Sé que es arriesgado tratar un tema que supone en su interior un montón de ráfagas de sentimientos, no es sencillo descifrar en varias palabras lo que puede significar cumplir sueños en tiempos donde la esperanza es fusilada en cada esquina. Aun así, tomaré la iniciativa de desorbitar un poco lo que nos hace seres un poco simplistas –en sentido de lo que no supone valor, así sean cosas grandes- y a veces mediocres. Hay un refrán del Talmud que dice: -Si yo no soy para mí mismo, ¿quién será para mí? Si yo no soy para mí solamente, ¿quién soy yo? Y si no ahora, ¿cuándo?- Desde el día en que leí este refrán sólo hago una cosa: aprender lo que soy, desaprender lo que no soy y sumergirme en las cosas que parece tienen más valor ¿Como cuáles?: días de lluvia con olor a nube, letras para sopesar la increíble realidad y otras tantas cosas que me hacen sentir plena en medio de la arbitrariedad, no se necesita mucho la verdad.
La esperanza, sutil inclemencia de las cosas invisibles, es el primer paso para saber que detrás de cada pared hay un extenso campo que espera. De pronto este sentimiento de lo lejano es de los que hace nudos en la garganta y al mismo tiempo constituye una cobija de las más calienticas, pero mientras tanto, la espera se va siendo destructiva y no es para menos, esperar siempre es el abismo que nunca quisiéramos encontrarnos. Pero hay que saber o por lo menos tener muy presente que este sentimiento no puede ir alejado de los ideales de construcción del propio ser, están íntimamente ligados y deben ir siempre en el mismo vaivén. Hay que esculpirse para ir entendiendo las formas que nos ha dado la vida y el universo, ir subiendo a los límites que no siempre significan la caída, derribarlos mientras nos construimos, puede ser ésa la solución para soñar mientras lo demás no significa nada.
Somos unos seres extraordinariamente inverosímiles: podemos confluir en un instinto sumamente animal, mientras sentimos la bondad más linda ¡Qué bello error cósmico!. Hemos llegado a este destino para terminar de moldearnos, nos han hecho a medias y estamos aquí para sentirnos libres mientras profundizamos en lo que está más allá de las capacidades mediáticas. Pico Della Mirandola, escribió un texto bellísimo llamado: Oratio de hominis dignitate, una clase de epopeya que convoca a la idea de la renovación a partir de un modelo apenas naciente que necesita reconstruirse y reinventarse: “No te he dado ni rostro, ni lugar alguno que sea propiamente tuyo, ni tampoco ningún don que te sea particular, ¡oh Adán!, con el fin de que tu rostro, tu lugar y tus dones seas tú quien los desee, los conquiste y de este modo los poseas por ti mismo. La Naturaleza encierra a otras especies dentro de unas leyes por mí establecidas. Pero tú, a quien nada limita, por tu propio arbitrio, entre cuyas manos yo te he entregado, te defines a ti mismo. Te coloqué en medio del mundo para que pudieras contemplar mejor lo que el mundo contiene. No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o de un hábil escultor, remates tu propia forma.”
Soñar, es lo único que podríamos decir que le pertenece al ser humano, es lo único que entraña en sus nociones la identidad, nadie más, sólo el ser mismo puede incubarse y sentirse allí, en un plano que va más allá del tráfico o la constitución de moralismos impuestos. Por ejemplo, el arte es un sueño,- no en el sentido onírico, sino en el sentido esperanzador- a partir de esta manifestación, podemos transfigurar todas las realidades, nos hace sentirnos ajenos y por eso se degusta de una manera casi sublime: no disfrutaríamos presenciar el cadáver de alguien, pero sí lo haríamos mientras vemos esa muerte esculpida en un Picasso.
Bueno, hasta este punto diríamos y, ¿Dónde están los pasos para poder soñar en tiempos difíciles? Pues bien, los pasos y reglas, son las primeras consecuencias que se deben anular, no porque el mundo deba verse de una forma anárquica –aunque a veces es necesario- sino, porque ese tipo de enumeraciones nos llevan a creer en las barreras, como los 10 mandamientos y demás cuentas que hasta ahora no se han cumplido y probablemente tampoco se cumplirán. Hay que traducir las emociones más remotas que revolotean por ahí en todo el cuerpo ¿en qué sentido? Hace muchísimos siglos, el neandertal apenas podía pronunciar unas cuantas onomatopeyas, a partir de esta necesidad de poder comunicar las emociones: tristeza, felicidad, ansiedad, desasosiego, probablemente nació el habla y el lenguaje, de esta manera evolucionamos y se establecieron las creencias y visiones humanistas. Asimismo se debe crear un conducto por donde salgan todas esas emociones, nunca dejarlas atrancadas, esto generaría amargura, tristeza y agonía del alma. Por último, la revolución va más allá de tener un arma y unas botas muy bien lustradas, también se entiende como luchar y mantener los sueños, que aunque impalpables, son una realidad y una necesidad interna, en definitiva significa guardar la esperanza.
Quiero dejarles una reflexión de Platón. Los seres humanos antes de vestir el disfraz del cuerpo, éramos almas puras que podíamos ver la verdad ¡la pura!, tan fascinante era eso de ver la verdad, que en los hombros de nosotros, se podían ver las plumas nacientes para poder volar. Cualquier día, nos obligaron a beber el agua del Río Leteo, que en sus propiedades tenían el ingrediente activo del olvido. Cuando nos olvidamos de la verdad, las alas se desvanecieron y al mismo tiempo fuimos entrando en una tristeza profunda y eterna, es por eso que siempre añoramos la verdad, porque alguna vez supimos lo que era volar.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://scontent-a-iad.xx.fbcdn.net/hphotos-ash3/t1/1656364_1408183376106190_338834949_n.jpg[/author_image] [author_info]Sara Botero Jaramillo Comunica y escribe, no le gusta escribir lo que ha hecho pero sí le gusta escribir ficciones, crónicas y ensayos. Entiende que la vida es un respiro y que por esa misma razón debe plasmarse en cualquier espacio del universo. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
«Se debe crear un conducto por donde salgan todas esas emociones, nunca dejarlas atrancadas, esto generaría amargura, tristeza y agonía del alma…», y a pesar de la amargura que guardo por no ser mi propio canal desde hace un tiempo de esa infinita realidad para contar, tu texto es la prueba más ilustrativa y viva de lo que ideaba yo hace cinco años con Camino Al Poniente, que luego tomó forma en alguna medida por el ímpetu de otra vida, una nueva generación.