“si no nos pensamos, y repensamos el cómo pensamos, no podemos cambiar y vamos a seguir reproduciendo las mismas lógicas perversa que nos han llevado a las precarias condiciones en las que vivimos”
Estamos viviendo una revolución epistemológica que viene a cambiar el paradigma objetivista que, en la ciencia y lo social, se ha impuesto desde la ilustración europea del siglo XVIII. Nos hemos vuelto a hacer preguntar sobre qué es conocer y cómo llegamos al conocimiento, y, desde hace unas décadas, se ha perfilado un nuevo paradigma radicalmente opuesto al anterior.
Dos avances gigantescos en la ciencia llegaron para hacer patente la necesidad del cambio epistemológico. Por un lado, el estudio de la microfísica (cuántica) se inundo de la inevitable incertidumbre demostrada por Schrödinger y, por otro lado, la demostración de Einstein de que, el estudio de la astrofísica era inevitablemente de y sobre lo relativo.
Ambos avances han demostrado que, contrariamente a lo que el objetivismo mecanicista proponía, es imposible hablar de verdades absolutas. Además, estos avances han llegado con nuevas perspectivas de investigación como la Teoría de Sistemas o la Teoría de la Complejidad o, incluso, la Teoría de la autopoiesis de los chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela.
Es así que, el surgimiento del nuevo paradigma, como lo ha dicho Boaventura de Sousa Santos, no solo está cambiando cómo entendemos la realidad, sino que además está cambiando la realidad misma en la esencia de su entendimiento ontológico. Ya no hay distinción entre objeto y sujeto, porque el segundo afecta y/o hace parte del primero. Estamos volviendo a la no distinción entre disciplinas que, después de todo, fue arbitraria. Así mismo, el conocimiento científico que se consideraba natural también puede, y debe, ser considerado social y viceversa, es necesaria esta correlación para entender mejor la realidad.
Todo esto no es algo tan nuevo, se lleva debatiendo desde hace más de 40 años y, sin embargo, en Colombia no se ha abierto una profunda discusión al respecto. Por el contrario, entidades como Colciencias, con sus políticas de clasificación, calificación y publicación de investigaciones y ensayos, impide que otros paradigmas que no sean el objetivista surjan.
También, las universidades han demostrado lo conservadoras que son al aferrarse a lo que dan por cierto a pesar de los avances que demuestran lo contrario; los profesores se niegan a discutir estos nuevos paradigmas y muchos ni siquiera los tienen presentes, especialmente en las carreras de humanidades. Esto quiere decir, ni más ni menos, que, como en muchos otros ámbitos, Colombia es está quedando rezagada en el tipo de investigación científica y social, y en los avances que estas pueden conllevar.
En economía, por ejemplo, a pesar de las nuevas líneas investigativas (algunas incluso dentro del nuevo paradigma), en las universidades, como si fuera un dogma sagrado, se sigue estudiando lo que los acontecimientos del mundo real han demostrado que, en general, no funciona: la economía neoclásica.
Esto explica muy bien porque, tanto en Colombia como en el mundo, los economistas han demostrado su incapacidad para hallar la fórmula de la recuperación económica después de la crisis del 2008. En este sentido, dice el profesor Gabriel Misas, los economistas se han convertido en sabios idiotas incapaces de pensar fuera de los modelos perfectos que jamás se ajustan a la realidad.
Pero ¿todo esto que le importa a una sociedad tan maltrecha como la colombiana? La respuesta no es fácil, pero es simple: si no nos pensamos, y repensamos el cómo pensamos, no podemos cambiar y vamos a seguir reproduciendo las mismas lógicas perversa que nos han llevado a las precarias condiciones en las que vivimos y que nos imposibilitan salir de ellas.
Twitter: @CamiloADelgadoG