Comentarios sobre la obra Los Estetas de Teópolis de José María Vargas Vila
“Como éste no es un prólogo sino una advertencia, hecha ésta, nada más tengo que decir”J.M.V.V.
Según la Real Academia de la Lengua, un esteta es una persona que adopta una actitud esteticista, anteponiendo la belleza formal a cualquier otro valor, o que cuida en grado sumo la belleza formal en una obra de arte u otra faceta de la vida. Este sin duda no era el caso de José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla, mejor conocido como José María Vargas Vila cuya obra fue más allá de los cánones de la estética y el protocolo.
Vargas Vila fue quizás uno de los más grandes escritores colombianos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Sin embargo, su vida y obra fue vetada y subestimada durante mucho tiempo, debido a la feroz persecución que tuvo por parte de las élites políticas y clericales durante y después de su existencia. La obra de este multifacético escritor fluctuó entre la novela y el panfleto, se destacó por su literatura un tanto gótica y rocambolesca, pero de corte absolutamente contestatario y antiimperialista.
Su vida transcurrió en un periodo convulso de transformación política y social; durante este, la nación se configuraba en medio de guerras civiles y particiones territoriales. En sus 73 años de vida acontecieron hechos que marcarían el rumbo del país. Vargas Vila nació en la Confederación Granadina en 1860 formada bajo la constitución federal de 1858 y murió en la República de Colombia en 1933. En ese periplo histórico, el territorio se debatió entre Los Estados Unidos de Colombia, el Olimpo Radical y la Hegemonía Conservadora, momentos en los cuales el profesor autodidacta nacido en Piedras (Tolima) tomó partido; militando en el liberalismo radical, bien fuera empuñando las armas o bien esgrimiendo la pluma.
En 1918 se publica Los Estetas de Teópolis, una novela cargada de poesía, aforismos y de figuras literarias. En el prólogo el autor realiza un breve ensayo sobre la frivolidad, antes de presentar a sus frívolos personajes: “Los personajes de esta novela ensayaron ser frívolos y vivir la vida por el lado paradojal de ella: la realidad los despertó de su sueño, y cayeron fatalmente en la tragedia”. Una advertencia sobre los excesos del narcisismo y el hedonismo social tan propios de esta sociedad obnubilada y emocionalmente codependiente.
Cuando Vargas Vila hace referencia a Teópolis lo hace con una clara alusión a la obra de San Agustín de Hipona titulada Civitate Dei contra Paganos, escrita entre el 412 y 426 y conocida simplemente como “Ciudad de Dios”, con la variante de que la ciudad descrita por el autor colombiano es la capital de un ficticio reino en América llamado Marinetti; algo que sin duda se aproxima al argumento de la República de Utopía en Tomas Moro, pero de un modo sarcástico y que recuerda en sus párrafos las sentencias que Dante profiere a sus enemigos en el pasaje del infierno de la Divina Comedia. Así pues, no hay en esta irreal ciudad un asomo de virtud, pero sí se describen con detalle lujos fastuosos y accesorios de corte renacentista que recuerdan las vicisitudes rimbombantes de la Roma imperial.
Los personajes más relevantes en esta novela son: el artista Doménico Saldini y su esposa Georgina, su hijo Gerólamo Saldini, Pablo Rivera, Ramiro Valdés, Nuncio Paoli, Luis de Sousa, Madame Vitel, Pablo Rollo, Luis de Trueba, Carlos Bacci, Francesca y Paola Arlotti de Montefieltro. Pero a lo largo de la novela se menciona una gran cantidad de personajes por sus atributos y características, finamente ridiculizadas: el Marqués de Siete Infundios, el Duque de Loyola, Pablo Galindo, la Generala Cairol, la Duquesa de Cuerofino, Mercedes Perraloca, Don Empédocles de Lascivia y Malcontento, los Marqueses de Rabo Largo, la Marquesa de Asnópolis, La Condesa de Natafría, La Princesa Cabroncia, Don Franco Icaro Mexicón (Violador de musas), La Marquesa Cleo o Madame Protocolo (amante de todos y de todo), entre otros.
