Querida Yuliana:
Hoy te escribo y ya no estás. No te conocí pero tu muerte me tiene destrozada. Mira que en estos días, a raíz de una situación personal que me ha causado muchas tristezas pero que en nada puede compararse con tu partida, he estado reflexionando sobre lo que llaman el karma. Nunca creí en justicias metafísicas ni tampoco lo hago ahora, sin embargo creo que logré entender ese lenguaje que me es tan ajeno y tan incomprensible y pude traducirlo al mío. Una primera traducción podría ser la frase “uno recibe lo que da” pero ¿Qué o quién hace que eso suceda? La respuesta es simple: la sociedad de la cual uno hace parte. Se trata de una dinámica social en la cual cada decisión propia construye la sociedad que uno vive y padece y, al mismo tiempo, cada estímulo que se recibe de ésta influye en las propias decisiones (aunque no las determina por completo, no desechemos tan fácil nuestra capacidad de análisis). De esta manera nos encontramos en un círculo pedagógico. Estamos enseñando y aprendiendo todo el tiempo y como quien nos enseña es esa sociedad que también aprende de nosotros pues, finalmente, aprendemos lo que enseñamos. Ahora entiendo, “karma’s a bitch”. Pero tú Yuliana, tú no hiciste nada que debieras cuestionarte, a tus siete años eras como una esponjita absorbiendo, interpretando y sufriendo las decisiones de los demás.
Tapa tus oídos Yuliana mientras el forense determina las condiciones de tu muerte. Tapa tus oídos pequeña Yuliana mientras la prensa cuenta cómo intentaron comparte varias veces. Tápalos mientras cuentan cómo tu violador y asesino intenta evadir la justicia. Perdóname Yuliana, ojalá te hubiera conocido, a ti, a tu familia y a tu situación de extrema vulnerabilidad. Ojalá hubiera yo tomado la decisión de protegerte. Ojalá mis palabras hubieran sido más convincentes a la hora de abordar la problemática de la violencia sexual, a la hora de decirle al mundo que en Colombia ser mujer es una condición de alto riesgo. Ahora siento más temor que antes, y no por mí, sino por todas las Yulianas que están en peligro y que pueden correr con tu misma suerte. Yuliana, y repito tu nombre para que no seas una cifra más, discúlpame por reproducir estereotipos que nos muestran a las mujeres como seres débiles. Discúlpame por caer en ciclos de violencia emocional donde el patriarcado sale triunfante. Por mi excesiva vanidad que a veces violenta mi cuerpo y la autoestima de otras mujeres. Por no ser quien le pido a otras mujeres que sean. Por mi conformismo. Por mi machismo. Por mi indiferencia. Por no cuestionar mi privilegio.