Para empezar esta escueta columna de opinión, por obvias razones debo dejar en absoluta claridad que el socialismo no me representa, ni mucho menos la derecha fascista me identifica. Es simple, esto tiene una sola finalidad, el querer decirle en escasos, pero sutiles párrafos lo que se sabe por obviedad, pero se desconoce por ignorancia. Tampoco es un escrito pensado desde una razón filosófica ni científica. Solo es un ordenamiento de palabras por parte de un ciudadano que le gusta expresar su inconformismo a través de las letras.
Las muertes selectivas han empezado desde que inicio el paro nacional, a tomar un rumbo adverso al que por años se le había establecido por órdenes, de aquel vil y despreciable ser que le dio vida y voz al lema de mano firme para asesinar y corazón grande para odiar a todo aquel que contradiga las ideas intelectuales de un auto proclamado “salvador”.
No les basto con dejar en los campos colombianos una huella imborrable e imperdonable de olvido, miedo, miseria y dolor. No les basto con desplazar y despojar de sus territorios a miles de familias aguerridas, pero sobre todo, no les basto con ahogarlas en ríos de sangre. Para que ahora las calles de las pequeñas, medianas y grandes ciudades de Colombia sean el deleite para quienes se arraigaron al poder vitalicio, porque justo allí se está empezando a presenciar el despertar de un pueblo cansado de todos los atropellos promovidos por los decrépitos que han creído enceguecidamente en su absoluta ignorancia y disputas de egos que el poder político no es algo más que hereditario.
No obstante, aquí se establece lo imprescindible que resulta el conocer la historia y comprender las incesantes problemáticas sociales que Colombia ha venido padeciendo desde décadas pasadas. Problemáticas que han sido maquilladas por una absurda manipulación mediática promovida por los dueños del poder ante el latente miedo por el enardecimiento del rebeldismo juvenil que está a la vanguardia por ponerle fin a un régimen dictatorial que acude a la mentira para limpiar un legado putrefacto.
Poderosos energúmenos que solo están dispuestos a escuchar a las clases oprimidas desde la repartición de balas. Por lo tanto, no es simple deconstruir una realidad ya establecida para construir una sociedad justa cuando todo crimen cometido desde las arcas del poder tiene una justificación política. Por ende, tampoco es fácil construir una sociedad pacifista cuando se carece de una sociedad justa.
Es claro que la sociedad casi en su totalidad está siendo consciente que hasta el momento absolutamente nada ha sido como los dirigentes políticos lo han prometido por décadas en cada nefasta elección presidencial que hay. El pueblo está hastiado de los políticos mitómanos que se han aprovechado del preocupante analfabetismo que padece Colombia para usurparle cada uno de sus derechos fundamentales.
Los jóvenes están cansados de la falta de oportunidades, del tener que migrar a países xenofóbicos a ejercer trabajos inhumanos para gozar de esa estabilidad económica que en Colombia tardarían medio siglo para poder obtener. Cansados de seguir padeciendo los incesantes atropellos de una institución cleptómana e impregnada de corrupción, del tener que vivir diariamente la misma miseria que han vivenciado sus familias por generaciones, del tener que seguir anhelando futuros de vidas opulentos que solo son reales en mundos ilusorios.
Del mismo modo, Los niños, jóvenes, adultos y lo que resta de sociedad colombiana estamos cansados de gozar de trabajos que en plena posmodernidad siguen esclavizando a la mano obrera, de que solo se trabaja para comer y pagar los servicios básicos. De que se trabaja más de media vida para pagar los intereses del banco por la adquisición de una miserable vivienda donde se es imposible no sufrir de claustrofobia por lo reducidas que cada vez más son, del tener que ver morir a familiares y amigos en la sala de espera de un decadente hospital, del tener que pagar exceso de impuesto a la canasta familiar; esto entre infinidad de injusticias…
Que abrumador resulta el repetir de forma incesante la infinidad de injusticias que con el transcurso del tiempo se han sido normalizando hasta el extremo de no generar alarmismo por parte de quien padece la miseria. Pero en serio que estamos hartos del tener que conocer al mundo y sus maravillas a través de blogueros que si han sabido aprovechar la era digital; porque en Colombia es un gusto que escasas familias se pueden dar. Ya es justo el seguir viendo morir a niños por casos severos de desnutrición, ya es justo que ante la falta de oportunidades laborales y educacionales los jóvenes tengan que tomar la injusta decisión de enfilar grupos al margen de la ley o ser la perra faldera del estado y que las mujeres deban caer contra su propia voluntad en la inmoral prostitución.
