“Ojo con el veintidós”, gritaba el viejito ya maltrecho por los años y la vida, y ante sus palabras y con rapidez vertiginosa, horrorosa, presurosa, pronta, rauda se enfurecía la turba; la caterva asesina, la muchedumbre. Los unos se enfurecían en su favor y los otros en su contra. Unos por una cosa, otros por otra, pero todos enfurecidos. Perdió el viejito en el veintidós y camaleónico como su traidor, optó por la razón y se calló la cochina boca. Hoy, agitado el tiranito demagogo que desbancó al títere del viejito loco que digo, y desde el mismísimo culo del mundo, en la lejana Quibdó, pueblo olvidado por sus eternos homólogos y él mismo, advierte a la caterva monstruosa de sus designios. “Ojo con el veintiséis”, enuncia excitado el asqueroso. Que lo bajan y nos jodemos.
Como esta gente de vergüenza la justa, y a nuestro Narciso de hoy no lo afectan las encuestas, empieza la campaña presidencial. Convencido el autócrata mentiroso de que puede seguir mangoneando a su secta odiosa, ciega, sorda, arrebatada, chillona, ingenua, decide pues abandonar de tajo el desgobierno que terminó de hundirnos para dedicarse ahora sí, de lleno, a la política. Desde ya. Como cual Bukele. Como cual Quintero. Como cual Biden. Joe Biden. Joseph. Joseph Robinnette Biden Jr: el eterno burócrata.
Biden, president of the United States of America:
Viejito bribón. Bocón. Abriste todo el borde, sinvergüenza, con tal de cumplir las insanias que prometiste para que te eligieran, y se nos terminó de desquiciar este manicomio. Se nos llenó de locos este país de trecientos sesenta millones por tu demagogia impúdica, y como si fuera poco metiste las narices en cuanta guerra pudiste, azuzándolas y financiándolas, y amenazando a diestra y siniestra como Bush y como Johnson mientras ante las cámaras hacías de humanista, de progresista, de pacifista. ¡Tartufo! Hoy también tú te quieres reelegir. A tus ochenta años. Te quieres morir metido en la casa blanca sin haber trabajado un solo día de tu vida. ¡Mamón!
Pero bueno: como este gringo no sabe español y yo no tengo tiempo para estar hablando de todo el mundo, y mi alma desde que me fui se quedó allá, frente a las praderas y los cerros, y entre los azulejos y los caminitos estrechos acosados por sus entornos, prosigo en mi discurso tautológico, cantaletudo, repetitivo… el discurso que cuando no se repite en quien Colombia desquicia, se repite algunos años después en otro, y en otro, y en otro. Inspirado por los azulejos, los carriquíes, las praderas, los cerros y la mezquindad de esta clase política, parranda de vulgares y de ambiciosos. La diatriba eterna en contra de quienes la desangran. A la gloriosa, la inmarcesible. A Colombia la patria. La insana del sur. La empresaria. La exportadora.
Empieza la campaña, digo, el dueño de la palabra, el dueño de Colombia, el dueño del mundo, y para divulgarse como la santa cura de nuestros males aprovecha pues cada minuto al aire frente a las cámaras alcahuetas de los medios que se paga él mismo con los fondos públicos, y ante sus ingenuos adeptos en los más recónditos lugares del mundo, abandonados por el Estado y por tanto por él, que lo ha encarnado como concejal, como alcalde, como representante, como senador, y hoy como presidente, dignidad que ocupa hace más de setecientos días. Los Bukelitos y los Quinteritos se bajan para volverse a trepar; los Petricos no; los Petricos le hacen a las dos y se pasan la constitución por donde no brilla el sol.
¿La constitución? ¿Eso qué es? Norma de normas, pacto social, cero a la izquierda. Ni la constitución ni los códigos. En Colombia, señores, no hay autoridad ni ley. Este mundo es desastroso y Colombia el sublime desastre.
Se mueve la maquinaria. La del Estado. El Estado mismo; que hace campaña en su favor y en contra de quienes se oponen a él. Concejales, diputados, alcaldes, gobernadores, representantes a la cámara, senadores, ministros. El canciller Leyva.
¿Cuánto se habrán botado ya éstos en logística? De los quince mil millones de los que habla el costeñito malaventurado, desechado y reciclado por su jefe en el transcurso de seis meses, período máximo de retención de la memoria de la caterva enfurecida, me pregunto cuánto se han gastado en su publicidad. ¡Pues toda y más! Por quince mil ochocientos millones de pesos firmó el DAPRE dos contratos para financiar la logística de los eventos del truhan que nos preside. A punta de marchas y balconazos se les fue la platica a los inciertos financiadores de los que habla Vulgarcito, y ante su desaparición la de los fondos públicos.
Se quiere reelegir este canalla, como en su momento Uribe Vélez y su traidor Santos, él o en otro, él o como titiritero, como ventrílocuo; y en su lugar quienes se oponen a él nos quieren aplicar otro peor. Otro… otra.
Que si lo bajan nos jodemos.
Nos jodemos… ¡nos jodimos! Impune la guerrilla secuestrando, los bandidos matando, estos sinvergüenzas en el congreso robando. Los ríos en el invierno se salen rebeldes de sus cauces y en el verano el fuego consume sus entornos enloquecido. Los aviones y los helicópteros que los apagan no pueden volar porque no hay plata para pagar las revisiones de aeronavegabilidad.
Onduladas praderas, cerros verdes. Colombia, país de locos. Tierra accidentada. Sublime desastre. Desde siempre y para siempre.
Este país descuadernado no tiene arreglo. Ni lo tiene ni lo tuvo. Ni lo tendrá. Cincuenta millones de locos son ingobernables. Veintidós millones de pobres insaciables. Siete millones de pobres extremos inmanejables. Insalvables. Y esta clase política, que se elige y se reelige a punta de mentiras, la principal causa de nuestras desgracias. Colombia se jodió hace dos siglos cuando nació. ¡No se dejen engañar!
¡Voten en blanco!
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