Las declaraciones del dictador venezolano sobre el proceso de paz no son un desvarío, excepto aquella en la que manifestó que existía un plan para exterminar a las Farc. Sin incitar a la violencia, éramos muchos los que esperábamos la baja total de los cabecillas, empero, ello no fue posible ni en la dedicación exhaustiva de Álvaro Uribe, ahora menos en la displicencia hiperbólica de un sujeto que no tuvo coraje para combatir la criminalidad, sino que, desidiosamente optó por arrodillarse a la voluntad terrorista.
Sobre los secretos a los que ha hecho alusión el sátrapa Nicolás Maduro, habrá mucho de lo que debamos saber. Semejante bicoca organizada en la Habana ha de tener innumerables ‘embrollos’ que comprometen al Gobierno Nacional, a través de Juan Manuel Santos, en calidad de aprobante de las concesiones otorgadas al grupo criminal. Un minúsculo trino en una red social, fue el detonante para que ‘Juhampa’ fuera amenazado, por quien era su principal aliado, y por ende, “mejor amigo”; “¡Amigo el ratón del queso!”. La vida es un círculo y a los traidores, tarde o temprano, les pagan con la misma moneda. Es una ley universal: “Recibes lo que das”. Acertado resultó, el adjetivo utilizado por un destacado personaje del panorama nacional: “Lo de Santos y Maduro, es una pelea de Rufianes”; rufianes porque- sin incurrir en indecorosos ultrajes- ambos sujetos son la misma perra pero con distinta guasca: trúhanes irracionales.
Santos es a Colombia, lo que Maduro es a Venezuela. Es cómica la capacidad que tiene el mal denominado mandatario colombiano para ‘saltar del barco’ sin vergüenza, ni pudor. Al parecer, hace parte de su proyecto existencial abandonar a quien no le sirve y desprestigiarlo por demás. No obstante, desprestigiar a Maduro es algo imposible, porque ese cafre obcecado, cumple dicha tarea a cabalidad, sin que otro lo tenga que ayudar. Lo realmente asombroso fue la afirmación de Santos consistente en que le había advertido a Chávez que la revolución Bolivariana fracasaría; ello no solo es un acto de insolencia total, sino de deslealtad con los esbirros venezolanos que le han colaborado, verbigracia, el mismo dictador Maduro.
El ‘presidente’ no puede ignorar que aquella revolución maldita fue la que le permitió acercarse a las Farc, razón por la cual, no le queda nada bien, venir ahora a mencionar lo que siempre hemos sabido, con el fin de limpiar sus contaminadas manos. ¡Qué falta de corazón, coherencia y consecuencia!
Es claro, sin más ni más, que la revolución bolivariana es el principal desastre económico, político y social de América Latina en el siglo XXI, toda vez que su implementación se ha concretizado en el arbitrio dictatorial de un tenebroso régimen. Pero, los adeptos a la Unidad Nacional, no deben olvidar que ese Estado Totalitario, opresor de la democracia, de las libertades individuales, de la libre empresa, y de la dignidad humana, fue el mediador trascendental del desatinado proceso de paz que tanto les enorgullece. Razón tenía el dictador cuando manifestó que le debían a él y a su amo (Chávez), la entrega de Colombia a las Farc, es por ello que actualmente no pueden pronunciarse en contra de aquel sistema con el que se aliaron y trabajaron por más de 6 años. ¡No se luzcan más con sus manifestaciones de lagartería, sean consecuentes con sus acciones, señores!
En cuanto al dictador, es hora de que cuente todo lo que sabe porque en medio de su ignorancia, el mismo, ha podido constatar el abandono de su colega (Santos). El consuelo para Maduro es que hable ahora, ya que, con ello no logrará reivindicarse jamás por sus erradas acciones, pero por lo menos podrá tener plena certeza de que nunca fue utilizado por un potencial traidor.
Los tiranos no soportan el hecho de ser traicionados y desechados; por tan nefasta circunstancia es que Maduro comenzará a vociferar; él es un ente notablemente bruto pero tiene un atestado convencimiento de que esa es su mejor defensa.
Posdata: Nico, es hora de que comiences a cantar; los colombianos esperamos con apetencia tus explosivas declaraciones. ¡No vaciles en rebuznar!