La ciudad me arrastra a su abismo-cloaca
Con sus edificios de burócratas podridos.
Me empuja con bolillos de policías sin casco
A los hondos asombros de la nada…
No sé si soy o no soy, nadie lo dice
Ni siquiera las campanas del obispo
Que me llaman a saludar a un dios sin sonrisa
Sangrante en los altares de la muerte.
Hoy vi a Maiakovski por una calle sin aretes
Viajaba en el futuro de una alfombra de estrellas
Que un vendedor de san alejo tenía sobre el piso ensalivado.
Me detuve a observar los vejestorios, las alhajas, las falsificaciones.
Todo olía a óxido y a olvidos. ¿Qué ciudad es esta sin palabras?
Las paredes mudas—ni siquiera un grafiti— me hacen morisquetas
Lo dedos de una estatua me alucinan con sus naipes.
El caballo metálico del prócer me arroja cagajón
Y los bustos de bronce orinan sin parpadeos.
¿Qué ciudad es esta sin música en las alas de los aviones caídos?
¿Sin muchachas de faldas plisadas que fantasmeaban en un bar?
No sé cuándo comenzó tu decadencia de cines con crispetas
Sin putas de tacón en la pared.
Ciudad de hormigón desierto y de impunidades en las aceras
¡Cuándo podré volver a tocar mi contrabajo
En un bar de soledades en el que Madelaine besa mi arco
Y se acurruca como una paloma sin luz!