Hola Víctor, encantado de saludarte una vez más, pues poco a poco he empezado a aceptar que la vida no es más que el previo de la muerte, esa que llegará a su momento, o sea en cualquier momento.
Esta semana continuando con el diagnóstico de mi salud, me encontré con un Doctor fantástico, Ignacio, que quisiera frecuentaras tú también. La cita fue un poco atípica, larga, muy larga, pero eso sí, sin lo tradicional: no me preguntó mi peso, ya él sabía con solo mirarme que estaba muy por encima de lo normal, y tampoco cuestionó mi altura, a simple vista se puede calcular; por el contrario auscultó mi vida utilizando la palabra, muchas preguntas, algunas de ellas que parecían fuera de lugar, al final terminaron conectando, y con ello, mi amigo, terminé comprendiendo que el problema de los médicos modernos es que están más preocupados por el teclado y la pantalla del computador que en mirar fijamente a los ojos de su paciente.
Continuando con la vida y dándole a las cosas sólo la verdadera importancia que se merece, me encontré con un titular de esos que me sirven para crear conjeturas, Irene Hernández una periodista divulgadora de ciencia pronosticaba en una de las páginas de la BBC que «Es altamente probable que internet colapse en algún momento y que todo deje de funcionar». Y Si colapsa la matrix, esa en que se ha convertido la red, ¿cómo sería la vida?, sin la posibilidad de la memoria de la nube, ¿tendríamos suficientes herramientas para sortear el día a día?, ¿Cómo nos comunicaríamos sin el teléfono móvil o la computadora?, Tendríamos que recurrir nuevamente al telégrafo, ¿acaso ya sabemos cómo funciona?. Sin la posibilidad de acceder a dinero físico, ¿cómo pagaríamos en el supermercado?, ¿con qué compraríamos las medicinas?, ¿con el trueque?, y con él ¿estaremos en la capacidad de revalorar las cosas?, ¿es decir darle más valor a la comida, qué a un nuevo teléfono “inteligente”?, ¿más valor al hablar físicamente que al hacerlo a través de una pantalla?
Cómo ves Víctor, el razonamiento que estoy haciendo en la construcción del índice de transhumanismo y cuya variable está dada por la autonomía humana Vs. la de la máquina, cada vez cobra más sentido, pues con lo expuesto por Irene en su artículo, queda claro que ya no sólo se trata de cuántas cosas puede hacer la máquina a voluntad sin el hombre, sino qué tanto puede hacer el hombre en ausencia del objeto técnico.
Estamos perdiendo rápidamente mi amigo el poder de lo esencial, poco a poco trasladamos a la máquina mayor capacidad de decisión, emancipando lo natural del cuerpo biológico, convirtiéndolo solo en un maniquí frágil, sin mucha capacidad de discernimiento, con pocas herramientas para sobrevivir por sí solo, y lo peor, sin mucho sentido para seguir viviendo.
Saludos mi amigo Víctor.
Felipe
Aceptar que la vida es el paso previo a la muerte nos permite vivir más libres, tranquilos y sin la angustia del mañana. Permite ocuparnos más por vivir plenamente, sin ataduras a la tecnología y con ganas de conversar, escuchar, reír y disfrutar del café conversado. Cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo, convencidos que cada instante vale por lo que gozamos, aprendemos, viajamos, conocemos y disfrutamos.
Aceptar la vida es escuchar a quien se topa en tu camino y dedicar el tiempo necesario para que juntos construyamos humanidad. Esa que te encargas de recordarnos siempre.
PD, cuida tu salud, tu sabes qué debes hacer. Muchos queremos gastar tiempo de calidad conversando contigo, amigo Felipe.