Para revertir el rumbo de una sociedad dividida, fragmentada y golpeada, debemos trabajar en el verdadero CAMBIO, en la transformación de la cultura del atajo, del culto al avispado y de lo que es fácil de conseguir aunque vaya contra los principios de la justicia y del bien común.
A raíz de las revelaciones que siguen poniendo en entredicho al gobierno del Presidente Petro, creo que no podemos seguir volviendo paisaje cada escándalo, cada hecho de corrupción, cada financiación ilegal de una campaña, cada mentira de un populista que se haga pasar por salvador a punta de demagogia. Colombia sí necesita un cambio, pero un CAMBIO profundo fundamentado en los valores de las familias y de cada colombiano. Y esta es una tarea que no podemos dejarla en manos de un gobierno que atraviesa los linderos éticos, morales y legales, que negocia con la criminalidad y que parece estar corrompido desde adentro.
La transformación de nuestro país debe darse desde las raíces morales de la nación. Es urgente no solamente llegar a acuerdos sobre lo fundamental sino también repensarnos como sociedad, reflexionar sobre la historia que estamos escribiendo y hacer un alto en el camino para que lo injusto y lo que está mal, no nos siga gobernando ni siendo indiferente.
No es un llamado a la movilización activista, a matricularnos en extremos ni mucho menos a la violencia. Esos son caminos ya explorados, agitados políticamente y muchas veces infructuosos. Es más bien un llamado a mirarnos a nosotros mismos, de las fachadas hacia adentro, y a exigirle honestidad y entereza a un gobierno, pero con coherencia y correspondencia moral por parte de sus ciudadanos. De lo contrario, lo mediático seguirá desplazando lo relevante para construir un país mejor, que está en la gente y sus valores.
Para revertir el rumbo de una sociedad dividida, fragmentada y golpeada, debemos trabajar en el verdadero CAMBIO, en la transformación de la cultura del atajo, del culto al avispado y de lo que es fácil de conseguir aunque vaya contra los principios de la justicia y del bien común.
Lo que aceptamos, lo que pasamos por alto, lo que nos indigna esporádicamente pero después olvidamos, es finalmente lo que aceptamos y lo integramos… es a lo que nos condenamos como país. Por eso seguimos repitiendo las mismas historias de corrupción y abriendo los mismos ciclos de violencia.
Los colombianos debemos RECHAZAR un gobierno corrupto que se desangra desde sus propias venas. Debemos pedirle responsabilidad política y debemos exigir justicia con plenas garantías. Pero también, los colombianos debemos ELEGIR UN CAMINO y una VISIÓN COLECTIVA que trascienda las necesidades particulares y el conformismo indolente. Debemos elegir el camino de la confianza, la honestidad, la integridad, la responsabilidad y la contribución al bien común.
Hay que pedir respuestas del gobierno y de la justicia. Pero hay que empezar a mirar a largo plazo; no podemos quedarnos en la queja ni en la condena. Debemos ACTUAR desde cada rincón de Colombia por un cambio profundo, en cada persona, cada familia, cada empresa, cada comunidad, cada región. No es el cambio que prometen los populistas ni el cambio que esperan los indiferentes. Es el cambio que construimos entre todos, de manera consciente, resuelta y comprometida.
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