¿Qué sueño es el que soñamos, querida mía? Es decir, se levanta uno todos los días a ganarse la vida a punta de versos y pan caliente, empezamos a caminar como pegados al plomo y al asfalto, entonces vale preguntarse ¿Es este mi sueño? ¿Es este nuestro sueño? Y si lo piensas bien ¿De qué están hechos los sueños? ¿Cómo los compones, los artículas, los partes, los aspiras y los ensamblas en una cajita que contenga tu nombre en ella?
Si esto es sueño, no es como aquellos en los que un caballero ilustre rescata a la damisela de un dragón de colillas de cigarrillos y acíbar. Es más la quimera de la luna pegada a la pared y de vos estampada en un libro que entrego hoja por hoja a su destinatario final… es un sueño de ti, en donde estás lejos muy lejos, y de mí llegando, acercándome a tu costado que huele a sahumerio oriental y crisantemos de miel ¿Lo ves? Estás clavada a mis anhelos oníricos como un perfume de feromonas aferrado a mi instinto animal, como letras a estas cartas.
¿Pero por qué? ¿Por qué estás tan lejos en este sueño? Tarda tanto este encuentro tan anhelado y temeroso, que empiezo a dudar de toda esta realidad que se disuelve en el fondo de una copa de arena.
Los días han sido largos sin Maga por los alrededores, sin sus lloriqueos ni sus tonadas en francés que alborotaban la mañana con una tristeza como azul índigo, y me preocupa, ¡Vaya si me preocupo! No sé si estará perdida tras un paisaje de Monet, abrazando colores y dedicándole su apología al rocío de la mañana, Maga tan perdida en esa melancolía… me hace mucha falta.
Dije que no trataría de hallarla, pero la he buscado en la ciudad tras los grafitis de los poetas gauchos, sin embargo, sólo veo rastros de amores desordenados y embusteros que quieren desvirgar a las señoritas de alta alcurnia con versos bien inspirados mientras los caballeros juegan a destruirse con testamentos y contratos absurdamente legalizados. No importa cuantos ojos tenga, no está mi adorada Maga… Este ya no es su sueño.
Entretanto, Sasha y Sissi siguen en su amor como en un duelo de paladines al que ocasionalmente me invitan, sin embargo la herida en el pecho de Sasha se agranda cada vez más, incluso he llegado a ver como expone su corazón al ruedo de miradas indiferentes en la calle, como si estuviera a la espera de una insurrección, de un perdón… de una reencarnación. La indiferencia reencarnada en la sombra de una flor de loto que se abre, se dilata y al final, pierde los colores que pintaron poesía tras cristales de peceras.
Y las veo ahí, tan ellas, tan felices y feroces que no me animo a susurrar el nombre de Maga en su presencia, prefiero irme por ahí en mi velero sin velas, adornado con papel maché y celofán bermellón, con esa sensación de irrealidad, de levedad… en una noche no tan oscura, un día no tan brillante. En este camino más bien incierto, con este mirar más bien perdido, ya sabes, intento dar saltitos por ahí esperando a que alguna lluvia o un reloj de arena me haga dar sopapos contra el suelo y poder vivir este sueño de vos y no esta realidad de notas al aire, de cartas con alas y café amargo, pero en cambio, llueven misivas bancarias y papel moneda, entonces ya no puedo saltar y solo queda refugiarme en algún rincón de este bergantín ahogándome en este berretín que te dedico mientras espero a que Maga se compadezca y se transforme en licor de mandarina en mis labios.
A veces esta ciudad bañada de río y de plata, tiene sabor a membrillo agrio, por eso me convierto en gamulán y me refugio en el placard, mientras le canto serenatas a las polillas, a los arlequines y a los ácratas de bolsillo, dedicándole una sonrisa al recuerdo de tu cabello en mi pecho y esa ternura que desbordan tus labios, como mezcla de crema de whisky y dulce de leche… y ahí me quedo horas y destellos de luz, refugiado en medio de una amarga romanza esperando a que coplas o sueños (nuevamente sueños), me quemen las pestañas y me obliguen a mirar al cielo en busca de Maga o de ti… pero vos no estás allá en el cielo ni el Olimpo, no caminas por los Elíseos ni te deslizas en el Hades. No, vos estás con una rosa tatuada nadando en letras de un diario perdido, sublime y perspicaz detrás de un cigarrillo, midiendo palabras en un tubo de ensayos y anotando la reacción química cuidadosamente en un poema de Bécquer… así estás, lo sé… como destilando caña de azúcar.
¿Cuánto más he de dormir en tu mirada de avellana para por fin despertar a tu lado? Estas palabras, querida, no son ardite de un amor de primavera. Te espero en esta espera, en esta parada de bus, en esta góndola sideral que te construyo a versos y sorbos de mate acidulado… te espero con una gran sonrisa en mis tres bocas, es solo que a veces ataca la angustia de lo incierto y la imagen de mi adorada Maga volando en parasol por las calles de París recibiendo las lilas de Polichinela.
¿Qué sueño es el que soñamos? ¿Elegimos acaso el sublime peso del infierno o nos dan edenes de maná y miel arbitrariamente? Quiero que este sueño sea nuestro, una tierra llamada tu y yo; tierra de pan caliente que alimente labriegos, y ensayistas del pubis y el corsé; puñales en la garganta y balazos volando entre llanto; un cuento de Cortázar en una tetera y una canción porteña en una alquitara de cobre corroído. Quiero que sean tus labios los que me arranquen la piel y no la ausencia de tus besos. Te quiero, pronto nos veremos, no en sueños sino soñando.
Todas las columnas del autor en este enlace: César Augusto Betancourt Restrepo
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