Todo estaba acabado. Aquel que fuera aclamado con hipocresía en Santa Fe de Bogotá como “El Libertador”, “El Padre de la Patria”, aquel que dio su vida por la independencia de aquellos territorios sujetos a la jurisdicción y capricho de la corona española; abandonaba esa ciudad con amargura, ultrajado y maldecido, enfermo, viejo, cansado, pobre y sin fe en 1830 y a lomo de caballo, Simón Bolívar exclamó una frase que hasta el día de hoy repercute con fuerza y aún más, con verdad acerca de lo que fue el sueño de luchar por la paz y la libertad: “La ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer.”
Hoy, 188 años después de pronunciada tan amarga frase, hemos vuelto de manera irreverente y reiterativa a cometer un acto de ingratitud y desprecio por medio del derecho que nos valió sangre y continuas luchas, el voto: hemos caído nuevamente en el eterno juego de la polarización y la clara muestra de ello recae en la elección de los dos extremos, los dos polos antagónicos que solamente se encargarán de jugar con la emoción y la credulidad de los votantes y al sol de hoy, son los candidatos por los cuales, debemos votar este 17 de junio.
Con esta elección tan “consciente” hemos una vez más demostrado que Colombia paga así a quienes tan incansable y fielmente le sirven, con la moneda del desprecio y el descaro, olvidando que gracias a uno de los políticos más valientes de nuestra historia como lo es el doctor Humberto de la Calle logramos tener paz y seguridad para salir a votar, gracias a su incansable trabajo y dedicación por intentar llevar la paz a una nación tan azotada por la violencia y el miedo como lo es nuestra amada patria; a él la insensata masa votante le crucificó cual Cristo Redentor en el madero del sofisma y el absurdo, exclamando que era “el mejor candidato pero no ganaría” y de esa manera, “premiando” su ardua labor de paz, la labor de llevar y sembrar la esperanza y la reconciliación a un pueblo falto y necesitado de estas virtudes.
Retribuimos de esta manera a un gran académico, un excepcional conocedor del estado, un hombre que con gallardía y altura ha salido y sabido liderar momentos de crisis coyunturales en la historia de nuestra nación, que con espíritu de progreso e inspiración al futuro participó activamente de la redacción de nuestra actual carta magna, gran diplomático que logró visibilizar a Colombia como un país en pie de lucha y con miras a un cambio de paradigmas, arduo escritor y el hombre que logró acabar sin balas con una de las principales facciones al margen de la ley que estaba en guerra con el estado desde hace 60 años: las FARC-EP.
De esta manera “agradecemos sinceramente” a un candidato que su plan de gobierno estuvo inspirado en el ser y el deber ser de la sociedad, un hombre que soñó un país equitativo, un país donde el joven no mendigara oportunidades laborales sino que las tuviera, una patria con conciencia, sentido y orgullo de sí misma; donde el trabajador tuviere mejores condiciones, el estado una función eficiente y menos corrupta, donde los impuestos de nosotros como contribuyentes se vieran reflejados de manera real y completa, donde el ciudadano se sintiera seguro de andar con libertad y sin miedo por su propio territorio, el campesino sintiera vigor y tranquilidad para labrar su campo, donde la diversidad de cualquier índole conviviera en paz y armonía, aportando a la construcción de paz y enriquecimiento cultural, una nación con la dignidad que al estado corresponde socorrer en los ámbitos de trabajo, industria, educación, vivienda y salud, una cara renovada de Colombia y los colombianos, un lugar atractivo y que atraiga el conocerla tanto para los nuestros como para los extranjeros; en pocas palabras, un país donde quepamos todos.
Así demostramos cuánto nos importa Colombia, cuando votamos para “evitar el retorno del uribismo al poder” o para “evitar el Castro-Chavismo y no volvernos como Venezuela”, esta primera vuelta deja una clara lección y es que, el colombiano aún vota por fantasmas, por ilusiones ópticas (cuál perdido en el desierto que ve espejismos), vota por falacias y no por realidades, botamos el voto de una manera despiadada y cruel, botamos a la basura la oportunidad de transformar nuestra realidad y confiar en alguien que posee la experiencia, las canas y el camino para dirigir un barco con el carcomen de la corrupción a tope y el timón disputado por inexpertos soñadores que solo provocarán un mal mayor a un país que parecía imposible que tuviera más problemas.
Invito así a la ciudadanía a tomar serias reflexiones para la segunda vuelta, como expresa un sabio dicho latino “quid factum est” y en los venideros comicios, tómese el tiempo de analizar por qué vota y a qué costo, evite caer en la hiperbólica personalización de la política, vote ahora por una idea, mas no por falacias y cuentos de terror diseñados para ignorantes del actuar político y recuerde que ante todo, es el país primero, no vaya a acontecer que volvamos a demostrar nuestra ignorancia e ingratitud este 17 de junio.