Respecto a la decadencia senil de la Marquesa de Cleo, quien se constituye en uno de los personajes principales, Vargas Vila escribe esta hermosa descripción:
“Sus ojos bovinos que habían sido tan bellos, se han hecho con la edad, ilúcidos y crepusculares, y en la sombra del esfumino que los rodea languidecen sobre el bermellón enharinado de los pómulos y de las mejillas”.
Y más adelante, sobre su vida amorosa, replica:
“Tiene la pasión de la senectud; las carnes muertas la atraen como a los cuervos; su amor es una tarjeta de defunción para los pobres valetudinarios que lo gozan.”
En Los Estetas cada personaje asume un rol específico y ceremonioso, donde se guardan apariencias pueriles mientras se despotrica del prójimo en medio de un clima cortesano. El autor ridiculiza el protocolo presente en las reuniones sociales, las apariencias y la doble moral. Denuncia la hipocresía, el racismo, la vanagloria, la desigualdad, la injusticia. Se mofa de la vanidad y de la tragedia disfrazada de junciana; mezclando elementos y personajes reales y ficticios.
Los Estetas es una crítica a la estética, al arte, a la sociedad, a la corrupción, mezclados con un impecable humor negro, en forma de diálogo, a modo de chisme entre los personajes que fungen de actores en una época donde la sociedad capitalina escondía debajo de sus sacolevas tanto pecados como ambiciones y delitos.
La novela termina cuando el pintor Doménico Saldini acompañado de dos inspectores, entra en la casa de lenocinio de la Marquesa de Cleo y descubre a su esposa Georgina teniendo relaciones con su hijo Gerólamo. Una vez los amantes se dan a la fuga, la noticia del incidente se hace vox populi. Doménico no soporta el escarnio público y se lanza al viaducto del ferrocarril.
“El rostro virginal de la muerte se le apareció, tan bello que sintió toda su fascinación, imperativa, irresistible y fatal”.
Esta, como casi toda la obra de Vargas Vila, está cargada de axiomas, de sentencias a favor y en contra de la moral, que hablan de situaciones cotidianas; simples y profundas a la vez. Se expone a continuación, una selección de las más relevantes en el texto:
“En materia de honradez, valemos tanto como las mujeres públicas. La honradez como la virtud privada no es una virtud, es un negocio”
“Somos un pueblo de moral, donde todo amoral fracasado en las letras se cree en el deber de insultar al genio en nombre de la virtud”
“De la perversidad a la perversión no hay sino un paso; y, la perversión es un encanto prodigioso en la mujer que se nos entrega; es la fuente de mil sensaciones desconocidas, de mil matices de voluptuosidad, ahogados bajo la mortaja gris que es el placer de una mujer normal; la perversión de una vida centuplicada a todas las sensaciones”.
“La honradez es una flor de amor propio; no hay nadie que no se crea honrado, especialmente los pillos; son ellos quienes han decretado la honradez; las gentes de honor quedan fuera de la honradez”.
“El tiempo es un sepulturero de sueños; solo son bellos y no sufren ese destino aquellos que como el de nuestro amor, se circunscribe a unas horas de placer y se disuelve en una lluvia de besos”.
“Lo malo del matrimonio no es el amor o el desamor, lo malo es el matrimonio; esa trata de blancas a domicilio, con el código en la mano y un cura por testigo es algo muy sucio y muy abominable”.
“En Teópolis el setenta y cinco por ciento de los habitantes no sabía leer, y el veinticinco restante no sabía lo que leía”
Teópolis es la Bogotá de principios de siglo, la ciudad mojigata y corrupta pero bien podría ser cualquier ciudad. “Teópolis es el templo de la procacidad y de la blasfemia; el dios de los teopolitanos, es un retrete nacional”
Si bien no es una de sus obras cumbre, es un referente histórico vigente aun a 100 años de su publicación, una radiografía histórica de la crisis ética y falsa moral que siempre ha acompañado a la burguesía y a las élites políticas y sociales. Una obra para reseñar de este escritor, docente, embajador, columnista y activista político condenado al olvido por la presión de las mismas fuerzas que en vida lo satanizaron y estigmatizaron.