Por más y que sean centros de pensamiento crítico, de investigación y de transmisión de conocimiento, las universidades públicas no pueden impedir que las fuerzas del orden, legitimadas por y para el Estado hagan presencia para prevenir y contrarrestar el delito, en cualesquiera de sus manifestaciones.
Algunos medios han tildado al alcalde de Medellín Daniel Quintero de traidor por autorizar al Esmad su ingreso a la Universidad de Antioquia. Con razón lo hizo, aplausos para él que prefirió honrar su tarea como responsable del orden público en la ciudad, así algunos importantes medios lo censuren. Sospechosamente esos mismos medios -El Espectador uno- alimentan en sus editoriales un estigma contra el Esmad, queriendo hacerle creer a sus lectores que ese organismo es el protagonista de los desmanes que ya son paisaje, cada que hay protestas de estudiantes. No nos llamenos a engaños: hay entre los estudiantes un minúsculo grupo de verdaderos delincuentes, criminales para ser más exactos haciéndoles el mandado a algunos «ideólogos» de un Estado con un formato que a la mayoría de colombianos asusta.
Impedir la tarea de la policía, del Esmad al interior de esa, y cualesquiera otra universidad, es entregarle un mensaje a la grán mayoria de estudiantes que en realidad buscan prepararse para un mejor futuro, de que tienen, sí o sí, que someterse a los caprichos de los pocos bandidos cuya fortaleza son las papas explosivas y el escaso amor por sus vidas e integridad.
Y ya para cerrar, el de Medellin Daniel, y Claudia López en Bogotá, no es que hayan cambiado su discurso y el tono de campaña, simple y llanamente entendieron que una cosa es la babosería de campaña y otra bien distinta es el ejercicio de gobernar con responsabilidad. Así que como dice un comentarista deportivo: tengan pa’ que se entretengan.