El reconocido cantante argentino Andrés Calamaro se presentará hoy y mañana en el Teatro Metropolitano desde las 7:00 p.m.
Entró al bar del Hotel Intercontinental de Medellín como un rock star. Cómo no iba a hacerlo, si las gafas de aviador, la chaqueta de cuero, el pelo ensortijado y esa sonrisa intrépida que solo tienen los hombres que han sabido ganarle cualquier batalla al destino, le dieron suficientes licencias para entrar allí como si fuera a hacer un concierto de tintes épicos.
Pero él no vino a cantar, aunque cuando agradeció a los periodistas que lo esperaban ansiosos lo hizo con voz sonora, dando la ilusión de que cantaría las primeras estrofas de “Sin documentos”, “Flaca”, “Loco”, “Crímenes perfectos”, “Estadio Azteca” y otras canciones que lo han hecho merecedor del título de “máximo exponente del rock iberoamericano”.
En la mano derecha no llevaba la guitarra que lo ha acompañado en sus correrías por esa vertiginosa autopista del rock, sino un mate que bebería sin tregua durante la rueda de prensa convocada para anunciar los dos conciertos que realizará este 19 y 20 de noviembre en el Teatro Metropolitano de Medellín, como parte de su gira Licencia para cantar.
“Es un verdadero placer tenerlos aquí reunidos para conversar con el maestro Andrés Calamaro”, dijo el moderador y acto seguido el bar se llenó de aplausos al igual que en una abarrotada sala de conciertos.
Calamaro se les unió a los periodistas que lo miraban perplejos con un aplauso fuerte, caluroso. No paró de sonreír, quizás congraciado por tan acogedora bienvenida. Luego de mirar a la audiencia se sentó en una mesa en la que había tres copias de su más reciente álbum, Romaphonic Sessions, y cuatro ejemplares de Paracaídas y vueltas, autobiografía publicada el año pasado por la editorial Planeta.
“Medellín es de esas ciudades, como Sevilla, San Sebastián, París o Nueva York, donde uno llega y a los tres minutos ya está pensando en quedarse a vivir”, afirmó el cantante argentino y agregó que vino hasta la capital antioqueña para “aprender el espíritu de los mil ritmos colombianos” y de cómo los paisas se han apropiado del tango.
Las elogiosas palabras de Calamaro hacia Medellín fueron más que un detalle de fina coquetería, ya que en el Metropolitano interpretará varios temas insignes de la música del Río de La Plata como “Milonga del Trovador” de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, “Garúa” de Aníbal Troilo, “Biromes y Servilletas” de Leo Masliah y “Nueva zamba para mi tierra” de Litto Nebbia.
Estas canciones, junto a versiones acústicas de sus clásicos rockeros “Mi enfermedad”, “Paloma” y “Los aviones”, hacen parte del disco Romaphonic Sessions, protagonista de la gira que también lo llevará a las ciudades colombianas de Bogotá (23 y 24 de noviembre, Palacio de los Deportes) y Bucaramanga (26 de noviembre, Coliseo Bicentenario).
Acompañado de un trío de piano, contrabajo y percusión, Calamaro pretende hacer “un concierto para sentarse, ver y escuchar con características de teatro”. “Intentamos que sea un concierto que tenga una mitad o ¾ de música para apreciar”, dijo Calamaro y precisó que “dentro de lo posible”, y siendo fiel a su estilo, se explorarán “todas las posibilidades que tiene la armonía y la melodía de una canción”.
Quienes asistan hoy y mañana al Metropolitano no sólo conocerán la faceta más acústica de este ídolo rockero, sino que también disfrutarán de una velada íntima y sobrecogedora en la que el tango, el jazz y hasta el bolero marcarán un compás sutil y bohemio.
La única condición para que esto sea posible es que el público se abstenga, en lo posible, de prender sus celulares para grabar vídeos o tomar fotos del concierto. Y es que el mismo Calamaro, a través de un comunicado publicado en su página de Facebook el pasado 7 de noviembre, fue bastante enfático al afirmar que “de una vez por todas hay que recuperar el placer de escuchar un concierto por el que pagamos una entrada no necesariamente económica”.
“Nosotros los músicos nos sentiríamos bendecidos con el respeto de un público que se dedica a escucharnos cómodamente sentados, sin otra intención que disfrutar un momento que podría ser inolvidable”, añadió en su comunicado días antes de su presentación en la «Bella Villa».
Aparte de la gira colombiana, Calamaro reveló en la rueda de prensa que el próximo mes saldrá su nuevo disco, Volumen 11, una burla a los clichés del rock cargada de “decadencia, distorsión, blues, letras satánicas, vampíricas y apocalípticas, todo lo que un disco hoy en día debe tener”.
También se refirió al Premio Nobel de Literatura otorgado al cantante estadounidense Bob Dylan como un galardón “metafísico a un hombre del rock que no es de la literatura y que publicó dos libros, “Tarántula” y “Crónicas”. “La palabra, cuando es una canción, cuando es música y se despega de las páginas de los libros, es uno de los grandes inventos y misterios de la humanidad”, aseguró y luego se lamentó por la inesperada partida de los cantantes Leon Russell y Leonard Cohen, a quienes no dudó en calificar de maestros.
Deseoso de volver a una sala de ensayo y recuperado de una dolencia abdominal que lo molestó hace cinco días, Calamaro lució enérgico y vital, como si quisiera estar de una vez por todas en el escenario. Y no era para menos, después de dos años de ausencia y de nadar a contracorriente como el salmón, Calamaro ya tiene su licencia para cantar en esta ciudad montañera, tanguera y rockera que lo aclama como a uno de los suyos.