En las últimas décadas, Medellín se ha posicionado como un referente global por su relevancia en asuntos de ciudad, así como por su destacada capacidad para la innovación. No obstante, en medio de este esplendor, la ciudad enfrenta retos ambientales que exigen una atención cuidadosa y estratégica para estos años.
Según la Alcaldía, Medellín es una ciudad biodiversa, pues “cuenta con registros de 2.603 especies de plantas vasculares, 1.346 de insectos, 445 de aves, 76 de mamíferos, 44 de reptiles, 30 de anfibios y 44 de peces”, lo que además de ser cautivador, es también un desafío. La preservación de esta riqueza biológica es fundamental para el equilibrio del ecosistema urbano, suburbano y rural que comprende al municipio de Medellín.
Por otro lado, la contaminación atmosférica y la gestión de residuos son cuestiones ineludibles, pero en esto no se pueden resumir las acciones. El crecimiento industrial y demográfico conlleva un aumento en las emisiones y la generación de desechos, pero también de las condiciones materiales de supervivencia, existencia y dignidad de especies de fauna y flora que proporcionan servicios ecosistémicos muy valiosos para la ciudad y su población, pero no existe tal fórmula maravillosa de expansión vertical u horizontal que garantice el bienestar de quienes habitamos la ciudad, sean personas, pájaros o árboles, sino que tienen que ser actividades interconectadas, como cuando se plantea un portafolio que incluye proyectos complejos ya sea que se relacionen entre sí o no. Y es aquí donde la innovación puede ser una aliada poderosa.
Medellín puede liderar iniciativas que mitiguen o supriman impactos ambientales a través de la planificación sostenible, tales como la implementación de fuentes de energía renovable, los sistemas avanzados de gestión de residuos, la conectividad de los espacios verdes urbanos, el reacondicionamiento de la infraestructura, la optimización de procesos industriales, la promoción de economías basadas en la naturaleza y/o los negocios verdes, la educación y cultura ambiental que ya están conduciendo la transición en todo el mundo con un enfoque integral y multidimensional desde las políticas ambientales hacia las acciones concretas. Acciones que no se pueden quedar en la urbe, sino que comprendan a la municipalidad de Medellín que, según el POT, tiene un 71,8% de zona rural que parece inexistente en la mente colectiva frente a la inmensidad del concreto.
Otro reto significativo es la expansión urbana que amenaza con fragmentar más las zonas con usos de conservación y/o agroproducción aledañas a la ciudad, pues aunque el POT de la ciudad indica que solo el 1,1% del municipio está destinado para expansión urbana, lo cierto es que las dinámicas urbanas de Medellín han trascendido el municipio y, como agravante, también han escalado fuera del área metropolitana del Valle de Aburrá, trasladando problemáticas –como las de abastecimiento hídrico– a otras subregiones aledañas. Entonces planificar el crecimiento de la ciudad de manera responsable, promoviendo la creación de áreas verdes y de conservación es esencial para salvaguardar la integridad de los ecosistemas locales, y que las acciones concretas no se queden en poner señalización en las vías para los pasos de fauna, ¿y si mejor construimos pasos efectivos de fauna?
Es imperativo que la ciudad mejore y adopte nuevas prácticas urbanas sostenibles, buscando que el desarrollo urbano y económico no sea un enemigo sino un integrador de la conservación de la biodiversidad única de la ciudad. El compromiso ciudadano es clave para construir una ciudad y comunidad sostenible (ODS 11). La población de Medellín ha demostrado una capacidad única para la adaptación y de progreso ante la adversidad. Fomentar la educación ambiental para las prácticas sostenibles y promover la participación activa de la comunidad para la construcción de planes y la toma de decisiones relacionadas con el medio ambiente son elementos fundamentales para enfrentar estos retos con éxito de cara a la inminente evaluación de la humanidad en 2030, pero también para garantizar el entorno natural y el bienestar de las generaciones futuras de medellinenses.
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