Ya son varias semanas sin escribirte, apreciado Víctor. Han sido días convulsionados, pero afortunadamente sin mayores sobresaltos. Olga, quien te recuerda con cariño, ha estado muy activa retomando sus charlas con amigos y colegas; que como sabes, siempre será un buen ejercicio para oxigenar la vida, pues ahora más que nunca: sino, acabamos encerrándonos en nuestro caparazón, terminamos hablando con extraños.
Con extraños, sí mi amigo, es aquí cuando debemos hacer un poco de memoria. Recordarás que con la popularización del internet a mediados de los noventa, se abrió esa caja de Pandora, que al igual que el presente de Zeus, entregaría a la Humanidad toda suerte de desgracias y de males; pero que a la vez, dejaría como tesoro final la esperanza, esa que en últimas hace llevadera la vida de los hombres.
Con los primeros avances de la red, se dieron los ya obsoletos chats como Messenger y AOL, que mucho después abrirían paso a aplicaciones antecesoras de WhatsApp y Telegram, agregando características como VoIP y videollamadas. Y mientras Yahoo! y Google se posicionaban como una suerte de biblioteca planetaria; los bots, que se limitaban a respuestas simples, se afinaban para la elaboración de discursivas y conceptos complejos en tiempo real, posibilitando la llegada de un “ente inteligente” con “quien” ahora se puede interactuar fluida y placenteramente, pues siempre será bueno aprender de quien “ostenta” un profundo conocimiento.
Y al final, aquí estamos. Esta es la parte del cuento que nos tocó vivir, un momento mágico y abominable. Vivimos en un pliegue de la historia de la Humanidad en el que lo natural se desdibuja rápidamente, para darle paso a todo lo fabricado por el hombre. Sé que suena pretencioso, pero nadie, ni siquiera tú, podrás negar que es cierto.
Nos encontramos interactuando y hablando con extraños, con cajas cada vez más oscuras, que esconden sus intenciones o peor aún, las matizan con magia barata, con trucos en los que del sombrero -del objeto técnico- ya no solo salen conejos, sino que brotan falsas esperanzas de felicidad y libertad.
Un campo minado: a esto ha reducido la vida el hombre. Si no me crees, pregúntale a tu nuevo mejor amigo el ChatGPT… a ver que te responde.
Saludos mi amigo, un abrazo cordial de un «Aún Humano».
Felipe.
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