Apreciado Víctor. Termina esta semana que antecede una nueva época de fiestas decembrinas; en la que recibo inquieto, por decir lo menos y con sorpresa, el viraje que forzosamente comienza a dar tu vida, la que con esmero fue dedicada al noble oficio de la educación. No termino por entender a las instituciones “modernas” que, a costa de su supervivencia, dejan atrás las buenas maneras, aferrándose a lo que muestra la dermis de la situación y al corto plazo de los procesos. Qué triste mi amigo, qué ingenuo resulta ser su proceder.
Inentendible también resulta una de estas cosas propias de esta etapa de vertiginosa locura que vivimos. Secuestrados, sí mi amigo, bloqueados por delincuentes digitales se encuentran mis exámenes de laboratorio, los que requiero para continuar mi tratamiento ¡Una locura! Ya la nube – esa suerte de matrix- es, en exclusiva, la casa de máquinas del mundo. Nada tenemos fuera de ella, ni siquiera los exámenes médicos se alojan en un repositorio local, a la mano de su legítimo dueño ¿Lo ves, Víctor? no es conspiración: poco a poco y de manera acelerada, vamos perdiendo el control.
Vamos de regreso a la edad media, de la mano de los nuevos demiurgos: los ricos, poderosos y presumidos hombres y mujeres, que jugando a mejorar la raza humana a través de la tecnología, están arrojando las ilusiones de aquellos que solo buscaban algo de felicidad y libertad, por el acantilado. Una edad media que, auguro, no tendrá un renacimiento salvador. Ya no será la razón y el humanismo los que lleguen al rescate, pues la relación ya no es de dos -hombre vs. Hombre-. Ahora se suma la máquina, adquiriendo cada vez más consciencia, sensibilidad y razón; frente a una humanidad ciega, diezmada por el insulso poder, el reconocimiento y la gloria efímera que el dinero otorga.
Vivimos una era en la que los nuevos códigos llevan a ocultarlo todo, convirtiéndonos en legos. Solo en fichas con “inteligencia superior” que olvidan los saberes ancestrales: incapaces de entender las fases lunares para la siembra, la forma de cocción de la arcilla con que se hacen los trastos o la técnica con que se teje una prenda de lana para el frio. Seres con “inteligencia superior” que irónicamente, dependen de la máquina para conectar y comprender a otros a nivel emocional, y que nos recuerda todo en todo momento; incluso, que antes de este siglo el hombre era un ser Humano.
¿Tan difícil es de entender, mi amigo, lo que está pasando?, ¿pertenezco a una raza rara anti-sistema? espero que no. Creo que el tema amerita reflexión, darle más de un hervor. Pues la vida, Víctor, no merece terminar en un escenario propio de las historias de Isaac Asimov, en un planeta consumido en su naturaleza por la estupidez humana. Un lugar dependiente del objeto técnico, una vida sin sentido, una mala copia de la vida vivida por Iván Ilich, en la inmortal obra de león Tolstoi. Habría que insistir y repetir en todas partes, que a pesar de todo, somos aún Humanos. Aún lo somos, seguro que sí.
Saludos mi amigo, seguro de que todo estará bien contigo.
Felipe.
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