Qué rápido nos adaptamos a nuestras realidades, ¿en qué punto las confundiremos con la verdad?
Basta sugerir una emisión de bonos del Banco de la República para reparar a las víctimas así reconocidas en el marco del conflicto armado, para entonces sí preocuparse por la inflación que, evidentemente contrario a lo pronunciado por el Gobierno, en este país no ha dimensionado techo. No sobra mencionar que se está promoviendo un proyecto de ley en el Congreso de la República que busca permitir que los narcotraficantes puedan quedarse legalmente con hasta 10.000 millones de pesos de sus fortunas.
El tedio de la información aumenta cada día, estamos previendo un resquebrajamiento institucional que no se contiene en Twitter, la naturalización de la miseria consumada en la mentira y la deshonestidad intelectual que caracteriza al populismo. La rentable Medellín se cae a pedazos sobre los niños y “la Colombia profunda” ahora es la Colombia sitiada. Actividad política irresponsable e impúdica protagonizada por hombres alternativos poderosos. Diplomáticamente, nuestra República se ha convertido en “la mejor amiga” de la dictadura empobrecedora de Venezuela y en “el hazme reír” del megalómano de la nueva “Palm Beach” conocida como el Salvador; el hambre sigue “al alza” en Colombia.
La discusión y el debate público hoy es ruido, bochornoso ruido por decirlo menos. Quienes contabilizaban las cifras que dejan los fusiles, hoy dirán que escuchan pitos. Pero la agenda es amplia, volver sobre lo urgente e importante es complicado, estamos ad portas de aprobar un Plan Nacional de Desarrollo que violenta la separación de poderes con facultades extralimitantes a favor del ejecutivo. A su vez, voceros políticos del Pacto Histórico, partido de Gustavo Petro Urrego (Presidente), sugieren convocar a Referendo por Asamblea Nacional Constituyente, en virtud de comprender la poca gobernabilidad que se tiene para destruir la vocación democrática que históricamente han tenido las instituciones en el país, mediante reformas regresivas para la libertad.
Es pertinente recordar la frase de Gramsci, “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Al observar hacia afuera, la geopolítica global no es esperanzadora, y no se equivoca el filósofo comunista al sentenciar. Como líder y representante del Estado, Petro hoy sitúa a Colombia como un país neutral frente a la guerra por la invasión –así jurídicamente señalada por la Corte Penal Internacional (que no tienen influencia sobre Rusia ni Ucrania, pero es moralmente relevante para occidente)– de Rusia a Ucrania. Resulta también que empieza a haber desabastecimiento en medicamentos por control de precios y que “nuestro” nuevo aliado comercial y científico en salud es el régimen dictatorial cubano.
La coordinación de manual sobrepasa la propaganda, los bajos flujos económicos no deben restar interés sobre lo estructural de lo público, que, al politizarse, segrega, y que, para ser justo, nos necesita a todos. Pero este es un año electoral territorial, el segundo después de la excesiva contratación directa durante pandemia y el primero a cargo de un gobierno de izquierda radical. Como ciudadanos estamos en la obligación de cuestionar los sofismas y a los sofistas de esta era, cuyo rasgo principal es la incoherencia ideológica, la negación de los hechos y el desprecio por la ética, pues la necesidad de ganar les impide respetar los límites de una sociedad culta, desconsiderando lo humano al punto de desdibujar la definición de “el arte de servir” en “el poder para servirse”.
Heráclito ya planteaba, “Todo fluye, nada permanece”, refiriéndose al cambio como una constante en la vida. Sin embargo, ningún cambio irracional soportado en el resentimiento, puede ser útil o noble para la humanidad misma.
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