A finales del año pasado, el autodenominado Gobierno del cambio, la bancada parlamentaria del Pacto Histórico y sus siempre organizados simpatizantes en las redes sociales, circularon un documento titulado #ColombiaVaBien el cual contiene, según ellos, los más de 600 logros de la actual administración.
En circunstancias normales el asunto no tendría ninguna relevancia: muchos de los supuestos logros en realidad no lo son, o no son enteramente atribuibles a la gestión del actual gobierno. Entonces, ¿por qué hablar de esto? Porque a estas alturas es evidente la estrategia del gobierno de convencer a la gente –a punta de pauta y repetición– de que las cosas van bien, contrario a lo que muestra la realidad. Al mejor estilo de lo relatado por George Orwell en su célebre 1984, el Gobierno quiere convencer a los colombianos de que “la guerra es paz, la libertad es esclavitud [Y]la ignorancia es la fuerza”. Mientras tanto, la oposición anda dispersa, sin otra estrategia que reaccionar al desorden del día a día.
Muy bien adoctrinados después del cónclave de esta semana, los funcionarios del Gobierno salieron a decir ante las cámaras, uno tras otro, que “Colombia va bien”, y que la economía colombiana es una de las de mejor desempeño en el mundo. Esto, por cuenta de una nota que publicó la revista The Economist en diciembre, cuando estimaba que el déficit primario del Gobierno en 2024 sería 0,1 % del PIB. Si la prestigiosa revista revisara los cálculos ahora –cuando se espera que este déficit sea cercano a 2 % del PIB– Colombia dejaría de estar en el top 10 de los países de la OCDE.
Los voceros del petrismo hablan de una “sólida” recuperación económica, una inflación en descenso, y una tasa de interés del Banco de la República en un solo dígito. El Gobierno olvida mencionar que la economía no crece más porque la tasa de inversión que está en un pobrísimo 17 % del PIB, cuando entre 2012 y 2018 estuvo por encima de 22 % del PIB.
Ante esto vale la pena decir que la inflación y la tasas de interés están por encima de las de nuestros pares latinoamericanos, y que el crecimiento de 3 % que se espera está muy por debajo de otros países de la región, como Paraguay y República Dominicana, que están atrayendo mucha inversión.
En lo que respecta a la lucha contra la pobreza, aunque el Gobierno habla de la disminución de la pobreza monetaria, que en buena medida es resultado del control de la inflación, los resultados en pobreza multidimensional –que es el indicador más importante– se quedan muy cortos.
Si comparamos el deteriorado panorama actual con nuestros propios logros previos como país, o si miramos lo que está pasando en la región, la verdad es que Colombia no va bien.
Muchos de los supuestos logros que se celebran en el documento oficial corresponden en realidad a incrementos de sueldos o partidas del presupuesto. Los proyectos integrales, las inversiones en el agro, los proyectos productivos y las inversiones en infraestructura que tanto celebra el petrismo son tan solo anuncios y promesas.
En el capítulo de seguridad, el Gobierno reclama éxito con las cifras de incautaciones. Lo que no menciona es que la producción de cocaína ha aumentado proporcionalmente mucho más, lo que indica que el porcentaje que se incauta ha disminuido.
Otra muestra de la desconexión entre la narrativa que quiere vender el Gobierno y lo que realmente ocurre en el territorio es hablar, por ejemplo, de una “transformación del departamento del Cauca, gracias a la presencia de la Fuerza Pública y la intervención del Estado”. La realidad es que en el Cauca la población teme salir de los cascos urbanos de los municipios para no caer en el fuego cruzado de los grupos armados organizados que se disputan el territorio.
Por eso, no sorprende que en el documento no haya la más mínima alusión a la política de paz total. De hacerlo –tal y como lo ilustra la dramática situación que se vive en el Catatumbo–, el mismo Gobierno habría tenido que rectificar y decir la verdad que el país entero ve a diario: #ColombiaNoVaBien.
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