Hace poco menos de un mes, nosotros, la ciudadanía colombiana (algunos de nacimiento otros, como en mi caso, nacionalizados), elegíamos al que sería el próximo presidente de la República de Colombia ejerciendo así, como lo enmarca la Constitución de Política de 1991, nuestro derecho al voto y a la libertad de expresión, en cuánto se nos brindó la seguridad y garantía de votar por aquella figura política más convincente en función de nuestros principios e ideologías como personas.
Hoy, a menos de un mes, quiero expresar esta carta pública al próximo presidente del país, abierta a todo tipo de opiniones y críticas constructivas…
Respetado a Iván Duque, quiero dirigirme a usted con los máximos índices de respeto que cualquier persona debe y merece recibir, pues no soy partidario de la difamación constante que muchas personas deciden acogerse con el fin de opacar una candidatura política. Colombia, por alguna u otra razón, decidió que usted, junto a sus propuestas políticas, tomaran las riendas del país con el fin de lograr una mejora, grande o pequeña, en nuestro país.
Colombia ha sido un país azotado por diversos acontecimientos. Colombia ha sido un país que la han manchado y la han querido manchar de rojo, un rojo que ha dejado a varias personas con una persecución y una imagen negra que trascenderá en el resto de sus vidas. Son muchas las familias que, por alguna circunstancia, se han visto sumergidas a la pérdida de algún familiar de manera inocente, en medio de un conflicto armado al que no tenían derecho ni querían participar en el mismo. Han sido varias décadas de sufrimiento, un sufrimiento que ha provocado, en muchos colombianos, la construcción, lenta pero vigorosa de un muro que analógicamente podría relacionarse con el odio. Un odio entendible si tenemos en cuenta que son personas que han sufrido de manera inocente.
Colombia, es un país que se puede caracterizar por su diversidad natural, sus múltiples culturas y sus diferentes dialectos en función de su territorio -lo que abre un abanico de conocimientos culturales para Colombia, cosa que yo, como español, envidio de manera positiva- no puede ser la imagen difamatoria para los demás. Podemos pedir gracias que ésta imagen, a lo largo del tiempo, se ha ido difuminando pero, como bien se conoce dentro del mundo del arte, solo falta que venga el pintor y vuelva a arrojar, con fuerza y contundencia, pintura sobre esa difuminación para poder a relucir la imagen.
No me considero de izquierdas ni de derecha, pues soy partidario del voto en conciencia, la cual considero, consiste en votar por propuestas viables, creíbles y medibles más no por partidos políticos en función de la tradición política familiar pero, si algo puedo afirmar, es la necesidad que tiene toda Colombia de querer dar, de una vez por todas, punto y final a una historia que mucho dolor ha ido cosechando en los hogares más humildes del país. Duque, en sus manos está el hacer una nueva Colombia, una Colombia caracterizada en toda América por sus grandes relevancias. No queremos retroceder, no queremos ver cómo surgen esas heridas que tanto escuecen a la población. Espero volver a leer ésta carta por allá en el 2022 y, preguntarme … ¿qué tan reales eran las difamaciones de la ciudadanía colombiana y qué tan ingenuas llegaron a ser, o no, las propuestas del presidente?