“…Cuando los egos políticos están por encima de la vida de uno de sus integrantes, se habla de una política deshumanizada”
El pasado 7 de junio, en Bogotá, se presentó lo que parece ser, según lo informado por el ente investigativo, un intento de magnicidio, el cual fue llevado a cabo por un menor de 14 años. El hecho ocupó todos los espacios de los medios, donde se afirmaba que Colombia, en la actualidad, era un país inseguro y violento, como si la violencia y la muerte fueran un tema nuevo en un país como Colombia, que ha vivido por décadas en medio del conflicto.
Quizás el debate adquirió relevancia por tratarse de un político. Los medios buscaban entrevistar desesperadamente a figuras de todos los sectores; era curioso cómo quienes se identifican con la izquierda mostraran empatía con lo sucedido y con el precandidato Miguel Uribe Turbay, mientras que algunos sectores de “centro” y de derecha aprovechaban el hecho como plataforma política para lanzar discursos exacerbados contra el Gobierno Nacional y, específicamente, contra el presidente. Parecía el momento perfecto para crear caos, justo cuando la violencia que se ha vivido por años en los sectores más lejanos de Colombia —donde mueren líderes sociales diariamente y donde los inocentes pagan el precio de un conflicto que parece no tener fin— pasaba desapercibida. Es como si la empatía de estas personas fuera selectiva.
Pero no terminó ahí. Muchos proponían diálogo en medio de este hecho, acciones para el cuidado de los precandidatos a la presidencia. Lo curioso era que los mayores afectados no quisieron acudir al diálogo. Cuando los egos políticos están por encima de la vida de uno de sus integrantes, se habla de una política deshumanizada. No estaban siendo convocados para ser convencidos de unirse al gobierno; estaban siendo llamados para llegar a acuerdos que protegieran la vida de todos. Pero ellos prefirieron usar los medios tradicionales y las redes —que tanto impacto tienen— para seguir perpetuando el discurso de odio, caos y miedo. Porque, como se dice por ahí, “siembran miedo para vendernos seguridad”.
En esto se vieron apoyados por los medios, quienes, desde el discurso, decían que debían bajar el tono del debate político, pero, con sus entrevistas e información incendiaria, de manera discreta buscaban hallar un responsable directo. Hubo una candidata que se atrevió a asegurar que la culpa era del presidente por su discurso, pero no reconoció en ningún momento que ella usaba un medio, para señalar y perfilar a quienes no pensaban como ella, mientras hacía carrera para llegar a la política.
Luego de semanas, interponen una denuncia contra el presidente Gustavo Petro por hostigamiento, ya que encuentran como sustento unos trinos donde, según ellos, el presidente ambientó hostilidades y discriminación contra Miguel Uribe. Pero, en este momento, cabe la pregunta: ¿cuántos trinos hay de diversos políticos amenazantes contra el gobierno, la seguridad del país y el mismo presidente?
La violencia en Colombia no es de derecha ni de izquierda; es la muestra de que el debate político fracasó, cuando los apelativos y las ofensas personales pasaron a ser el argumento más fuerte, donde las ideas murieron con la ambición de volver al poder y donde la vida humana parece tener poco valor ante una contienda política que carece de todo tipo de propuestas y se queda en el ataque.
Este ambiente hostil llega a los ciudadanos y a las redes sociales, donde las amenazas, las ofensas y la violencia verbal cobran fuerza. Es como si nos hubiésemos acostumbrado a vivir en la violencia que ha tenido Colombia. como si la comunicación a nivel personal hubiese fallado y como si la única forma de enfrentar el pensamiento diferente fuera eliminándolo.
Colombia sigue rezagada en la época oscura de la violencia, donde todos somos partícipes con los discursos y actitudes violentas que tomamos a diario en cada uno de los espacios que habitamos. Es como si tanta muerte no nos hubiese hecho sensibles ante la vida y la dignidad humana del otro.
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