Elegir al próximo Presidente de Colombia, exige que le bajemos volumen al ruido de los extremos, a las ideologías sin fundamentos prácticos, a los odios heredados hacia personas y circunstancias que están en el pasado y a todo interés que esté exclusivamente en los estrechos límites de nuestra verdad y nuestra forma de ver las cosas.
Cuando discutimos, debatimos y confrontamos a los otros desde las propias creencias y opiniones, sin pasarlas por una revisión de la historia, la ética y el sentido común, el resultado no es más que un campo de batalla en el que todos perdemos.
Elegir al próximo Presidente de Colombia, exige que le bajemos volumen al ruido de los extremos, a las ideologías sin fundamentos prácticos, a los odios heredados hacia personas y circunstancias que están en el pasado y a todo interés que esté exclusivamente en los estrechos límites de nuestra verdad y nuestra forma de ver las cosas.
No es carreta. Hoy más que nunca está en juego el presente y el futuro del país, de estas y las próximos generaciones, de las oportunidades que se pueden construir bajo el resguardo de la democracia, las instituciones y los valores… cimientos que nos pueden proteger de aquellos individuos y grupos que quieren pasar por alto toda norma y todo límite moral para formar sus propias formas de dominación bajo la reiterada, fallida y populista máscara del “cambio”.
Colombia necesita hoy de los sensatos. De los que están dispuestos a aprender de la historia aunque no la hayan vivido. De los que están en la capacidad de revisar críticamente sus propias opiniones, ceder a las individualidades y trabajar en equipo para ponernos de acuerdo en propósitos colectivos en los que todos, o por lo menos la mayoría, podamos vernos representados.
Ahora ¿cuáles son esos propósitos colectivos? Creo que la respuesta la hemos venido construyendo hace muchos años y existen más coincidencias de las que pensamos. Haga su propia lista y siéntese a dialogar, a debatir y a argumentar con base en ellas. Con toda seguridad nos servirá mucho a la hora de tomar decisiones políticas sensatas, responsables y desapasionadas.
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