Los colombianos somos una sociedad profundamente dañada por el olvido, la mala memoria y los aprendizajes que nunca hemos aprehendidos. Menos mal que a una honorable senadora, hoy candidata presidencial por un cuestionado partido, se le ocurrió promover una ley de reforma a la Ley general de educación para incluir la asignatura de Historia en los planes de educación básica y media, de nuevo. Pero, como es costumbre de este gobierno, el Ministerio de Educación Nacional decidió incumplir, y simplemente establecer que ciencias sociales seguirá existiendo, solo con un fortalecimiento curricular sobre la enseñanza de la historia. En este sentido, este poco valor de nuestra historia es un factor fundamental para seguir votando como votamos, votando por los mismos con las mismas. Recordamos a conveniencia, lo que se nos da la gana con cinismo e ínfulas de eruditos. Por lo tanto, considero que la historia y nuestra memoria colectiva debe ser una herramienta importante de pensamiento crítico y contexto para votar en estas próximas elecciones parlamentarias y presidenciales.
Que si Uribe fue el autor de la Ley 100 que cambió el sistema de salud, que si Petro y Navarro Wolf fueron guerrilleros, pero se nos olvida que Everth Bustamante, senador uribista, también fue del M19. Sabemos que Humberto De la calle fue el negociador con las FARC, pero se nos olvida su papel en el Proceso 8000 de Samper y en el resto de los gobiernos desde los 80s hasta acá. Que Opción ciudadana se llamó Partido de Integración Nacional (PIN) y fue la mayor cuna de corrupción y paramilitarismo en Colombia. Que el Partido SOMOS, antiguo Alas Equipo Colombia, cosechó su caudal electoral de la mano de políticos que tenían alianza con grupos al margen de la ley. Que el congreso de Colombia alguna vez estuvo controlado por el paramilitarismo como apoyo a las mayorías del presidente Álvaro Uribe Vélez, que sin descaro compró su reelección presidencial, cometió Falsos positivos como medida para mostrar la efectividad de su política de seguridad y fue capaz de sembrar el terror poniendo en el discurso el castrochavismo, el miedo a Venezuela y la entrega a las FARC del país entero. Que Juan Carlos Pinzón siendo embajador ante Estados Unidos de Colombia fue el promotor número uno del Sí en el plebiscito y hoy es un detractor del proceso de paz; y hasta confesó haber votado “NO”. Que no se nos olvide las víctimas de las FARC, que ahora posan de políticos excepcionales y libres de toda culpa. Y, no nos olvidemos de que Cambio Radical es el partido al que hace parte los Char de Barranquilla, Oneida Pinto y Kiko Gómez de La Guajira y especialmente Vargas Lleras, políticos que han desangrado el Estado, usado sus puestos para hacer política y no tienen descaro de pasar como buenos administradores y con experiencia para gobernar.
El oportunismo político está a la orden del día. Estamos en una campaña electoral donde muchos políticos consideran que todo vale, sin importar que tan sucio sea. Usar las imágenes de los atentados en Barranquilla y Soledad como una manera de “denunciar” la falsa paz de Santos o intentar mostrarse solidario aprovechando el dolor de las víctimas. Intentar enlodar el nombre de Claudia Morales, por tanto, la dignidad y la honra de las demás víctimas de violencia de género, por sus denuncias valientes, pero su decisión de mantener el silencio sobre su abusador y el morbo de todo el mundo por intentar saber quién es “Él” o acusar a Álvaro Uribe para culparlo de la primera cosa en la que no está relacionado. No podemos seguir permitiendo que políticos que fueron defensores de la corrupción, de la compra de conciencias y de la política sin principios, hoy posen por adalides de la verdad, de los valores y el rescate de nuestro país. No podemos seguir permitiendo que la situación tan grave que viven nuestros hermanos venezolanos sea usada como un instrumento de terror. Por la memoria de nuestras víctimas, no sigamos promoviendo el odio, sino promovamos la reconciliación como objetivo común de esta sociedad tan fragmentada.
Yo quisiera pensar que los colombianos no hemos sido capaz de perder la capacidad de asombro o la sensibilidad ante las tragedias. Que nuestra historia tan dramática ha borrado nuestra capacidad para responder ante los hechos que nos enlutan. Los atentados que ocurrieron contra estaciones de policías en Barranquilla deben conmovernos, pero también deben llamarnos a la acción colectiva y un llamado a la revolución de la conciencia. No podemos seguir tolerando la guerra, la intolerancia, la discriminación, la corrupción, el centralismo, la xenofobia, la homofobia, los sectarismos, los extremismos de cualquier tipo, la política hecha con el todo vale, la destrucción de nuestro medio ambiente, nuestra democracia sitiada por la debilidad institucional. Necesitamos construir un nuevo pacto social que nos incluya a toda la ciudadanía y que permita esa paz territorial que tanto anhelamos.