Cordial saludo Víctor. Me contaron del episodio desafortunado que has tenido en esta semana que termina. Los ladrones mi amigo, hoy eufemísticamente denominados “fleteros”, acechan en las calles, y con ellos la incertidumbre y la muerte que dan fe de la fragilidad humana y del deterioro social en el que vivimos. No obstante, agradecido estoy con la vida de poder escribirte de nuevo, en vida mi amigo, como debe ser.
Esta semana mientras te recuperabas del infortunado impase, he estado enfrentado a posiciones encontradas, por un lado, en los diarios, la televisión y la red se difunden noticias poco esperanzadoras para la economía del mundo: alta inflación y poco crecimiento parecen ser las perspectivas a corto y mediano plazo. Sin embargo, pareciese que eso no fuera con las personas, las cuales asisten masivamente a espectáculos, a lugares de comercio, a restaurantes y a las agencias de viaje en busca de paquetes turísticos a lugares cada vez más exóticos.
El efecto postpandemia ha detonado toda suerte de emociones, el estar expuestos a la muerte y al confinamiento por un periodo de tiempo tan prolongado, ha generado un efecto de euforia que invita a comerse por completo la vida hoy, pues a lo mejor el mañana no existirá. Sin medir consecuencias se está haciendo uso -abuso- del crédito, ya sea este de la banca o de privados que ofrecen usura a cambio de un nuevo celular, unos potentes audífonos o un jean de marca.
Con lo anterior Víctor, no estoy haciendo una invitación al encierro y a la abstención total, no, la reflexión va por el lado de la prudencia necesaria que se necesita para afrontar los años venideros, tiempos en los que todo entrará irremediablemente en mayor caos, las empresas necesitaran vender a cualquier costa, las personas carecerán de crédito, y la banca y los prestamistas callejeros estarán sobre los deudores para recuperar su dinero a como dé lugar. Y en este funesto panorama, créeme Víctor, solo saldrán avante aquellos que hayan simplificado la vida, que hayan regulado sus deudas y que por demás hayan entendido el juego perverso de la modernidad, esa que promete felicidad detrás de cada compra o de cada posesión.
Gastos hormiga Víctor, esos que no son planeados y que aparentemente no se ven, están llevando al ser humano a una zona oscura, pues detrás de cada deuda hay un deterioro ineludible de la salud mental; preocupaciones, estrés, paranoia, y hasta pensamientos suicidas se hacen cada vez más comunes incluso en niños esos que deberían estar jugando, y no lidiando y luchando con fantasmas que asustan incluso a los mayores.
Si Retomamos a epicúreos y estoicos, conciencia y prudencia parecieran ser los antídotos a la desesperanza que se nos avecina, una etapa compleja de la Humanidad, una que espero para bien de todos, no deje a las generaciones venideras -si es que las hay- unas heridas tan profundas que no se puedan sanar.
Víctor, un abrazo fraternal de tu amigo Felipe que brinda por tu vida.
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