El aprendizaje es un proceso continuo en el cual la actualización de relaciones funcionales se hace evidente no solo en la conducta verbal, sino a nivel interno cuando se involucran procesos psicológicos básicos y las estructuras cerebrales inician su protagonismo en curso.
El aprendizaje va ligado a un concepto muy importante, la educación; la cual constituye una serie de pasos estructurados con el fin de llegar a un fin y se enfatiza en el curso de la evolución desde las primeras etapas de la vida, en diferentes ámbitos sociales y culturales que dejan huellas que propagan la inmortalidad de las mismas.
El concepto etimológico del vocablo “educación” según García Carrasco y García del Dujo (1996), viene de la raíz “criar” y “discipular” lo cual implica cuidado, disciplina y por supuesto, instrucción. Al aplicar este vocablo al diario vivir, podemos evidenciar que poco o nada se parece a nuestra realidad educativa, no existe el proceso de acompañamiento, tampoco existe el sistema como tal que modifica comportamientos mediante la instrucción, lo único indiscutible es que se da valor al almacenamiento masivo de información que incluso puede solo ser retenido en nuestra memoria a corto plazo, pero que no tiene una aplicación práctica, carece de sentido y carece de un significado que permita pasar a nuestra memoria a largo plazo y hacer vida la información que transita a través de nuestros sentidos.
Es un hecho que desde las neurociencias se ha abarcado la educación, aunque pese a los avances en la materia, poco o nada se aplican los conceptos para que nuestro cerebro aprenda a aprender. La pregunta sería ¿Cómo aprende el cerebro? Pues bien, para abordar esta pregunta hacemos énfasis en todo el proceso interno que hace que el aprendizaje y la educación tengan una aplicación práctica.
La información que recibimos entra a nuestro cerebro a través de los sentidos, los cuales están perfectamente adaptados para extraer información y darnos la visión más completa de nuestra realidad. Sin embargo, esto es solo la puerta de entrada, puesto que a partir de ese momento toda información del mundo exterior debe pasar un filtro importante para ser absorbida por nuestro cerebro, este filtro se encuentra ubicado en el tronco cerebral, esa área intermedia entre la medula espinal y el cerebro el cual se denomina Sistema Reticular Ascendente, (SARA), conformado por un conjunto de neuronas de gran tamaño cuya carga eléctrica es superior a la demás.
Su ubicación estratégica, que a su vez forma parte de la formación reticular, permite prorrumpir en ambos hemisferios cerebrales para alcanzar estructuras anatómicas muy importantes, áreas cerebrales complejas con aferencias y eferencias hacia todo el Sistema Nervioso Central. Posteriormente si pasan el filtro del SARA, ingresan al tálamo en donde toda la información sensorial con excepción de la olfativa, es evaluada y proyectada a las respectivas áreas corticales, esta evaluación permite hacer un peritaje acerca de la información, es decir, si la información que esa estructura recibe está a favor o contra supervivencia, tal como lo define el Neurocientífico Joseph LeDoux (1999) quien afirma:
“la existencia de una pequeña estructura neuronal que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Esta vía secundaria y más corta – una especie de atajo – permite que la amígdala reciba algunas señales directamente de los sentidos y emita una respuesta antes de que sean registradas por el neocórtex.”
Este camino corto da la garantía de la supervivencia, en la cual la evaluación de la situación es rápida y determina si un estímulo es o no peligroso, por lo tanto el camino involucra una red que se vincula con un banco de memoria amigdalino en donde solo una porción de la información que ingresa al tálamo pasa a la amígdala, la cual si considera que un estímulo es peligroso pone en alerta al hipotálamo para enfrentar el peligro.
Sin embargo, el camino corto no solo involucra respuestas rápidas en contra supervivencia, sino a favor de la misma, por lo que el Núcleo Accumbens, afín al sistema de recompensa, es el protagonista, el cual garantiza la supervivencia. Así las cosas, la red estaría compuesta de la siguiente manera; Información que ingresa a través de los sentidos + Tálamo + Núcleo Accumbens + Hipotálamo.
Si meditamos en lo anterior, llegamos a una afirmación importante respecto a la forma en que nuestro cerebro aprende; si el aprendizaje proporcionado en las aulas es a favor de supervivencia (desde un punto de vista evolutivo) la red que se activa proporcionará el acercamiento al respecto al ámbito educativo, es decir el contexto y todos sus componentes en el aula estarán involucrados para que el estudiante adquiera la información que se le brinda. No obstante, la información es mucha, por lo que tiene que ser filtrada y procesada, focalizando la atención y guardando en la memoria solo la información clave para la supervivencia, teniendo en cuenta que la forma en como el cerebro responde a cada uno de los estímulos determina en gran medida cuál atrae su atención y por ende la activación de estructuras que forjarán el proceso.
