Otra vez con la resaca de la insensatez. Otra vez Clara cansada, con la tristeza a flor de piel, espera tendida en su cama a que se ausenten de una buena vez la culpa y la soledad, sus verdugos favoritos, sus enemigas incondicionales en los momentos de lucidez. Se chupa compulsivamente su dedo pulgar como cuando era niña, como cuando está triste y no puede soportar la realidad. Evoca el pasado, lo maldice y se maldice entre sollozos.
Son las tres de la madrugada del viernes, han pasado cinco horas desde que entró a su casa con el remordimiento a cuestas, cinco horas de impertinente cordura. De un sobresalto se incorpora en la cama. El ruido que la saca de su letargo y deja la habitación en penumbra, no es más que la lámpara que su gato deja caer al piso cuando salta desde la ventana. Ahora a oscuras y más consciente que nunca se viene lo peor, la secuencia maldita. La reconstrucción detallada de los hechos, lo que hizo esta vez, lo que hace cada tanto movida por… eso que reaparece y se impone.
“EMPLEADO verdulero con experiencia, buena presencia, buena paga: Juramento y León Gallo, San Justo. (011) (15) 6411-0744”. Son las líneas que escribió el empleado del diario, después de que Clara se las dictara con detalles de puntuación.
– Está listo señorita, saldrá en el diario de mañana, en la sección Comercial de los clasificados – replicó el empleado entregándole el recibo y el vuelto.
Al día siguiente salió de su casa muy temprano, compró el diario, corroboró que estuviera su aviso, lo cortó y lo guardó en el primer cajón de la biblioteca donde tenía los demás, ordenados cronológicamente del más antiguo al más actual, publicado unos meses antes.
Otro domingo sin poder hacer otra cosa que esperar los llamados y preparar la carnada con meticuloso cuidado. No descuidó ningún detalle. Su cabello, su piel, sus uñas… El reloj dio las 10 y ya tenía 3 citas programadas. ¡Suficiente! Nuevamente la técnica del aviso del diario daba resultados. Lunes, martes y miércoles tres lugares diferentes, tres hombres diferentes. La misma mujer esbelta de piel canela y cabello rizado. Ella que un día es Diana, otro día Carolina, otro Ester. El elegido es el hombre del martes con Carolina, citado el viernes a las cuatro de la tarde en un bar. Imposible resistirse, imposible no acceder.
Han pasado solo unas horas y de nuevo Clara está repitiendo la historia. En una habitación desconocida juega a ser amada. Se funde en el placer que su piel y su boca sienten con la piel y la boca de ése que eligió. Sonríe, le da rienda suelta a sus más primitivos instintos. Y de nuevo Clara maltratada hasta el límite. Clara víctima de él… víctima de sí.
Otra vez lo que se impone. Otra vez él, otro elegido agonizante, sin fuerzas, adolorido. Clara invicta, embriagada de una mezcla de satisfacción y miedo. Se viste y sale rápidamente del lugar.
Sus verdugos favoritos, su gato indiferente, la cama y Clara en posición fetal chupándose el dedo como cuando era niña, como cuando está triste y no puede soportar la realidad. La reconstrucción maldita la hace conectarse con lo que no se quiere conectar. Clara ahogada en un llanto incontenible. Papá, por fin el recuerdo de papá… Adoloridos su cuerpo y su ser intenta dormir. Es la única alternativa que le queda.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-h-a.akamaihd.net/hphotos-ak-xpf1/v/t34.0-12/10524401_682325648481266_1640810204_n.jpg?oh=8ed4645c581263b39bfa09145b0ad82b&oe=53BDFAF0&__gda__=1404962976_3e06bff18126336a177e8dbe1faa16e6[/author_image] [author_info]María Victoria Roldán Jaramillo (Medellín, 1976) es Maestra y Profesional en Publicidad. Actualmente cursa la Especialización en Procesos de Lectura y Escritura en la Universidad de Buenos Aires (Argentina), ciudad donde reside desde hace un poco más de seis años.[/author_info] [/author]
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