Cartas a Adela – Primera carta (1/20)

«Cedes a estas metamorfosis que una mano enamorada
cumple en ti, te llenas de ritmos, hendiduras, te
vuelves tablero, reloj de luna, muralla de aspilleras
abiertas a lo que acecha siempre del otro lado,
máquina de contar cifras fuera de las cifras, astrolabio
y portulano para tierras nunca abordadas, mar
petrificado en el que resbala el pez de la mirada».
 
Julio Cortázar
 


Tu y yo nos queremos así porque somos igual de libres, igual de cobardes… porque no soportamos que carguen con nuestra infelicidad, entonces me dejas salir corriendo a los brazos de otras mujeres y yo dejo que sean otros labios los que te besen, porque siempre volvemos el uno al otro, porque siempre sabemos encontrarnos y dejarnos ir. ¡Qué atropello a la razón! ¿No crees? Siempre estamos lejos, deseándonos y cerca nos apuñalamos las espaldas, y debo admitir que fui yo el que desenvainó primero.

¡Y qué importa! nunca nos ha importado nada, nunca nada. Viajamos desde el nihilismo para encontrar una jodida razón hasta el fondo de nuestros colores pidiéndole a nuestras sombras bicolores que transgredan ese matiz de grises.

Hoy o ayer o tal vez en otra vida, me visitó un gato que tenía colgada una canción en la mirada y luego se fue como se aleja todo en la vida, todo excepto el frío de los años que viajan desde los sueños cargados con nubes de opio y anuarios en los que vemos como las sonrisas obtienen arrugas y los ojos pierden brillo. Nada ha sido igual desde que ese gato se fue… se fue y no me dejó ni el hola ni el adiós. Desde entonces el aire huele diferente, los muertos caminan por la avenida, los dioses se pasean por los canales de las noticias locales y los niños llevan a los adultos en sus carritos, ¡La ciudad es un caos! Ya hasta las vocales se contradijeron y la gente habla en lenguas profanas. Hasta el vino sabe diferente, como a jugo de manzana con nueces… y bueno, nada, salí a caminar pero el humo de mis pies me recordó el mediterráneo de tus ojos, entonces me fumé una flor y regresé a casa.

Sasha, Sissi y Maga salieron a dar una vuelta y regresaron con París en sus miradas y sangre en las manos ¿Cometieron un crimen? Mierda que me asusté al ver tanto homicidio en sus soledades y sus besos pálidos ¿Con cuál iba a Montevideo? Ninguna, con vos, pero no estás… será que iré otro día en el que no te tenga en mis corteza cerebral ni en mis venas, necesito desintoxicarme de vos y luego volver a vos, maldita manía de regresar a vos, maldita manía de irme de vos.

Luego en un sueño de esos locos que tengo yo, escuché uno de tus chistes y estallé a carcajadas; fue un desastre, todos mis intestinos, órganos, venas y hasta un par de corazones regados por todo el piso, ¡Qué horror ver tanta humanidad y tantos relojes de arena ahí en el suelo frío! Meterme cada una de mis piezas fue aún más caótico, me amarré el riñón a la espina dorsal y desde entonces tengo un caminar cargado con tu memoria.

Las chicas están bien… al menos la cana no vino por ellas, habrán matado un recuerdo, qué sé yo, no quise preguntar más porque para qué iba a ser testigo de un delito hecho en defensa propia, bueno, al menos eso quiero pensar yo… pero de tanto acallar delirios de maniobras asesinas me enfermé y me empezaron a correr conejos en la cabeza ¡Y qué tamborileo el que armaron sobre mis cabellos!

Sissi me regaló un espejo, pero ha de ser gaucho porque no me veo en él, en cambio veo como se me rompen los pies contra el placard de un motel mientras vos jugás piedra, papel o tijera con un colibrí; sin embargo dejé el espejo en el baño, lo colgué a la altura del pecho para dibujarme una sonrisa los lunes en la madrugada, de resto no ha pasado gran cosa, lo de siempre, salen las chicas a jugar con Dios y en las noches caminan sobre metáforas para terminar todos en la cama haciendo el amor o al menos confundiéndonos entre tanta carne.

Me preocupa un poco Maga, siempre hablando en francés y llorando en español, pero se toma un mate amargo y se le pasa.

Y yo… pensándote como siempre, haciéndote en mis recuerdos, palpando tu sonrisa en la pared y calcando tus cabellos en mi barba, aunque siempre me pregunto por qué tenemos esa cobardía en nuestros labios, ¡Vamos querida! ¿Qué nos pasa? Nos hundimos como Venecia pero nos asesinamos en las mañanas ¿Será que estamos condenados a no ser o a ser no siendo? Y sin embargo te quiero y me querés. Sólo entre nosotros nos dejamos acariciar la voz pero nos despertamos al lobo estepario acallado en nuestras entrañas.

Recuerdo la mañana esa en que me cargaste nueve balas en la cabeza y aquella en la que te desmenucé con mi navaja, pero creo que así somos felices, hacemos la guerra en la cama y en los parques, y luego nos revolvemos en sal… poco convencional pero creo que al menos así funcionamos.

Nos veremos, lo sé. Nos asesinaremos, lo sé. Nos reconstruiremos, no sé. Nos esperaremos, sólo el tiempo dirá.

De momento te dejo en la boca un beso que sabe a cigarrillo y dulce de leche… esta noche no pienso dormir, esperaré a hurtadillas al condenado gato, no quiero que me deje con tanta lógica en el corazón, debe arreglar tanta confusión y desconcierto que me dejó en la razón. Hasta entonces, besos. Te extraño.


Todas las columnas del autor en este enlace: César Augusto Betancourt Restrepo

César Augusto Betancourt Restrepo

Soy profesional en Comunicación y Relaciones Corporativas, Máster en Comunicación Política y Empresarial. Defensor del sentido común, activista político y ciclista amateur enamorado de Medellín.

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