Donald Trump, entonces candidato a la presidencia de la Estados Unidos, se reúne con Rebekha Mercer en un lujoso restaurante de Los Ángeles. Cuenta DW que la reunión fue tensa y Rebekha, presidente de la fundación Mercer, lo encaró y le dijo, palabras más o menos, que su campaña era desordenada y condenada al fracaso. Extrañamente Trump, conocido por su machismo, obedeció.
Mercer ofreció apoyo financiero y mediático. Para apoyarlo, ingresaron a la campaña de Trump, David Bossie, Kellayne Conway y Steve Bannon, quién sería su jefe de campaña, un ex funcionario de Goldman Sachs y vicepresidente de Cambridge Analytica (CA), empresa subsidiaria de SCL creada con patrimonio de los Mercer.
CA se dedicó a recoger datos, gustos e intereses (big data) de los votantes norteamericanos por medio de las redes sociales, instituciones financieras y encuestas virtuales. Cristopher Willye, ex investigador de CA, contactó a Aleksandr Kogan, profesor e investigador de la universidad de Standford, para que diseñará un test con el que lograría identificar los cinco grandes rasgos de personalidad de cada votante norteamericano. Recogieron datos de más de 81 millones de personas. Las preguntas eran inocentes, pero encajaban en los perfiles que buscaba la empresa.
Con las respuestas del test, el algoritmo diseñado por CA establecía la personalidad del votante. Estudios posteriores, demostraron que con más de 300 me gustas e interacciones en Facebook, el algoritmo predecía con mayor eficacia la personalidad que la pareja sentimental.
Bannon y Rebekha Mercer, le propusieron a Trump especializarse en tres estados: Michigan, Wisconsin y Pensilvania (parte del cinturón de acero)[1], de mayoría demócrata. CA, con la personalidad definida de los votantes de estos estados, enviaba mensajes ocultos y falsos para proyectar el voto. Las notas eran autoría de Breitbart news, empresa con sede en California y financiada, también, por los Mercer.
La forma de elección del Presidente de los Estados Unidos, permite ganar sin necesidad de tener la mayoría de los votos, solo de los estados que más participación tienen. Y lo hizo. Trump ganó por 77 mil sufragios en Pensilvania, aunque Hillary Clinton lo superó en más de tres millones a nivel nacional.
Trump repitió el libreto de Breibart impuesto por CA y las personas creyeron. Según el portal independiente, Politifacts, Trump solo dijo la verdad en el 4% de sus declaraciones durante campaña.
Las notas eran ridículas: inmigrantes votan de manera ilegal, Clinton prohibirá las armas o llegará el socialismo. Sin embargo, las personas creían. Lo resumió Alexander Nyx, ex CEO de la compañía: “No hace falta que sea verdad, lo importante es que lo crean”.
El cerebro y gran financista del proyecto Trump es Robert Mercer, uno de los 10 multimillonarios más importantes del mundo según New York Times. No concede entrevistas, pero el oscuro rastro de su dinero va para organizaciones reaccionarias, neoliberales y negacionistas del cambio climático.
Este cóctel solo deja sus frutos en una sociedad como la norteamericana, y la colombiana, con bajos índices en lectura crítica. Una mentira, legitimada por un político y medios corruptos, se convierte en verdad.
Se abrieron investigaciones por manipulación de elecciones en: Colombia, Inglaterra, Estados Unidos, Argentina y países africanos. Un pueblo ignorante será esclavo de los medios de comunicación.