 en aproximadamente 650.000 votos- conservaría su personería jurídica y su condición de partido político nacional; eso sí, bajando el porcentaje de su financiación y su representación en el Congreso -que a bien podría mantener con uno o dos congresistas-.
Y el tercer camino es que se presente con lista propia al Senado bajo la expectativa de superar el umbral electoral. Algo que considero inviable, ya que sus resultados en las elecciones nacionales, entre 2018 y 2022, con 55.587 y 25.708 votos, respectivamente, dan cuenta de, por un lado, el decrecimiento de su plataforma electoral, y por otro lado, de su incapacidad para jugar en soledad si la meta es superar un umbral que estará por encima del medio millón de votos.
Segunda: Comunes no es partido político nacional
Verdadero. Comunes solo puede ser considerado como un partido político de alcance nacional en razón a la transición. Se trata de un partido con una personería jurídica constitucionalizada en un periodo transicional -al igual que su participación directa en el Congreso-, al no tener una personería sujeta a la superación de un umbral, tampoco tiene los incentivos para crecer desde lo local-regional a lo nacional; es decir, en principio no tiene por qué recorrer el camino que recorrió Fuerza Ciudadana que de movimiento regional, buscó, sin lograrlo, convertirse en un partido político nacional.
La nacionalización de Comunes está en el papel. Solo puede ser comprensible a la luz de la transición. Un vistazo a sus resultados tanto en las elecciones nacionales como en las subnacionales dan cuenta de su naturaleza como un partido in extremis reducido en su capacidad de movilidad electoral. Su base electoral se caracteriza por su concentración en grandes núcleos urbanos -Bogotá, Medellín y Cali-, sin contar con un sólido arraigo regional, o con un factor en clave identitaria -como el que caracteriza a los partidos de origen religioso- que solvente una nacionalización no mediada por el fichaje de gobernadores, alcaldes, diputados o concejales.
Así pues, ad portas de concluir la transición, los comunes deben entender que no son una fuerza política nacional; aquel crecimiento de arriba hacia abajo, desde el cual los representantes y senadores jugarían un rol decisivo como actores mediáticos o con capacidad de gestión, simplemente no ocurrió. Siendo algunos de ellos excelentes congresistas -especialmente el senador Omar Restrepo y el representante Pedro Baracutao- el espacio de opinión que han podido direccionar a la base electoral del partido ya se lo devoró el Pacto Histórico en 2022; además, en lo que va del Gobierno Petro el partido por cuenta propia no ha tenido mayor figuración.
La clave se encuentra – y lo digo con cierto sentido de pertenencia hacia un partido por el cual tengo afecto- se encuentra en crecer desde lo local-regional hacia lo nacional, algo que en el mejor de los casos podría tomar décadas; asimismo, proyectar e impulsar nuevos liderazgos, propiciando una articulación sostenible con el movimiento social y no la mera disputa por el poder en el juego electoral nacional. Ser lo que verdaderamente es: un movimiento político territorial, con una base socio-electoral de trabajadores, jóvenes, lideres barriales y defensores de la paz. Ni más, ni menos.
Crecer para volver con todas las credenciales al escenario político nacional dependerá del compromiso y ampliación de esa base. Ahí está el futuro del partido más allá de la continuidad o no de una personería jurídica.
A los comunes les digo: el 19 de julio de 2026 no será el final, tan solo, será un nuevo punto de partida.
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