«NO ME PREOCUPAN LOS GRITOS DE LOS DESHONESTOS, DE LA GENTE SIN ESCRÚPULOS Y DE LOS DELINCUENTES… MÁS ME PREOCUPA EL SILENCIO DE LOS BUENOS».
Compatriotas, reflexionemos sobre la actualidad de nuestro país. Parece que algunos no comprenden la magnitud de lo que está ocurriendo y nos está ocurriendo a todos, no solo a unos cuantos. Sentimos impotencia, frustración y una afectación emocional profunda que nos deja desorientados. Esta situación va más allá de problemas económicos; estamos perdiendo el orgullo de ser colombianos.
La transformación que atraviesa nuestro país ha sido progresiva pero alarmante. Hemos llegado a un punto en el que la realidad que experimentamos día a día contrasta radicalmente con nuestras expectativas y sueños como sociedad. Es un momento en el que la desilusión y la preocupación se entrelazan, vislumbrando un futuro sombrío si no tomamos medidas contundentes.
En primer lugar, la carencia de respeto se ha arraigado en diferentes niveles de la sociedad. Desde la pérdida de la cortesía básica hasta la falta de consideración por las opiniones y derechos de los demás, esta ausencia de respeto socava la convivencia armónica y la construcción de una comunidad unida.
La estabilidad, piedra angular de cualquier nación, se tambalea. Las bases sobre las que debería sustentarse el desarrollo y el progreso se ven amenazadas por la inestabilidad política, económica y social. La incertidumbre ha permeado todos los ámbitos de la vida cotidiana, generando un clima de desconfianza e inseguridad.
La falta de diálogo, crucial para resolver diferencias y encontrar soluciones, ha dejado un vacío preocupante. El entendimiento mutuo y la capacidad de debatir ideas se han erosionado, dejando paso a la polarización y al estancamiento en la resolución de problemas clave.
La sensación de inseguridad se ha convertido en una carga diaria para muchos. Ya sea por la violencia callejera, la ineficacia de las políticas de seguridad o la corrupción que mina la confianza en las instituciones, la población vive con un manto de temor que limita su libertad y bienestar.
Las oportunidades laborales, pilar fundamental para el crecimiento individual y colectivo, se han reducido drásticamente. La falta de empleo digno y la precarización laboral limitan el desarrollo personal y el avance económico del país en su conjunto.
Además, hemos perdido de vista la búsqueda de la excelencia. La conformidad se ha impuesto sobre la innovación y el esfuerzo por alcanzar estándares altos en todos los aspectos de la vida nacional.
Estos desafíos, aunque desalentadores, son cruciales para reconocer la magnitud de la situación actual y así poder trabajar en la búsqueda de soluciones. Es necesario un cambio de paradigma, una reorientación de valores y esfuerzos colectivos para revertir esta tendencia preocupante y construir un futuro prometedor para nuestro país.
Resumiendo, nos enfrentamos a la ausencia de respeto, estabilidad, tranquilidad, diálogo, seguridad y oportunidades laborales. Hemos abandonado la búsqueda de la excelencia y nos hemos acostumbrado al abuso del poder político y al resentimiento social.
¿Qué queremos para nuestro país?
- Recuperar el orgullo de ser colombianos.
- Viajar con seguridad.
- Disfrutar de un desarrollo cultural sostenido.
- Caminar por las calles sin miedo.
- Contar con un presidente conectado globalmente.
- Elegir libremente qué comprar o qué leer.
- Libertad de expresión.
- Respeto por los educadores.
- Ver a los delincuentes tras las rejas.
-
- Líderes capaces conduciendo el país.
- Expertos en economía manejando la economía.
- Oportunidades laborales, calma y paz.
- Discurso sin odio ni división.
- Los tres poderes funcionando.
- Intercambio internacional de bienes y conocimiento.
Si compartes estos ideales, difunde este artículo. Colombia merece paz y no podemos permitirnos perderla. Protestemos digitalmente por el cambio.
Amigos, aun si no están convencidos, hagamos un esfuerzo por esta causa. Si no pueden enviarlo a muchos, envíenlo al menos a una persona.
Exigimos que la oposición se una para salvar nuestro país antes de que sea demasiado tarde. Dejemos de lado las diferencias y, junto con la ciudadanía, organicemos un acto para detener a políticos corruptos y delincuentes. No más Petro.
Unámonos en una protesta digital. Hagamos escuchar nuestra voz. No dejemos que el silencio sea cómplice de un gobierno nefasto.
«NO ME PREOCUPAN LOS GRITOS DE LOS DESHONESTOS, DE LA GENTE SIN ESCRÚPULOS Y DE LOS DELINCUENTES… MÁS ME PREOCUPA EL SILENCIO DE LOS BUENOS».
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Recordemos siempre que los dictadores solo llegan tan lejos como su pueblo les permite. Por nuestros hijos, nietos y el futuro de Colombia, ¡no rompamos esta protesta digital!.
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