Es aquí donde concluyo en el respetable poder que tiene el karma y mi temor ante él, por lo transcendente que resulta ser. La doble moral ante el miedo de convertimos en un país legalmente socialista, de adentrarnos en el corral y untarnos de mierda como lo padecen millones de personas en un país cercano al nuestro ya no es más que una realidad lejana. Pero cabe resaltar que Colombia resulto ser más socialista de lo que siempre dio a entender que nunca podría ser. Aquí nadie quiere nada regalado, son derechos constitucionales, es un deber, así como lo garantizan los países más prósperos sobre la faz de la tierra, no es mendicidad como los medios en su afán por la tergiversación de la información lo quieren hacer creer.
Absolutamente nadie es vago en un país donde no hay oportunidades laborales dignas para poder ejercer, nadie es vago en un país donde el valor del semestre en universidad púbica está sobrevalorado, nadie es vago en un país donde no hay presupuesto para apoyar el arte y el deporte, pero si hay presupuesto para promover la guerra contra el mismo pueblo que eligió a quien hoy sataniza un legítimo derecho constitucional.
Aquí los únicos vagos son todos aquellos avaros que desde la comodidad del nepotismo o clientelismo gozan de riquezas que injustificablemente se han robado. Aquí los únicos vagos son aquellos que se aprovechan de la necesidad de la clase pobre para que le produzcan riquezas. Los únicos vagos son aquellos que se escudan en el poder para desviar cifras incuantificables de dinero. El verdadero vago radica en quien egoístamente no quiere que los de abajo prosperen, el repudiable vago es todo aquel que lucha por la democracia de Colombia mientras despoja territorios y se adueña de terrenos ajenos; todo un arribista terrateniente.
Aquí los únicos vagos son quienes en algún momento han llamado vándalos a jóvenes que han decidido tomar la batuta desde los sindicatos, gremios, asociaciones y desde el arte por querer cambiar esta realidad SOCIALISTA en la que implícitamente nos han encaminado las clases dirigentes de este país, esos mismos que desde hace décadas han decidido jerarquizar cada vez más a la sociedad, en ese sediento afana de promover la división de clases para ejercer sobre los hijos del pueblo un control absoluto.
En este orden de ideas es la impotencia, el resentimiento, la injusticia, el olvido y la desigualdades social quienes se han tomado las calles con personas excesivamente peligrosas, si, armadas con arengas y exceso de arte para demostrarle al gobierno Fascista que matando jóvenes inermes no es la forma más justa de querer buscarle un cambio absoluto a una democracia corrupta dirigida por energúmenos sedientos de poder y dinero.
Hijos de este pueblo Paupérrimo, el gobierno tiene miedo, sabe lo que ha hecho y es consciente de las represarías legales venideras si el poder cae en manos de la oposición. El gobierno no puede seguir silenciando a jóvenes compatriotas que enardecidamente quieren cambiar la historia de una nación que esta atirrobada de pobreza y falta de oportunidades.
En las calles no hay aglomeraciones de “vándalos”, son jóvenes que diariamente se preguntan sobre qué será de su futuro ante la falta de garantías, jóvenes que anhelan corregir los imperdonables errores cometidos por sus familias quienes ignorantemente eligieron avarientos gobernantes en un agobiante afán de miedo por no caer en un estado Fallido “que expropia el capital del rico, para dárselo al pobre vago, bueno para nada que vota por el rico por miedo a que le quiten nada”. Hijos de este Pueblo, este gobierno es algo más que una dictadura socialista, este gobierno es un verdadero, pero mortal parasito que se nutre descaradamente de lo que no le pertenece.
Las esperanzas están lejanas de disiparse, el despertar de las mentes adiestradas está latente, la conciencia social está en un revolucionario retroceso de recordaciones sobre cada una de las injusticias vivenciadas. Colombia es un pueblo que calla ante el miedo que se le prive del derecho a la vida, pero no olvida el imperdonable daño causado por quienes en alguna ocasión se comprometieron fidedignamente y juraron ante Dios su irrenunciable compromiso ético, moral y político por una nación que clama a gritos agónicos un cambio equitativo pero perdurable.
