El Consejo de Ministros transmitido en vivo fue un espectáculo. Un evento que, en teoría, debía ser un ejercicio de transparencia, terminó convirtiéndose en una demostración de fracturas internas, improvisación y desorden. Lo que el presidente Gustavo Petro planteó como un acto de rendición de cuentas, se convirtió en la radiografía de un gobierno sin rumbo, atrapado en promesas incumplidas y contradicciones evidentes.
Seis horas de transmisión dejaron claro que los ministros no están en la misma página y que el presidente está más enfocado en señalar culpables que en asumir responsabilidades. Petro reconoció que su gobierno ha incumplido 146 de las 195 promesas hechas en campaña, un dato demoledor para cualquier administración. En lugar de presentar un plan de acción concreto para corregir el rumbo, se dedicó a exponer a su gabinete, evidenciando la desconfianza que existe dentro de su equipo. No fue un ejercicio de liderazgo, fue una auditoría pública donde los propios ministros parecían sorprendidos de ser parte del escrutinio.
Las reacciones no tardaron en llegar. Jorge Rojas, director del Departamento Administrativo de la Presidencia, renunció seis días después de su nombramiento. La ministra de Ambiente, Susana Muhamad, y la vicepresidenta Francia Márquez expresaron su incomodidad con los recientes movimientos dentro del gobierno, especialmente con el regreso de Laura Sarabia y Armando Benedetti, dos figuras envueltas en escándalos previos. Petro, que se vendió como el presidente del cambio, ahora llena su gobierno con los mismos nombres de siempre, aquellos que en el pasado fueron señalados como piezas de la politiquería que tanto criticaba.
Lo más grave de este episodio no es solo la crisis interna que refleja, sino su impacto en la gobernabilidad. La improvisación y la falta de unidad en el alto gobierno generan dudas dentro y fuera del país. A nivel internacional, la transmisión del Consejo de Ministros dejó la impresión de un gobierno caótico, sin una línea clara de acción y con un presidente que parece más preocupado por señalar traidores dentro de su equipo que por resolver los problemas del país.
Las cifras no mienten. Un 75% de promesas incumplidas en poco más de un año de gobierno es el reflejo de una administración que no ha sabido ejecutar. La discusión no es si el presidente tiene buenas intenciones o si los ministros trabajan o no. La discusión es que la política no se trata de diagnósticos, sino de resultados, y en esa materia, Petro y su equipo han fallado.
“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” — Lord Acton.
Al final, el Consejo de Ministros en vivo terminó siendo lo contrario a lo que se pretendía: lejos de mostrar un gobierno sólido y transparente, expuso debilidades que incluso sus más fieles seguidores no pueden negar. Y mientras el país sigue sumido en crisis económicas, inseguridad y un Congreso cada vez más difícil de controlar, el presidente sigue en su estrategia de comunicación basada en la confrontación y el señalamiento, sin mostrar soluciones claras.
Circolombia, el espectáculo debe continuar.
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