En medio del ambiente de crispación política que se viene intensificando en el país, con sectores extremistas haciendo acusaciones temerarias, atentados, homicidios y hostigamientos a actores políticos; debemos, de forma inmediata y poniendo siempre la vida por encima de todo, rechazar cualquier expresión de violencia. Iniciando por la violencia verbal que conlleva, tarde o temprano, a otros peligrosos escenarios de violencia.
Ningún colombiano o colombiana, cualquiera que sea su ideología, filiación o militancia partidista, debe ser víctima de actos de violencia política. De ninguna violencia. Peligra la democracia cuando los discursos de odio se sobreponen a la vida, generando un peligroso caldo de cultivo para el escalamiento de la violencia.
Vale la pena volver al Acuerdo de Paz suscrito entre el Gobierno Santos y la extinta guerrilla de las Farc-EP en 2016 que dispuso de una serie de medidas encaminadas a superar la violencia política; entre ellas: la creación de un Pacto Social y Político orientado a “hacer efectivo el compromiso de todos los colombianos/as para que nunca más, se utilicen las armas en la política”; la creación de un Sistema Integral de Seguridad para el Ejercicio de la Política -SISEP-; y el Estatuto de la Oposición.
El SISEP y el Estatuto de la Oposición, afortunadamente, ya son una realidad, con algunas dificultades, por supuesto, pero son herramientas institucionales orientadas a ofrecer condiciones de seguridad y, a su vez, habilitar espacios de participación.
Ahora, se debe poner sobre la mesa la necesidad de consensuar un Pacto Social y Político entre todas las fuerzas vivas de la Nación que sea promovido desde las ciudades y regiones del país, buscando hacer efectivo el compromiso de todos los colombianos para que nunca más, se utilicen las armas en la política; ni se promuevan organizaciones o acciones violentas que irrumpan en la vida social vulnerando los derechos humanos; se respete la vida y no se incurra en discursos de odio y estigmatización.
Un Pacto Social y Político para decir, entre todos y todas, a una sola voz: No más violencia política; no más estigmatización; no más muertes por pensar diferente.
Un compromiso que nos debe convocar y unir como sociedad, como seres humanos, sin mediar coyunturas o afanes electorales, porque la vida debe estar por encima de las diferencias políticas y absolutamente nada legitima que las disputas políticas -la esencia del debate democrático- se diriman con violencia y odio.
Es una llamado a la reflexión, a la mesura y a la unidad en defensa de la vida en un momento donde el país demanda grandeza. Que sea un compromiso por la vida y el futuro de un país que no puede seguir condenado a reciclar violencias y odios.
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