Hoy más que nunca, más que un derecho constitucional es un derecho moral el salir a las calles pacíficamente y destrozar todo lo que se atraviese al son de arengas y arte. Es el momento de demostrarle al resto de pueblos Latino Americanos que los retrogradas ya no intimidan con sus políticas de seguridad paramilitar. El miedo de que el estado nos prive del derecho a la vida por querer ser parte de una indeleble renovación histórica ya se disipo. La política del miedo es obsoleta, esta desudada en un País donde hemos nacimos conviviendo con la muerte desde la desigualdad social.
No obstante, aquí el único vago, vándalo o guerrillero, es todo aquel que entre el fango de la miseria defiende al verdugo elitista mientras disfruta de las necesidades económicas y estigmatiza a todo aquel que se cansó de ser un oprimido más del sistema.
Es preocupante la alienación a la que han sido conducidos inocentemente por quienes tienen el don de la persuasión a través de la retórica de los discursos de odio. Pero aquí el único vándalo es todo aquel doble moralista que carece de conciencia social y empatía por querer hacer parte de un cambio que de seguro en algún momento disfrutara. Conscientemente aquí el único guerrillero es todo aquel súbdito que en nombre de una institución legal se empeña en dispararle al pueblo por órdenes de aquel, que implícitamente promueve lenguajes de odio, guerra y división de clases.
Por consiguiente, si por definición el ser vago es luchar por la reivindicación de los derechos, quiero ser el mejor entre esa plaga que hoy desde el pacifismo hacen temblar al precario sistema político Colombiano. Anhelo ser tan vago como lo fue aquel hombre que emancipo gran parte de Latino América y hoy su impecable legado reposa en obras de arte dentro de los recintos de las democracia más eficientes del mundo.
Por último, solo cabe resaltar que La población decrepita que hoy posa de indolente en Colombia ante la grave violación a los derechos humanos en lo que va del paro nacional, creció educándose ante la falta de oportunidades desde la educación impartida por los medios elitistas afianzados a los gobiernos de turnos. Los jóvenes hemos despertado de esa dosis de conformismo y limitaciones, de engaños prolongados que son pensados como estrategias para el adiestramiento de las mentes dóciles. Es hora de cambiarle ese enfoque dominando e imperativo a la política colombiana que se cree dueña de la verdad y la vida.
Por otro lado, el consecuente progreso posmodernista trajo consigo exceso de beneficios para la humanidad. El internet fue ese rebelde emancipador que cambio la historia de las censura vivenciadas desde épocas pasadas en lo que respecta al aspecto político de las naciones dictatoriales, rompió las cadenas de censuras arbitrarias. Y se empezó a presenciar el renacer de una educación auto didacta. Ya no, nos educamos desde el obsoleto sistema educacional regido por dogmas políticos ni religiosos en pro y beneficio de una clase minoritaria pero elitista que anhela construir sociedades educadas bajo la enseñanza del definir lo aprendido como algo netamente verdadero, donde se vetan las contradicciones, y se somete a la sumisión de la obediencia.
Ahora sin que se haya hecho una deconstrucción de ese modelo educacional tan precario, por criterio propio, gracias a la aparición de la cuarta revolución industrial empezamos a educarnos desde un enfoque más libertario que nos conduce a conocer y comprender de forma más profunda los fenómenos sociales, políticos y económicos a los que se enfrenta la sociedad en el mundo real.
Ahora hemos aprendido a ser individuos que tienen la capacidad de pensar por sí mismo, jóvenes autónomos e inconformes y rebeldes a todo lo que nos establecen por obligatoriedad, jóvenes con una capacidad de crítica y auto critica por no querer aceptar las verdades sin antes ponerlas en tela de juicio para no dejar pasar por inadvertida ideas absurdas, incoherentes o impregnadas de confusiones que terminan por afectar una sociedad en general; como derivación de las acciones pregonadas por gobernantes incompetentes.
Por último, Somos jóvenes que mantenemos firme la tenacidad de que en tiempos venideros a través de las urnas haremos una inmolación de esa jerarquización del poder político que se adueñó de Colombia y la adentro en esa profunda miseria que hoy la hace posar como el país más pobre y desigual de América Latina.
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