“Blockchain puede transformar el sector minero-energético en Colombia, pero solo si hay voluntad real para enfrentar sus desafíos y construir un futuro sostenible”
Hablar de minería en Colombia es hablar de historia, economía y, también, de conflicto. Este sector, a pesar de representar apenas el 1,24% del PIB nacional en 2023, según el Banco de la República, sigue teniendo un peso simbólico y fiscal inmenso. Solo en exportaciones, entre enero y octubre de 2024, el sector minero aportó más de USD 10.200 millones, es decir, una cuarta parte del total de ventas externas del país. Sin embargo, bajo esa relevancia aparente, hay una verdad incómoda: seguimos dependiendo de modelos extractivos poco sostenibles y vulnerables, con márgenes de corrupción, trazabilidad opaca y retrasos tecnológicos evidentes.
En ese contexto, me pregunto algo que muchos quizás siguen viendo como ciencia ficción: ¿no será hora de que Colombia empiece a tomarse en serio tecnologías como blockchain para modernizar su minería y, con ello, abrirle paso a una nueva era de transparencia, eficiencia y, por qué no, justicia ambiental?
Glencore, Cerrejón y la fragilidad de nuestro modelo
A inicios de 2025, una noticia sacudió el sector: Glencore anunció que reducirá al 50% la producción de El Cerrejón, la mina de carbón más grande de América Latina, alegando que el precio internacional del carbón térmico ya no hace viable el negocio. Esta decisión implica una disminución anual de 5 a 10 millones de toneladas de carbón, lo que representa una caída del 18,75% al 42% en la producción respecto a 2024. El Cerrejón genera más de 12.000 empleos directos y es vital para la economía de La Guajira, representando el 45% de su PIB. Sin embargo, los precios internacionales del carbón han caído significativamente, lo que afecta la rentabilidad del sector y su futuro en Colombia.
Y es aquí donde la conversación se vuelve interesante.
Blockchain no es una moda: es una herramienta concreta
Muchos todavía piensan en blockchain únicamente como sinónimo de criptomonedas. Pero esa visión es tan reducida como pensar que Internet solo sirve para enviar correos. Blockchain es, en esencia, una tecnología para garantizar confianza: un sistema de registros inalterables, descentralizados, transparentes y auditables por cualquiera con acceso.
En minería, su aplicación puede ser revolucionaria. Desde asegurar la trazabilidad de cada gramo de mineral evitando así suplantaciones, falsificaciones o comercio ilegal, hasta crear contratos inteligentes entre empresas, gobiernos y comunidades, que se ejecuten de forma automática y sin letra menuda.
Incluso se podría llegar a tokenizar activos mineros o energéticos: es decir, emitir representaciones digitales (tokens) respaldadas por recursos reales como un proyecto solar, una mina o una operación de transporte, permitiendo que cualquier ciudadano pueda invertir en ellos.
Obstáculos, claro, hay muchos
Primero, la infraestructura tecnológica del país no está preparada aún. El acceso a Internet sigue siendo desigual y las empresas del sector muchas veces ni siquiera tienen procesos digitalizados básicos. Segundo, no hay una regulación clara para el uso de blockchain en sectores productivos. En Colombia apenas estamos discutiendo una Ley de Criptoactivos, pero aún no hay normas específicas para smart contracts ni tokenización de activos reales.
Tercero, falta talento humano. Muchos ingenieros, financieros y abogados aún no entienden cómo funciona blockchain ni cómo aplicarlo fuera del mundo cripto. Es urgente formar capacidades en universidades, gremios y gobiernos.
Y finalmente, está el factor político. No es un secreto que los procesos manuales y opacos, con intermediarios y “cuellos de botella”, muchas veces benefician a unos pocos. La tecnología incomoda, porque hace visibles los datos, los errores y los abusos.
Pero también hay una gran oportunidad
Implementar blockchain en minería no solo haría más eficiente la operación, sino que permitiría reconstruir la confianza con las comunidades. Si un contrato de regalías se ejecuta automáticamente cada vez que una tonelada sale de una mina, si cada actor puede verificar cuánta agua se usó o cuántos árboles se reforestaron, entonces la narrativa cambia: ya no es “la empresa que explota”, sino “la cadena que colabora”.
Por eso, como economista y analista financiero, creo que estamos en un punto de inflexión. Podemos seguir siendo un país extractivo, reactivo y rezagado. O podemos dar el salto, tomar decisiones valientes y empezar a usar tecnologías como blockchain no como un lujo, sino como una necesidad para sobrevivir y destacar en un mundo cada vez más transparente, digital y exigente.
Comentar