Por otro lado los lóbulos frontales desempeñan un papel protagónico, ya no desde una evaluación corta e imprecisa a favor o en contra de la supervivencia sino para que el organismo pueda adaptarse en un contexto de aprendizaje implicando la atención y la memoria, los cuales se definen como las condiciones previas para el óptimo funcionamiento de otros dominios cognitivos. Castillo-Parra, Gómez, & Ostrosky – Solís (2009).
Desde esta perspectiva, la manera más efectiva para que nuestro cerebro aprenda bajo una configuración más compleja, al momento de almacenar, codificar y posteriormente evocar la información es a través de las funciones ejecutivas, las cuales son las encargadas de planificar, secuenciar y dirigir nuestra conducta hacia una meta y a adaptarse a los cambios, entre otros. Helm- Estabroooks & Albert (2005); Musso (2010); Florez & Ostrosky- Solís (2008).
A pesar de no hacer una valoración rápida, la utilización en pleno de estas funciones dependen de la evaluación inicial que se hace con la información, por ende las funciones ejecutivas repercuten en lo que llamamos atención ejecutiva. El Doctor Michael Posner se centra en los mecanismos atencionales, los cuales permiten regular las respuestas emocionales (vía corta) y la información sensorial, es decir; dirige la atención hacia planes y metas no solo en términos académicos, sino a nivel social.
Siguiendo esta línea, vemos involucrada la emoción en todo el contexto educativo, iniciando desde la economía cerebral, (si me permiten llamarlo así), para la evaluación y ejecución rápida de la acción, hasta niveles más complejos que implican funciones superiores. Con base en esto podemos asegurar que el estado emocional en el aprendizaje a nivel ejecutivo, es de suma importancia. Si logramos en las aulas de clase establecer cambios que activen el SARA pro supervivencia, involucrando estímulos en el entorno para alcanzar objetivos académicos, el proceso interno dará como resultado un aprendizaje significativo y adaptado al sujeto en particular.
Por el contrario, si nos encontramos en un entorno conocido, sin ningún tipo de cambio, nuestro SARA no se activará y el proceso resultará tedioso, nuestra cerebro no requiere el gasto de una atención ejecutiva, no hay razón que despierte la actividad interna que promueva redes hebbianas estables a lo largo del tiempo.
Resulta aprovechable dar cierre a lo descrito en este blog, con lo señalado al respecto por el científico Judy Willis: “El registro de los estímulos sensoriales que pasan por los filtros cerebrales, está fuertemente influenciado por los estados emocionales… podemos contribuir de forma efectiva especialmente cuando los niveles de estrés (contra supervivencia) se mantienen bajos y es en ese momento cuando la información cognitiva más valiosa es filtrada y seleccionada para pasar a la memoria”.
Referencias
Castillo-Parra, Gómez, & Ostrosky- Solís (2009) Relación entre las funciones cognitivas y el nivel de rendimiento académico en Niños. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias. Abril, vol 9, n° 1.
Florez, Julio & Ostrosky- Solís, Feggy (2008) Neuropsicología de los lóbulos frontales, funcione ejecutivas y conducta humana. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias. Abril, vol 8, n° 1.
LeDoux, J. (1999) El cerebro emocional. Barcelona. Simon & Schpaperbacks Edit.
Perea-Bartolomé, V & Ladera-Fernández (2004) El tálamo: aspectos neurofuncionales Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias; 38 (7): 687-693.
Pozo, A., Del Mar, M., Álvarez, José., Luís., Navas, L., Otero, E (2004) la educación como objeto de conocimiento. Madrid.
Bibliografia
Desempeño ejecutivo. Interdisciplinaria (online) 2010, vol.27, n.1. Disponible en: <http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S166870272010000100007&lng=es&nrm=iso>.
Willis, Judy. Estrategias para convertir la información en conocimiento. Revista de difusión Asociación Educar.
Depto. de Anatomía, Escuela de Medicina Pontificia Universidad Católica de Chile “Curso de Neuroanatomía”. Disponible en:
http://escuela.med.puc.cl/paginas/departamentos/anatomia/cursoenlinea/down/fr.pdf
Prof.: Juan Pablo Peñaloza, Facultad de Medicina. Universidad de Los Andes Mérida – Venezuela, Disponible en:
http://www.medic.ula.ve/anatomiahumana/juan_penaloza/formacion_reticular/funciones.html
Universidad Nacional de Colombia, facultad de Medicina sede Bogotá visible en http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/medicina/mtria_morfo/neuro/und_1/pdf/sistemareticular.pdf