Colombia y el Índice de desarrollo humano: Un camino de desigualdades

«El desarrollo de un país se mide por cómo trata a los más vulnerables, no solo por sus cifras económicas.»


El Índice de Desarrollo Humano (IDH) es una herramienta clave para evaluar el progreso de los países en términos de bienestar social, más allá de las cifras económicas. Este índice considera factores como la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita para proporcionar una imagen más completa del desarrollo de una nación. En Colombia, el IDH refleja una realidad dual: aunque el país ha logrado avances significativos en algunas áreas, las profundas desigualdades sociales y regionales siguen siendo un obstáculo para el desarrollo equitativo y sostenible.

Según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Colombia ocupa el puesto 83 entre 191 países, con un IDH de 0.752 en 2023. A pesar de estar en la categoría de desarrollo humano alto, Colombia se encuentra por detrás de otros países de la región como Chile (0.855, puesto 42), Argentina (0.842, puesto 47), Uruguay (0.817, puesto 55) y Costa Rica (0.809, puesto 58). Esta brecha indica que, aunque Colombia ha progresado, aún tiene un largo camino por recorrer para alcanzar los niveles de desarrollo humano de estas naciones.

Las cifras muestran que la esperanza de vida en Colombia es de aproximadamente 77 años, mientras que en Chile y Costa Rica es de 80 y 81 años, respectivamente. Además, la media de años de escolaridad en Colombia es de alrededor de 9 años, en contraste con los 11 años en Chile y Argentina. Estas diferencias reflejan la necesidad de invertir más en educación y salud para mejorar el bienestar de la población colombiana.

En el contexto del desarrollo humano en Colombia, Medellín y el departamento de Antioquia destacan como ejemplos de progreso y crecimiento, aunque no exentos de desafíos. Antioquia presenta uno de los índices de desarrollo humano más altos del país, con un IDH de aproximadamente 0.784, superior al promedio nacional de 0.752. Medellín, en particular, se ha convertido en un referente de innovación, desarrollo urbano y calidad de vida en América Latina.

El progreso de Medellín se ha reflejado en su esperanza de vida, que es de aproximadamente 78 años, un año más que el promedio nacional. Además, la tasa de escolaridad en la región es más alta que en otras áreas del país, con un promedio de 11 años de educación, acercándose a las cifras de países como Chile y Argentina. Estas cifras posicionan a Medellín y Antioquia por encima de regiones como Chocó y La Guajira, donde el IDH es significativamente más bajo, alrededor de 0.652 y 0.671, respectivamente, con una esperanza de vida que apenas alcanza los 72 años y una media de escolaridad de 7 años.

Sin embargo, a pesar de estos avances, la desigualdad en Antioquia y su capital Medellín sigue siendo una realidad latente. Los contrastes socioeconómicos dentro de la región son notables, con comunas como El Poblado que tienen un desarrollo similar al de países desarrollados, mientras que otras como Comuna 13 enfrentan desafíos significativos en términos de violencia, acceso a la educación y empleo digno.

El análisis del IDH a nivel nacional oculta desigualdades significativas dentro del territorio colombiano. Mientras que ciudades como Bogotá, Medellín y Cali muestran indicadores comparables a los de países desarrollados, las regiones rurales y afectadas por el conflicto armado, como Chocó, La Guajira y Nariño, se encuentran muy rezagadas. En estas zonas, la esperanza de vida es menor, la calidad educativa es limitada y el acceso a servicios básicos es insuficiente, perpetuando el ciclo de pobreza y exclusión social.

Compromiso Universidad-Empresa-Estado

El desarrollo sostenible en Colombia requiere de un esfuerzo coordinado y colaborativo entre la universidad, el sector empresarial y el Estado. Esta sinergia es fundamental para cerrar las brechas de desigualdad y crear oportunidades que impulsen el crecimiento inclusivo. Sin embargo, en el contexto colombiano, este compromiso no siempre ha sido efectivo.

Medellín y Antioquia han demostrado ser un modelo para esta colaboración, con iniciativas como el «Pacto por la Innovación» que involucra a las universidades, el sector privado y el gobierno local en proyectos de desarrollo tecnológico y social. Estas alianzas estratégicas han permitido a la región atraer inversiones y mejorar su infraestructura educativa y de salud, un ejemplo que debería ser replicado en otras partes del país.

Sin embargo, en regiones como Chocó y La Guajira, donde la pobreza y la exclusión son más profundas, la colaboración entre universidad, empresa y Estado es prácticamente inexistente. Sin un compromiso real y sostenible de todas las partes, el desarrollo humano en estas zonas seguirá siendo una meta lejana y difícil de alcanzar.

Países como Chile y Costa Rica han demostrado que un enfoque colaborativo entre universidades, empresas y el Estado puede resultar en mejoras sustanciales en su IDH. Chile, por ejemplo, ha establecido políticas claras para fomentar la investigación y el desarrollo tecnológico con el apoyo del sector empresarial, mientras que Costa Rica ha implementado iniciativas de educación inclusiva que han elevado los estándares de vida en todo el país.

Estos ejemplos son evidencia de que el éxito no depende únicamente del crecimiento económico, sino de un compromiso sostenido y coordinado de todos los actores sociales. Colombia debe aprender de estas experiencias y adaptar sus políticas para garantizar que el progreso llegue a todas las regiones del país, no solo a las áreas urbanas.

A pesar de los avances, el IDH de Colombia sigue destacando las deficiencias en la implementación de políticas públicas que reduzcan la desigualdad social y económica. Las inversiones en salud y educación han sido insuficientes para cerrar las brechas existentes entre las regiones urbanas y rurales. Además, la corrupción y la falta de transparencia en la gestión de recursos han debilitado la efectividad de las políticas de desarrollo.

La falta de compromiso empresarial en el desarrollo regional es otro aspecto negativo que debe ser abordado. Mientras que las grandes corporaciones disfrutan de incentivos fiscales y beneficios, su participación en programas de responsabilidad social sigue siendo limitada y focalizada en áreas de alto retorno económico. Un mayor compromiso de las empresas con el bienestar social y el desarrollo sostenible es esencial para lograr un verdadero impacto en el IDH del país.

El Índice de Desarrollo Humano en Colombia revela un panorama de avances y desafíos. Aunque el país ha mejorado en áreas como la educación, la salud y el crecimiento económico, las desigualdades regionales y sociales persisten como barreras significativas. Medellín y Antioquia destacan como ejemplos positivos dentro del contexto nacional, pero también enfrentan sus propios retos internos de desigualdad. Para avanzar hacia un desarrollo más equitativo, es crucial un compromiso fuerte y coordinado entre las universidades, las empresas y el Estado. Solo a través de la colaboración entre estos actores se podrá cerrar la brecha de desigualdad y garantizar que el progreso económico se traduzca en bienestar para todos los colombianos, especialmente en las regiones más vulnerables del país.

Carlos Alberto Cano Plata

Administrador de Empresas y Doctor en Historia Económica, con Maestría en Administración. Experto docente, investigador y consultor empresarial en áreas como administración, historia empresarial y desarrollo organizacional.

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